Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Socialismo, Democracia, Derechos

Carta Abierta los Socialistas Democráticos de América (DSA)

En Cuba no sólo se violaron los derechos fundamentales de la ciudadanía, sino que estas violaciones fueron institucionalizadas en ambas constituciones (1976 y 2019)

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En la Resolución 62 de la Convención de Atlanta ustedes manifestaron su respaldo al gobierno de Cuba y condenaron la política de Estados Unidos de restricciones económicas a ese país.

Quien les escribe, un cubano formado en el fragor de intentar crear para su país una sociedad mejor, considera esta misiva como un saludo de confraternización entre todos los que tanto en Cuba como en Estados Unidos, luchamos por el ideal de la justicia social. Coincido con ustedes en su oposición a la política de embargo económico sobre Cuba y, en particular, al respaldo indirecto a las corrientes más oscuras del neofascismo y de la supremacía blanca de la administración Trump. Pero también es mi deseo alertarles sobre el peligro de que por falta de información y a pesar de sus nobles intenciones, caigan en el error histórico de adoptar posiciones y emitir juicios que no se ajustan con la realidad cubana ni a los ideales que ustedes dicen defender.

El sistema económico social instaurado en Cuba sin una consulta plebiscitaria, fue copiado del modelo estalinista ruso, una interpretación arbitraria y oportunista de la teoría marxista de la revolución socialista, que retornó a los aspectos más reaccionarios del pensamiento hegeliano plasmados en La Filosofía del Derecho acerca de un Estado que debía absorber a toda la sociedad civil y a todas las voluntades individuales. En Cuba esto se materializó en un Estado que conservó los latifundios confiscados a los grandes terratenientes en vez de repartir las tierras entre los campesinos desposeídos, para convertirse en el “supremo terrateniente”, como lo calificara el propio Marx en el tercer tomo de El Capital, para continuar explotando a los jornaleros del campo. En las ciudades repitieron lo mismo con las industrias, comercios, bancos y otras empresas para hacer del Estado un monopolio absoluto y generar una burocracia corrupta que ha sumido en la miseria a todo el país. Y no bastándoles con todo lo anterior, despojaron en 1968 a los trabajadores independientes de sus modestos medios de supervivencia.

Esa dirigencia, en nombre de ese supuesto socialismo, encarceló o fusiló a muchos de sus antiguos compañeros de lucha por oponerse a este modelo impuesto por la fuerza, y luego censuró y amordazó a los intelectuales que proponían un modelo de socialismo más democrático, cerrando sus revistas, insultándolos públicamente, encarcelándolos, enviándolos por largos períodos a realizar duras labores u obligándolos a bochornosos mea culpas.

No sólo se violaron los derechos fundamentales de los ciudadanos, sino que estas violaciones fueron institucionalizadas, tanto en la constitución de 1976 como en la del presente año, 2019, por lo que no existen garantías constitucionales para la defensa de esos derechos. Los poderes ejecutivo, judicial, legislativo y electoral, se colocaron bajo el control del Partido Comunista, quien también goza del dominio monopólico de los medios masivos de comunicación. En las llamadas elecciones, el ciudadano no tiene realmente el derecho a elegir a los candidatos, los cuales son preseleccionados por comisiones de candidaturas que tampoco han sido electas por la ciudadanía.

Por otra parte, la bandera del antiimperialismo ha sido enarbolada por dicha dirigencia, no tanto por defender la soberanía nacional como para desviar la atención de la verdadera contradicción que enfrentan hoy los cubanos, entre un grupo que convirtió al país en un gran feudo, y un pueblo al que se le han cercenado sus libertades y derechos fundamentales. José Martí, considerado como el numen de nuestra lucha independentista, ya había alertado en 1894, de uno de los peligros del ideal socialista, “el de la violencia y rabia disimulada de los ambiciosos que para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.

Quien les escribe no podría defender semejante sistema y al mismo tiempo enarbolar la bandera del socialismo democrático, y es mi deber, por solidaridad, aconsejarles que se informen bien antes de emitir un juicio favorable a lo que en realidad ha significado una traición a los sueños e ideales de tantas generaciones que lucharon y murieron por la libertad y la justicia social.


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