| Mr. Watson, come here, I want you |
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| A más de 125 años de las primera palabras transmitidas a través de un teléfono, este medio de comunicación se ha convertido en un lujo en la Cuba de hoy. |
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| por MORAIMA PIRES |
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"Llegará el día en que habrá teléfonos en cada casa, como ya hay gas y agua, y los amigos podrán conversar entre ellos sin dejar el hogar"; le escribió Alexander Graham Bell a su padre en 1876, poco después de haber inventado el primer aparato telefónico. Fue el propio Bell quien dejó inaugurada en 1892 la primera línea que conoció la humanidad, al enlazar exitosamente las ciudades de Nueva York y Chicago. Apenas 18 años después de esta hazaña, se estableció la primera la red telefónica en Cuba.
En 1910, una planta echó a andar en La Habana con su modesta red de abonados. Para esa fecha muchas de las principales urbes de EE.UU. y Europa carecían por completo de las ventajas de este servicio. Pero hoy, nuestro país ocupa los últimos lugares en la explotación de una tecnología imprescindible para la vida moderna.
Al concluir 1958, la Isla contaba con un teléfono por cada 24 habitantes, indicador que la colocaba entre las naciones favorecidas de la época, según fuentes de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A. (ETECSA), entidad comercial de capital mixto italo-cubano fundada en 1994. Para el año 2001, la cifra ha empeorado notablemente, reduciéndose a un aparato por cada 45 personas: es decir, apenas existen 229 mil abonados en todo el territorio nacional.
Las estadísticas internacionales demuestran que muchos países del llamado tercer mundo, que ni siquiera soñaban con el servicio a finales de 1910, actualmente presentan resultados superiores al de nuestro país: México posee un teléfono por cada 8,2 ciudadanos; Chile uno por cada 9,72; Argentina uno por cada 23; Egipto uno por cada 30. Sólo algunos de los países más atrasados del planeta, como Haití, Angola o Etiopía, exhiben cifras desfavorables si se le les compara con las cubanas.
La información oficial relacionada con el tema, además, sólo muestra una parte —convenientemente sesgada— de la verdad. Un elevado por ciento de los 229 mil dispositivos telefónicos instalados se encuentran en organismos estatales, empresas mixtas o de capital foráneo, misiones diplomáticas y consulares, sedes de organizaciones internacionales, agencias de noticias e instalaciones turísticas en general.
Más del 80% de los aparatos que prestan servicio público se encuentran en deficiente estado técnico. Unos sólo aceptan llamadas de urgencia, en otros la comunicación permanece bloqueada, a muchos les han arrancado el auricular, la mayoría tiene desperfectos electrónicos de una u otra índole.
Por otra parte, las viejas plantas telefónicas automáticas llevan siete u ocho décadas de uso sin recibir mantenimiento o reparaciones capitales. Ahora mismo se acometen trabajos de modernización por parte de ETECSA, que digitaliza las plantas con el consiguiente beneficio del sistema general (aumento de pares libres, nuevos abonados), pero como regla, no se están reparando las decenas de miles de líneas existentes, algo contraproducente, ya que la demanda nacional aumenta por día.
El panorama se abre a sucesivas interrogantes si se tienen en cuenta las prestaciones que las autoridades ofrecen en los hoteles y demás polos turísticos. El servicio en moneda dura es excelente. En definitiva, y parafraseando a Marx, la lucha de clases ha alcanzado también el ámbito de las comunicación telefónica.
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