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Política, La denuncia de hoy

“Aquí puedo hacer lo que me gusta y nadie se mete conmigo”

Cuando un poeta y buen conocido, a quien había incorporado hacía poco a mi “lista” de envío de artículos e informaciones, decide que lo excluya

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Suelo enviarles, cada vez que tengo algún tiempo libre, artículos, informaciones, datos sobre la realidad cubana que ellos desconocen, a un grupo de amigos, colegas y buenos conocidos que en la Isla poseen el privilegio de contar con un correo electrónico facilitado por el gobierno; un correo que ni siquiera tiene password, y mucho menos acceso a internet, y que funciona por medio del teléfono. Pero algo es algo.

Ya saben. Les envío textos, archivados en Word, sobre los más variados temas, con verdades que la dictadura oculta y que por acá son el pan de cada día.

Sé, por una vía u otra, que estos envíos les llegan, los pueden leer; excepto algunos de “índole” muy fuerte para el régimen, de esos que, por ejemplo, dejan a las claras las moringadas del Comandante. Es decir, la mayoría no les son censurados por la policía cibernética castrista. Que claro, no debemos dudarlo, los lee y los deja pasar; quién sabe con qué finalidad.

Aun algunos de los destinatarios me contestan, brevemente, y hasta me agradecen.

Pero en días pasados uno de ellos, poeta y buen conocido, a quien había incorporado hacía poco a mi “lista”, desertó en mi tercer o cuarto envío.

“…por favor no me mandes nada de política”. “La política no me interesa”. “Yo aquí puedo hacer lo que me gusta y nadie se mete conmigo”.

Y tiene razón. Él, allá, puede hacer lo que le gusta: poemas que se publican, conferencias que se escuchan, reseñas literarias que salen a la luz.

Aclaremos que sus poemas son “mansos”. O sea, de esos que no cuestionan algo social, político o ético a profundidad (digo “a profundidad” porque ya sabemos que de algún modo toda creación literaria es subversiva, aunque sea mínimamente).

Y estoy seguro de que así es su poesía no porque él se lo imponga, sino porque ya sabemos que cada creador tiene su “registro”, y el de él resulta el antes dicho. Una suerte cuando se vive bajo una dictadura censora, valga la redundancia.

De manera que en la Isla nunca este poeta tendrá problemas con el “gobierno”. Seguirá recibiendo premios y otros honores. Impartiendo conferencias y departiendo ocasionalmente con la élite gobernante; comidas, meriendas, habitaciones con aire acondicionado mediante.

¿Se le puede criticar a este buen colega que así piense, o que así actúe?

Creo que no. Está en su derecho. Él allá puede “hacer lo que le gusta” y “nadie (ninguna autoridad gubernamental, se supone) se mete con él”.

Si lo criticáramos o lo desecháramos, seríamos tan intolerantes como aquel régimen que, precisamente, elimina a los que no son como el poeta aludido.

Entonces, si no estamos en desacuerdo con la actitud del susodicho, ¿cómo será posible que situemos su proceder bajo “La denuncia de hoy”?

Bueno, porque deseamos ir más allá: denunciar una postura, no a un hombre.

Una postura común y corriente sustentada por la mayoría de la intelectualidad que ha vivido bajo una dictadura, no solo la cubana: la de dejar pasar lo que está pasando, la de “concentrarse” en su quehacer, la de que “cada quien tiene que hacer su vida” —creadora en este caso—, realizar su obra.

“El mundo es ansí”, diría el maestro Pío Baroja.

Miren, olvídense del asunto de que el escritor es la conciencia crítica de la sociedad. Y más olvídenlo en el caso de Cuba.

Si recorremos las páginas de los medios oficialistas, veremos que de una punta a otra de la Isla, y a todo su ancho, cada día, en lo que a literatura se refiere, se realizan ceremonias de entrega de premios, bucólicos encuentros de escritores, odas públicas para llevar a “nuestra sociedad” por el camino de la lectura, de “la buena literatura”, del “porvenir luminoso”.

Enfatizo que esto ocurre diariamente en uno u otro punto de la geografía isleña. Diariamente. Y a estos convites asisten, pletóricos, nuestros escritores radicados en Cuba, algunos de ellos como organizadores. Suele haber brindis, flores, diplomas, aplausos y manos estrechadas entre ellos y con las autoridades de turno.

El asunto de que en la Isla sean golpeadas, arrastradas por las calles, encarceladas las disidentes Damas de Blanco, que les propinen terribles golpizas a los pocos ciudadanos que se atreven a manifestarse, pacíficamente, en contra del régimen, de que las casas de estos sean apedreadas por las hordas castristas pagadas de una u otra manera por el gobierno, de que buena parte de estos disidentes sean encarcelados, en condiciones deplorables, indefinidamente, sin juicio previo, o de que sus compatriotas y colegas residentes fuera de Cuba resulten censurados en su tierra y en muchos casos anatemizados injustamente… Eso, es otro tema. De lo que se trata, para ellos, es de que “cada cual tiene que forjar su obra en el lugar en que viva”.

Y todo lo anterior es de conocimiento de estos colegas que viven en Cuba. Ellos, como no el ciudadano de a pie, tienen varios medios para enterarse de los desmanes de la dictadura. Poseen pleno conocimiento de que esta, en los últimos 10 o 12 años, ha sacado a la luz toda la perversión que en buena medida ocultaba hasta entonces, toda su pasión criminal.

Y bien, lo apuesto, aunque quizás no llegue a verlo: cuando pase lo que tiene que pasar —porque todo tiro al aire, por mucho que ascienda, un día caerá—, ellos continuarán haciendo lo mismo que hoy…, “porque cada cual tiene que hacer su vida —en este caso su obra creadora— en el lugar y momento en que viva”.

De modo que no esperemos crítica alguna, raigal, valerosa, rotunda, de nuestros escritores y artistas, residentes en la Isla, contra la dictadura.

Nada de eso.

Tanto es así, que a estas alturas nos sobrarían los dedos de una mano para contar a los que, residiendo en Cuba, en verdad se han rebelado contra la más reciente etapa de ignominia del castrismo; me refiero a los escritores de ficción. Pongamos por caso a Ángel Santiesteban o Rafael Alcides.

Bueno, en su mensaje de rechazo a mis envíos sobre “política”, el poeta que nos ha provocado estas líneas, termina diciéndome “…o si quieres mándame algo sobre las Grandes Ligas, eso sí…”.

Y entonces me hace pensar: ¿“Esto no será también un tema ‘político’”?

Es decir, el “deporte rentado”, “el robo de talentos del béisbol, por parte del imperialismo, a las naciones latinoamericanas”, “la supremacía de dinero sobre los valores patrióticos”, etcétera.

Bien… A ver qué decido acerca de este pedido del poeta.

Ya ven. Así van las cosas.


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