Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Internet, Exilio, Cambios

Al pan pan y al vino vino

¿Si no puedo ser cómplice de esta realidad, si no puedo cambiarla y tampoco puedo dejarla atrás, qué queda entonces?

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El día 6 de febrero del 2013 me armé de valor y envié mi primer artículo a CUBAENCUENTRO[1], y digo valor porque nunca es sencillo someter las ideas propias a la opinión pública. Desde entonces he colaborado con nueve textos más. Con mayor o menor acierto siempre he tratado de ser honesto conmigo mismo. En cada oportunidad he abordado temas que me interesan, que me preocupan o que me molestan profundamente. Siempre me pronuncio incisivamente porque no consigo ser creíble y natural desde una falsa pose intelectual.

Aunque algunos me recomiendan que busque cierta paz de espíritu antes de encarar la hoja en blanco, yo no puedo redactar un artículo si no me hierve la sangre, si no siento en mi carne lo que digo porque el resultado suele ser gris y condescendiente. Nada más alejado de mí interés, especialmente cuando tengo que derribar puertas y murallas erigidas por hombres muy hábiles. Desgraciadamente hay intelectuales muy capaces que prestan su talento a empresas muy sórdidas y ruines.

No soy un profesional de los medios, no domino el arte de la redacción, ni tengo ambiciones políticas sencillamente digo lo que pienso, como lo pienso y eso es todo lo que me preocupa cuando doy por terminado un artículo y presiono la tecla enviar. Hasta el día de hoy vivo en Cuba, cada jornada siento y padezco una realidad que no por habitual deja de ser agobiante, así que tengo mucha tela por donde cortar para seguir enviando mis humildes colaboraciones a este espacio de diálogo y confrontación. Y digo humildes con toda la intensión del mundo, no tengo toda la verdad ni he creído tenerla por un instante. Lo que si creo es que tengo el derecho y el deber de manifestarme públicamente como cualquier otro ser humano en este mundo.

Si otros comparten algunas de mis opiniones para mi está bien, si discrepan pues también lo acepto. A estos últimos los invito a expresarse en este o en otros medios a su alcance.

Probablemente muy pocos cubanos de a pie me han leído y aunque en Cuba se esté produciendo una “primavera con Internet” dudo que mi gente esté dispuesta a desembolsar 112 CUP, el salario de una semana para acceder a este sitio o a cualquier otro. Por eso me extrañó tanto escuchar al Dr. Manuel Calviño comentar en su programa de televisión “Vale la Pena” que, ahora el problema de administrar la economía doméstica durante las vacaciones no es el mismo que el de hace unos años atrás. Es decir: «ya no es, hay pero no te toca, o te toca pero no hay… ahora la cosa es ¿puedo permitírmelo, lo necesito?»[2]

A esta pregunta yo le contestaría con otra pregunta ―¿hay como adquirir lo que yo necesito?―. Y deseo detenerme en esta cuestión. ¿Qué es lo elemental que yo, o cualquier persona normal necesita? Algunos pueden necesitar durante el verano ir a la playa y otros practicar golf. Pero sin ánimo de ir a los extremos diré que para satisfacer las necesidades normales de la vida consistentes en: alimentación, vivienda, vestuario, transporte, previsión, cultura y recreación honesta, en base al precio de los bienes y servicios que hoy se prestan en la mayor parte del territorio nacional una persona normal necesita 1.877 pesos MN cada mes como mínimo (si incluimos una pareja de jóvenes y dos hijos habría que multiplicar 1.877 por cuatro para un total de 7.508 por dos meses 15.016 pesos), y así respectivamente, aclaro esto porque detecto una seria deficiencia en el área de cálculo en el distinguido profesor―, el Dr. Calviño aconseja aumentar la productividad o hacer ahorros para estos meses, sobre todo ahora que en cada esquina hay alguien ofertándote algo «y te lo dejan más barato que en revolico[3]». ―Que ejemplo más simpático― pensé yo, hasta que de pronto caigo en cuenta que el Profesor estaba haciendo referencia al más famoso de los clasificados cubanos en Internet, “presillado por cierto”. Así que ya sabemos que nuestro eminente doctor emplea su cuenta de Internet en la Universidad de La Habana entre otras cosas para acceder a revolico, con la ayuda de un proxy[4] supongo.

El Dr. Manuel Calviño siempre ha tratado de aliviar mediante sus consejos el sufrimiento de millones de cubanos duramente afectados por la opresión y la pobreza en que nos tiene sumidos el sistema y esa es una enorme responsabilidad, pero en los últimos años a jugado un triste papel, al emplear sus capacidades como especialista y comunicador para explicar las inexplicables políticas de extorsión que aplica el régimen sobre el pueblo trabajador.

Me detengo a pensar que el sistema se ha dado a la tarea de ir eliminando las prohibiciones que tan mal lo hacen quedar ante la opinión pública. Ahora los cubanos se pueden hospedar en hoteles, viajar al extranjero sin carta de invitación ni permiso de salida, comprarse una casa o un carro viejo, tener su negocito y conectarse a Internet (espero que los servidores de ETECSA no presillen “revolico o CUBAENCUENTRO, así podré darle un descansito a las computadoras de las embajadas). Dicho así parece que hemos avanzado un mundo desde los tiempos de Fidel Castro hasta la fecha y esa es la triste verdad, hemos avanzado mucho hacia el capitalismo brutal y clasista que tanto criticamos alguna vez en el pasado. Ahora el problema es de otra naturaleza, o mejor dicho de la misma naturaleza que en el resto del mundo subdesarrollado. Si tienes el dinero puedes acceder a esos bienes y sino estás jodido. Se puede denunciar el apartheid, las prohibiciones, el abuso de poder pero no se puede denunciar la pobreza como método de exclusión. La pobreza es un mal demasiado extendido y arraigado en todo el mundo como para atender sus denuncias. Ya Cuba no hace la diferencia.

De lo que se trata no es de si el orden es justo o no, sabemos que no hay sistemas sociales perfectos. De lo que se trata es de qué posibilidad tienes de tomar decisiones y sostenerlas. Yo no soy periodista pero decidí no quedarme callado, tampoco recibí la educación necesaria para ejercer mi trabajo pero decidí aprender el oficio que me gusta por mis propios medios y no esperar a que la oportunidad me cayera del cielo. Pero… ¿acaso puedo solamente con voluntad forjarme una fortuna, trabajando o administrando mi propio negocio honestamente?

La respuesta encuéntrela usted mismo. Yo comprendí hace muchos años que no podía ser honesto, feliz y próspero viviendo en Cuba. Y así como respeto a los cubanos que deciden quedarse y dar la pelea respeto a los que se han marchado y han prosperado en otras tierras.

A los que no respeto ni podré respetar nunca son a los que se aprovechan del sufrimiento y la necesidad del pueblo para lucrar. Hablo de los dirigentes y políticos corruptos que roban, malversan y dilapidan los bienes públicos empezando por Antonio Castro y terminado por los administradores de cada entidad.

Hablo de los “supuestos opositores” que viven metidos en las recepciones y mesas buffet de los cuerpos diplomáticos. Hablo de los disidentes que reciben orientación y financiamiento desde el exterior, sin detenerse a pensar por qué luego pierden credibilidad ante el pueblo.

Si quieren derrocar la tiranía ya sea por la vía pacífica o por las armas tienen que actuar con transparencia. No es un error recibir apoyo del exilio, Martí lo hizo, pero sí es un error buscar asesoramiento y financiamiento en un gobierno extranjero, de ahí a la traición va muy poco.

Yo respeto a los emigrantes que están dispuestos ayudar a sus familias y a visitarlas ocasionalmente pero no respeto a los que se aprovechan de su situación privilegiada para venir aquí cada tres meses a ostentar sus riquezas y a especular con la miseria de pueblo.

Yo respeto al empresario y al comerciante honesto pero no al estafador, al mercachifle y a la mula oportunista. No puedo respetar al traficante de drogas, ni al de personas. No puedo respetar al gigoló, ni a la jinetera. No puedo respetar a los arrivistas que emplean a la religión para hacer fortuna, que llevan la Biblia en el portafolio y a cambio la cartera llena en el bolsillo. Pero en especial no puedo respetar a los terroristas, chivatos y desertores que pululan en las dos orillas.

Al final me cuesta mucho admitir que entre unos y otros han condenando al pueblo al sufrimiento y a la miseria no solo material, que de por si sola es enorme sino a la miseria espiritual que es aún peor.

Por eso no me avergüenza decir que deseo con todas mis fuerzas construir lo que yo creo que es bueno y es sano en una tierra lejana, bien lejana de este triste escenario. Allí es donde está mi esperanza, mi fe y mi patria.

He buscado una alternativa legal y digna para emigrar y no la he encontrado. He descubierto que soy un rehén del Estado y un indeseable para cualquier nación, incluso las más pobres del mundo. Por años he buscado alternativas para emigrar que no signifiquen poner en riesgo mi vida o la de terceros y no he encontrado cómo. ¿Luego, si no puedo ser cómplice de esta realidad, si no puedo cambiarla y tampoco puedo dejarla atrás, qué queda entonces?

No se quejen ni se sientan ofendidos cuando expreso un poco de mi siempre oscuro y agobiado universo, lo único que me queda es llamarle al pan, pan y al vino, vino.



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