Bolton, la lista y el billete
Ahora los halcones dejan dentro a las corporaciones militares y quedan fuera las demás empresas del Estado totalitario. De este modo la prohibición se vuelve una broma colosal
Aquí están las cotorras / que venimos a charlar.
Hablar, hablar, hablar; / no más que hablar.
Federico Villoch, La isla de las cotorras, 1923
En la resaca de Halloween, el halcón estadounidense de Seguridad Nacional, John Bolton, alzó el vuelo como cotorra desde la Torre de la Libertad (Miami) y anunció “medidas concretas” contra la dictadura en Cuba, como prohibir transacciones con sus corporaciones militares y congelar los activos que la élite castrista pudiera tener ocultos en USA.
La lechuza de Minerva —Hegel dixit— emprende su vuelo al anochecer y siempre llega tarde, pero la cotorra de Bolton ni siquiera llega al lugar previsto. Su parloteo no tiene otra manera de concretarse que abundar en listas negras de entidades kubizhes con las cuales los yumas no pueden negociar, así como de personajes en Cuba que no podrían mover un quilo por circuitos financieros en USA. No obstante, el billete seguirá yendo a parar a los militares y al resto de la élite gobernante como consecuencia de jugadas cantadas del Estado totalitario en el entorno propicio de la globalización.
Más pacífico que la paloma
Al largar —el 27 de enero de 2016— su tercer paquete de medidas para aliviar el embargo a la dictadura castrista, Obama precisó: “Una política general de prohibición se aplicará aún a la exportación y reexportación de artículos para uso de las empresas estatales, agencias u otras organizaciones del Gobierno cubano que generan principalmente ingresos para el Estado, incluidos los de la industria del turismo, así como las que participan en la extracción o producción de minerales u otras materias primas”.
Prohibir transacciones con el complejo militar-industrial-comercial kubizhe es puro embeleco para dárselas de halcones. Las palomitas de la administración Obama habían echado ya en el saco de la prohibición a todas “las empresas estatales”. Ahora los halcones dejan dentro a las corporaciones militares y quedan fuera las demás empresas del Estado totalitario. De este modo la prohibición se vuelve una broma colosal. Gran Caribe en el sector turístico y las demás empresas ajenas al MINFAR y el MININT en otros sectores asumirán revolucionariamente el compromiso de sacar jugo al imperio, mientras el MINFAR y el MININT continuarán hincando el diente en el pastel por simple redistribución de los ingresos del Estado. Algo que en Cuba es tan sencillo como pasar menudo de un bolsillo a otro.
Embaraje con los militares
Al hacerse los duros con que aprietan a los militares, los halcones embarajan una vez más la falta de “cojones (sic) to follow through” [1] de las administraciones americanas durante seis décadas sin dar pie con bola en cómo desmontar el castrismo. Al presentarlo como dictadura militar, la politiquería anticastrista tardía se hace de la vista gorda frente a la dictadura real de partido único, que desova un Estado totalitario con monopolio sobre los medios fundamentales de producción y dirección centralizada de la economía.
Ese Estado es dueño de todos los conglomerados empresariales de peso, ya sean militares o no, y hace con ellos lo que le viene en ganas. Para sacar de la lista negra de USA una empresa del MINFAR o al MININT, ese Estado sólo tiene que trasladar el grueso de los activos a otra fuera del complejo militar y dejar que aquella siga andando formalmente como pan pa’ las cotorritas.
Aparte de que las exportaciones de Cuba se concentran en tres sectores al margen del esquema empresarial militar: níquel, industria médico-farmacéutica y nada menos que petróleo y sus derivados [2], a la botija estatal van a parar hasta el dinerito que USA desembolsa a la oposición pacífica y esta gasta en mercados bajo control directo o indirecto —mediante impuestos— del Estado totalitario.
El componente verde olivo de ese Estado no necesita transacciones con USA para continuar a flote, tal y como continúa a flote la Isla de Cuba pintoresca con su carga de $30 mil millones (ca. $2 608 per cápita) de deuda externa, que irónicamente es impagable, tal como decía Fidel Castro refiriéndose a los demás países latinoamericanos. Ni el turismo ni las exportaciones de servicios médicos, educativos, deportivos y otros surtirán jamás el efecto multiplicador que se requiere para mejorar la bajísima clasificación crediticia [Caa2, de Moody’s] de Cuba. Tampoco las inversiones extranjeras directas allí dejarán de ser, en la mayoría de los casos, otra cosa que especulaciones de alto riesgo.
Pero en medio de la crisis permanente del socialismo burocrático kubizhe, el complejo militar subsistirá girando en la órbita de dos socios comerciales claves (Venezuela y China), así como arrimándose más a otro (Rusia) que ya despunta como el sostén de emergencia en caso de caer Venezuela. Moscú acometió ya la tarea de modernizar las fuerzas armadas del tardocastrismo y todo parece indicar que arrendará (o arrendó) alguna estación de espionaje electrónico.
Coda
La economía busca cómo agrandar el pastel y la política, cómo repartirlo. Así como las cotorras de La Habana no agrandarán el pastel con el parloteo de actualización del modelo, las cotorras de Washington tampoco van a resolver el problema de quién obtiene qué y cómo en Cuba. Hace rato que da lo mismo que arrecien o aflojen el embargo u otras sanciones.
Notas
[1] Sentencia del finado oficial de la CIA Howard Hunt. Cf.: “Plotter of Bay of Pigs, Watergate conspirator: ‘File and forget’ Castro”, The Miami Herald, 28 de marzo de 2001. Hoy en día esta falta sigue apreciándose, por ejemplo, en darle a la lengua con que Cuba ejecutó o permitió ataques acústicos contra diplomáticos americanos y tragársela para no instar la represalia militar que correspondería a tales acciones terroristas.
[2] Vid.: Romero Gómez, Antonio F.: “Cuba: Desempeño económico e inserción externa”, Premio AEEC 2018, La Habana, 22 de febrero de 2018.
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