Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Crónicas

Carta abierta al año 2009

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Año 2009 que estás en curso, acuérdate de los que en Cuba están presos por hablar, por haberse atrevido a decir lo que piensan. Cubanos que no pusieron bombas, ni planearon atentados, ni volaron puentes, ni descarrilaron trenes en marcha, ni hicieron secuestros, ni se alzaron en armas; cubanos que, excepto en el manejo de la propaganda, en lo demás se apartaron de los métodos de lucha que hicieran posible al gobierno actual estar cumpliendo cincuenta años en el poder; cubanos que sólo querían ser escuchados y, como en su país no tenían espacio para hacerlo, porque en su país la prensa, toda la prensa de su país, es oficial, acudieron a la de afuera.

Antes que ellos, acudió a esa prensa el compañero Fidel en los días iniciales de la Sierra Maestra, cuando para hacerse oír en el mundo mandó a buscar a un periodista de The New York Times para que lo entrevistara. Y después, también.

Después, durante medio siglo, ha seguido el compañero Fidel dando entrevistas a la prensa extranjera, con lo cual, si según la Constitución todos los cubanos son iguales ante la ley y gozan de iguales derechos, entonces, extrañamente, estos periodistas cubanos estarían presos por haber hecho uso de sus derechos constitucionales.

Acuérdate de ellos, año 2009, acuérdate de esos presos y de sus mujeres y de sus hijos y de sus padres, que no son eternos, ahora que el gobierno revolucionario hace campaña en el mundo para la liberación de los cinco cubanos que están presos en Estados Unidos. Y acuérdate de los cautivos pertenecientes a las filas de los que desean un cambio político: los representantes de lo que en otros países se conoce como "oposición", entendida como un legítimo derecho democrático.

Acuérdate también, 2009, de los cubanos que quisieran viajar y tienen visa concedida para hacerlo, e Inmigración no les niega el permiso, pero tampoco se los da.

Acuérdate de los cubanos que allá afuera, en esa soledad inmensa que es en el fondo todo exilio —por mucho piso de oro que pueda tener—, quisieran visitar la Isla, venir a ella, volver por unos días, ver a sus familiares, a sus amigos de antes, pasear por las viejas calles, sentirlas bajo sus pies en el barrio que ha seguido siendo su eternidad, toda su eternidad, el barrio donde por último han de morir, aunque los papeles (que nada saben de estas cosas) digan que han muerto en París o Islandia; melancólicos cubanos a los que, en muchos casos, tampoco se les autoriza entrar en su país.

Acuérdate, 2009, de los cubanos que quisieran salir y ver mundo, comprobar personalmente que la Tierra es redonda, y saber que al regreso, haya pasado entonces un mes o veinte años, no tendrían que hacerlo como desconocidos que piden permiso para entrar en su casa, porque estarían seguros de que su casa y hasta los zapatos que dejaron debajo de la cama estarían allí, locos de amor esperando por ellos.

No queremos turrones, ni vinos, ni fuegos artificiales, año 2009 de todas las esperanzas, año 2009 que suenas a la palabra "solución". Queremos la alegría del reencuentro, tan esperado, tan soñado. Queremos, bien unidos, como se estaría en un haz, en un puño o en una gavilla, ser, existir allí de nuevo padres e hijos, hermanos y hermanos, amigos y amigos, todos; cerrar los ojos y, como si el tiempo no hubiera pasado, volver a existir.

Derriba, 2009, cuantos muros se opongan a este sueño, a este clamor. Derríbalos tú, que tienes poder para eso, si es que eso estuviera en manos del tiempo. Y, si estuviera solamente en manos de los hombres, entonces habla con Dios, dile que los convenza, que los ponga de acuerdo, que haga el milagro, que han pasado muchos años y el corazón, el pobrecito corazón, ya no da para más. Que los de esta orilla, y los de la otra, estamos muertos, completamente muertos de esperar.

Para empezar, abre las prisiones, 2009.


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