Jueves, 11 octubre 2001 Año II. Edición 211 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Miami vs. Cuba

Los intentos del régimen de La Habana por demonizar al exilio no logran nada, salvo atrasar la transición.
por DIMAS CASTELLANOS Parte 1 / 2
Encuentro
Reencuentro en Miami

¿La transición hacia la democracia será útil o perjudicial? Esta recurrente interrogante entre cubanos y amigos de Cuba refleja preocupaciones cotidianas acerca de lo que ocurrirá con el posible regreso de los exiliados, con la posible pérdida de algunos logros sociales o con un posible caos, como ocurrió inicialmente en la Unión Soviética, o con otros tantos posibles.

Un fantasma con nefastas consecuencias, generado por expresiones infelices de algunos emigrados y aprovechado con habilidad por las fuerzas del inmovilismo, actúa como mecanismo de freno para la transición. Los instigadores del temor tratan de condicionar la conducta de los receptores en contra de los cambios. Para ello no escatiman esfuerzos ni argumentos para que su efecto sea lo más paralizante posible: aumento del desempleo, deterioro de los índices de salud, pérdida de las viviendas cuyos dueños marcharon al exilio, discriminación racial, prostitución, vicios, venganzas y abusos de todo tipo, integran el inventario fantasmagórico que se azuza para inducir una visión apocalíptica de los cambios.

No hay que ser muy versado para saber que la transición en Cuba está condicionada por factores estructurales que responden a la necesidad de reacomodo a los vientos que baten por el planeta y a perentorias carencias de los cubanos. Por lo tanto partimos de que la transición es imperiosa e inevitable. Esa realidad convierte en mero ejercicio intelectual cualquier debate acerca de si habrá o no transición; a la vez que cobra importancia la discusión acerca de la actitud ante la transición y sobre el momento y condiciones de su realización.

Desde esa óptica, más allá de algún que otro resultado en los intentos de demorar los cambios, todo esfuerzo encaminado a inculcar miedo e incertidumbre para detener el proceso es y será nulo. La atención, bien sea del Gobierno, de la sociedad civil alternativa o de las fuerzas exteriores, por razones de puro pragmatismo, deben dirigirse a la preparación de las condiciones políticas, económicas y sociales para que las transformaciones se realicen de forma tranquila, ordenada y gradual en beneficio de todos. Esa preparación, encaminada al fortalecimiento de la capacidad de la nación, pone en la agenda varias cuestiones.

La conformación de un consenso nacional de todas las fuerzas, internas y externas, que están dispuestas y en condiciones de trabajar por la creación de un país con oportunidades para todos. En ese sentido hay que desmontar la campaña apocalíptica y en su lugar brindar todas las facilidades a las instituciones y personas que hasta ahora han sido limitadas, marginadas o reprimidas por su conducta a favor de la transición. Continuar haciendo lo contrario significa debilitar las fuerzas que precisamente tienen la función de impedir o disminuir los posibles efectos negativos del proceso.

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