Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Sociedad

Al combate corred

La violencia del más acá: los taxistas son testigos de la peligrosidad de las calles, de lo caliente que está el mambo.

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Cabalgadores intrépidos de las praderas de la noche en La Habana, nuestros choferes de taxis muestran mediante su actitud una señal inequívoca acerca de los niveles de peligrosidad que hoy caracterizan esos ámbitos.

Muy en particular los boteros, cuyos autos, mayoritariamente antiguos, cubren itinerarios de precios fijos por las zonas más populosas y pobres de la ciudad.

Algunos comentaristas de nuestros medios oficiales de prensa se refieren frecuentemente a la violencia que impera en otras ciudades del mundo, por allá lejos. Parece obvio que no han viajado en la alta noche a bordo de un botero. Mucho menos se habrán adentrado a pie en los callejones de La Habana profunda.

También suelen airear su alarma estos comentaristas por el incremento —en verdad pavoroso— que registran otras ciudades del planeta en sus índices sobre tenencia y uso individuales de armas mortíferas, especialmente las de fuego.

Les convendría enterarse de que hoy por hoy a nuestros boteros capitalinos no les está quedando más remedio que trabajar "ensillados", o sea, portando pistolas o revólveres para defenderse de continuos asaltos, siempre a mano armada, siempre por hombres jóvenes que actúan en grupos sin piedad ni titubeos.

De hecho, ningún botero más o menos viejo trabaja ya por las noches. Unos han preferido ver en cero sus ganancias. Otros decidieron sacar del lobo un pelo entregando sus autos en sociedad a jóvenes kamikazes que asumen el negocio y los riesgos. Precisamente a través del testimonio de estos últimos, es posible hacerse una idea aproximada sobre lo caliente que está el mambo. Ellos lo describen de un plumazo: "Hace falta andar mejor armado que el Pentágono para botear por esas calles en el horario nocturno", bromean.

No tanto quizás, pero muy bien armados sí andan. Y en perenne disposición para el combate. Los que aún no han podido conseguir pistolas, se las van arreglando con machetes, navajas, punzones, cuchillos, estiletes, cabillas, bates de béisbol, palos con clavos en las puntas, ladrillos, piedras… Además de aplicar otras alternativas de emergencia para tiempos de guerra, como diría el Granma.

Entre tales alternativas estos jóvenes choferes asumieron la de trabajar en parejas. Son kamikazes con guardaespaldas, no porque teman enfrentarse a los fieros gatos, sino porque están conscientes de que solos no podrían vencerlos, ni aun cuando en verdad salgan a cabalgar mejor armados que el Pentágono.

Con todo, no son pocos los asaltos y las agresiones que continúan sufriendo los boteros. Es algo que también se puede conocer únicamente por medio de sus testimonios, ya que no existen estadísticas confiables. En parte, porque ellos mismos suelen no dar cuenta a la policía cuando son asaltados. Se consideran como en el Oeste. Así que actúan en consecuencia, ateniéndose a esa ley suprema de las praderas según la cual pierde el más lento.


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