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Cuentapropismo, Carretilleros

Botar el sofá

Alguien con sentimiento peyorativo habló de La Habana como la ciudad de las carretillas, ahora podrá rebautizarla como la ciudad de la extrema escasez

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Nuevamente se vive en Cuba un episodio de irracionalidad y falta de sentido común contra la iniciativa individual, que aunque no ha llegado a los excesos de las operaciones “Pitirre en el Alambre” o la lucha contra los llamados “macetas”, se centra igualmente en la superficialidad, sin ir a la raíz de los problemas.

Las víctimas actuales son los carretilleros, autorizados meses atrás a trabajar por cuenta propia mediante la venta en la calle de productos agrícolas, fundamentalmente vegetales y algunas viandas y granos. Estas personas que cuentan con licencias y pagan impuestos, están sometidas a una fuerte crítica de los medios y un asedio constante de los inspectores, que aplican grandes multas y pérdida de las licencias, con pretextos de que no estar en movimiento las carretillas, ofertar los productos en espacios “prohibidos” y venderlos a precios altos; no obstante el Estado aceptar que se formaran sobre la base de la oferta y la demanda.

Por supuesto, en una situación de escasez de productos en general, los precios se disparan y se crea un mercado de los vendedores, ante lo cual el Estado a pesar de tener todas las posibilidades para contar con productos de calidad y a precios más bajos, ha sido incapaz de servir de contrapeso.

En La Habana existen cientos de Mercados Agropecuarios Estatales (MAE) y puntos de venta de productos agrícolas también estatales, caracterizados por carecer de ofertas. Cuando las tienen, los productos son de ínfima calidad, sucios y deteriorados. Comercializados muchas veces con largas filas de espera, por trabajadores que, mal retribuidos, no tienen apuro en atender a los clientes, y en ocasiones alteran el peso para procurar ganancias impropias, lo que ha llamado el conocido escritor cubano Guillermo Rodríguez Rivera, las “libras de 10 y hasta de 8 onzas” (1 libra=16 onzas).

Los carretilleros usualmente ofertan productos de primera clase, frescos y limpios, mientras atienden bien a los clientes. Al cierre de noviembre ejercían este oficio de manera legal 16.000 personas en el país, 3.200 en la capital, según datos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, publicados por Granma. A ellos se agregan personas que no han sacado sus patentes y laboran ilegalmente. Estos cuentapropistas recorren las calles con sus pregones, dándole una nueva vida a ciudades y pueblos, a la vez que acercan los productos al consumidor, en beneficio de las amas de casa y del amplio sector poblacional en la tercera edad, que antes tenía en muchos casos que recorrer largas distancias para poder comprar viandas, hortalizas y determinados granos. Ciertamente, los precios son altos para la menguada capacidad de compra del ciudadano corriente, pero en ocasiones no difieren mucho de los de la inestable oferta estatal.

Ahora se acusa a los carretilleros por la caída de las ventas en los MAE e incluso en los Mercados Agropecuarios de Oferta y Demanda, en los cuales también comercializan los privados, pero con impuestos más elevados, lo cual podría corregirse disminuyendo los gravámenes para que puedan competir en igualdad de condiciones con los carretilleros. Sin embargo, aunque las cuestiones organizativas pudieran estar incidiendo, no constituyen la base del problema, que reside en la insuficiente producción agropecuaria y la inestabilidad en el suministro al mercado. Desde hace semanas, por ejemplo, no hay huevos en el mercado estatal, a pesar de ofertarse a un elevado precio de 1,50 pesos la unidad, y en muchos lugares ha existido demora en las 10 posturas vendidas mensualmente por persona a través del racionamiento.

La entrega de tierras en usufructo, llena de prohibiciones y limitaciones, no ha brindado los frutos esperados. La producción agropecuaria en 2010 se redujo en 5,1 %, mientras según cifras preliminares en 2011 creció en 2,1 % para llegar a los niveles de 2008, cuando el país fue afectado por varios huracanes. Incluso el periódico Granma, el 27 de enero, reconoció que “en el mes de diciembre los mercados capitalinos recibieron poco más de la mitad de los volúmenes de productos agropecuarios contratados”, y que “el incumplimiento de las entregas pactadas por parte de las bases productivas es motivo reiterado del desabastecimiento”.

Las perspctivas de 2012 no son mejores. En el informe sobre el Plan de 2012, presentado por el ministro de Economía y Planificación en la Asamblea Nacional, se anunció la importación de alimentos por valor de casi 1.800 millones de dólares, o sea, continúan aumentando las compras externas debido a la incapacidad nacional de abastecer el mercado. Insólitamente no se toman las medidas adicionales en la entrega de tierras en usufructo sobre asuntos que hasta muchos funcionarios oficiales de alto nivel han expresado la necesidad de acometer. Continúa sin permitirse la construcción de viviendas en las áreas recibidas; se mantiene el plazo de solo 10 años para la tenencia de la tierra (prorrogable a 10 más); no se amplía la extensión de superficie a entregar, ni se facilitan recursos, mientras se siguen importando colosales cantidades de alimentos que podrían producirse perfectamente en el país, y hasta exportarse si se crearan las condiciones apropiadas.

Por otra parte, se obvia que los carretilleros tienen gastos sustanciales en la búsqueda de los productos, con dificultades para el transporte, y deben pagar altos precios a los intermediarios o productores que los traen a La Habana, no pocas veces desde provincias muy distantes, que originan notables gastos por usar vehículos altos consumidores de combustible. También hay que tener esto en cuenta para hacer un juicio acertado sobre la ganancia real de los carretilleros.

Paralelamente, en Cuba ya existen enormes disparidades en los ingresos personales. Ciertamente una libra de tomate a 6 pesos resulta cara para un trabajador medio y mucho más para un jubilado, si no cuentan con ayudas adicionales, particularmente alguien que envíe remesas desde el exterior.

El presidente Raúl Castro reconoció que con el salario es imposible vivir en Cuba, en el discurso del 26 de julio de 2007, y esa situación no ha cambiado, por el contrario empeorado. Por ello son comprensibles las quejas de muchos ciudadanos pertenecientes a los sectores más humildes, que se quedan en la superficie al solo criticar los precios de los carretilleros, sin tener en cuenta el nivel medio general de los precios que son extremadamente altos para un país con un salario medio mensual inferior a los 20 dólares y una pensión media mensual de alrededor de 10 dólares, en un entorno donde prevalece la dualidad monetaria. Sería aconsejable que quienes atacan los precios de los carretilleros y los cuentapropistas, elevaran también sus quejas al diario Granma porque en las tiendas estales de venta en divisas un kilogramo de leche en polvo cuesta 5,25 CUC (equivalente a 131 pesos), un litro de aceite comestible 2,40 CUC (60 pesos), 250 gramos de café 3,45 CUC (86 pesos), mientras otros alimentos básicos, los artículos de tocador esenciales como el jabón de baño, los de vestir y el calzado tienen también precios astronómicos. Deberían preguntar cuánto debe pagar un joven carretillero por un par de zapatos, un pantalón o una camisa decentes, nunca menos de 500 pesos, por cada artículo.

El resultado del acoso a los útiles carretilleros ha sido su casi desaparición de las calles habaneras, en los últimos días. Alguien con sentimiento peyorativo habló de La Habana como la ciudad de las carretillas, ahora podrá rebautizarla como la ciudad de la extrema escasez. Además de perjudicar a los carretilleros, la ofensiva aumentará la incertidumbre entre todos los cuentapropistas y los usufructuarios de tierras ante un Estado tan voluble, que en cualquier momento puede desaparecerlos como ha ocurrido en el pasado. Ni que decir de las posibilidades de inversión extranjera en un país con tanta inseguridad para hacer negocios.


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