Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Represión

Burundanga y pan de boniato

La alimentación en las prisiones cubanas combina la ineficacia económica del socialismo con la brutalidad de los carceleros.

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Hay más de 200 sitios en Cuba donde todavía la esquelética libreta de racionamiento —que cumple ya 45 años como rectora del hambre nacional— se percibe como un inventario de manjares nutritivos y de lujo. Esos sitios son las prisiones. Sus comedores de cemento áspero y las celdas donde miles de hombres sueñan con una ración decente de alimento para sobrevivir.

Es allá, en esos lugares que insultan la geografía y la historia del país, donde un huevo hervido y un plátano burro pueden provocar una bronca sangrienta, y unos gramos de pescado de río con sabor a tierra causa más sobresalto y ansiedades que una joya de la casa Tiffany y un huracán.

Son hombres sometidos a un sistema de alimentación que se integra por la ineficacia de la economía del socialismo y la indolencia y la brutalidad de los carceleros. Por una estúpida y salvaje valoración de la vida. Por la intolerancia, la noción primitiva de asumir a quienes no son fieles seguidores de sus mismas ideas como enemigos que deben de ir a la muerte.

En esa comarca de tormentos y furia habitan también miles de presos comunes. Otros seres marginados que llegaron allí por un crimen, una reyerta, un gesto de odio o un golpe de pasión. O por sacrificar una vaca que rumiaba bajo la luna llena. O enfermos, engañados, hombrecitos de ajados cuellos duros, gente que para encarar la realidad cerrada no buscó una solución, sino un vale falsificado, un cuchillo, una soga, un rollo de alambre o una navaja de aluminio.

El caso es que allí están todos, sometidos al mismo menú que les ha destinado el Partido Comunista y su equipo especial de dietistas y cocineros.

Cotidianeidad y excepción

Esta es una muestra que hizo llegar hace unos días al periodismo independiente un grupo de reclusos de la cárcel de Boniato, en Santiago de Cuba.

En el desayuno se ofrece agua de espaguetis, 60 gramos de pan de boniato y agua de café sin azúcar. Ya para el almuerzo, se dispone de seis cucharadas de chícharos, tibios, sin ninguna sustancia, un plátano burro y sangre de res servida como embutido.

A veces, la sangre se sustituye por un poco de pescado aporreado que se presenta, sobre la costra de churre de la bandeja, con una abundante ración de espinas.

La comida, siempre según esos corresponsales, puede ser unas cucharadas de arroz, sopa de calabaza, un huevo duro y 10 onzas de pan.

Hay un día excepcional. El 13 de agosto. El día del cumpleaños del inventor y promotor de esos menús, Fidel Castro. Hacia el anochecer, el Alto Mando ordena que se les convide a los reclusos con una pieza de pollo, una papa asada y algún vegetal. El Primero de Enero, fecha en que se inauguró ese carrusel desastroso, los ideólogos del Partido pueden (o no) dar una instrucción extraordinaria para que se repita el festín del 13 de agosto.

Las celdas donde los reclusos van a hacer la digestión de esos alimentos les brinda 83 centímetros de ancho por 125 de largo para moverse libremente.

Normando Hernández, el conocido periodista independiente que cumple una condena de 25 años de prisión, relata que los prisioneros tienen como plato fijo en su dieta sexo (en realidad, él usa una palabra más carnal y cálida) de vaca, chorote y burundanga.

"El chorote, dice Hernández, es maíz tostado y cocinado con agua. Se les da a los cochirreos (es una designación especial que usa el periodista para los reclusos) en el desayuno y en algunas ocasiones es sustituido por harina de trigo disuelta en agua con azúcar sin refinar".

"En los almuerzos —añade— se turna como plato fuerte el sexo (él sigue usando su apelativo tibio y real) de vaca convertido en pasta. Es de color blanco. A veces lo sustituye la apestosa burundanga, que dicen que está elaborada con víscera de res y se sospecha que entran en su composición los cascos y los excrementos".

"Hay que tener en cuenta que todos estos comestibles, además, los traen cada cierto tiempo en franco estado de descomposición", explica Hernández.

Mañana volverá a amanecer en Cuba y el sol del Caribe tratará de llegar a los presos por entre el entramado mezquino de las tapias, las cercas de púas, las garitas y las rejas. A lo mejor a los de la celda de castigo no les llega, pero tendrán la claridad. Por ella sabrán que ha empezado otro día.