Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Crónicas

Ceremonia y muchas fotos

Cómo vender una casa sin que lo vea el Estado, que no quiere oír hablar de tejemanejes a cambio de dinero.

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Coincidieron en el bar de un restaurante las dos parejas. La primera tiene dos casas, una él, otra ella; se conocieron recientemente y están por casarse, aunque eso no está decidido aún, pues ella está esperando que la reclame su anterior marido, del cual no está divorciada, y casarse allá afuera con él, que está esperando la reclamación que iniciaron sus hijos años atrás.

Por lo pronto, hagan lo que hagan después, están viviendo ahora en la casa de ella, que es un mejor piso y tiene mejor posición que la de él. La casa de él no está mal, tiene tres habitaciones grandes, vista al mar; pero han decidido venderla de modo de vivir con amplitud económica el tiempo que les quede en Cuba, con lo cual impedirían además que, en vez de quedarse el Estado con las dos casas cuando a ellos finalmente los reclamen, se tenga que quedar con una.

La segunda pareja la integran un español de cierta edad y una joven mulata graduada en Lengua Inglesa, fanática de Los Van Van, el ajedrez y la fotografía. Desde 2002 el español visita el país tres y hasta cuatro veces por año. O, mejor dicho, viene al país a visitarla. Están buscando una casa para comprarla.

De modo que cuando aquel mediodía coincidieron ambas parejas cuyos sueños tan bien encajaban, lo tomaron como una cita. Del bar salieron para la casa en venta y ajustaron el precio: 40.000 euros en la mano.

Entonces viene cómo hacer la venta sin que lo vea el Estado, que no quiere ni oír hablar de que alguien vendió su casa o la permutó por una más pequeña a cambio de dinero. Un amigo del vendedor, que sabe de esas cosas, da la solución. Fue una semana muy agitada, de mucho papeleo y gasto de dinero pero productiva.

La licenciada y el dueño de la casa se casan. El amigo de éste, el hombre que diera la solución, tiene un amigo que puede hacer que, a cambio de cierta suma, el matrimonio aparezca consumado años atrás, después la licenciada y el ahora ex dueño de la casa se divorciarán y acordarán, al dividir los bienes gananciales, quedarse él con los muebles, el refrigerador, el televisor, y ella con la casa. Claro está que todo esto será pura formalidad, él nunca se llevará los muebles, y el matrimonio, aunque legal, se quedará en eso, ceremonia y muchas fotos para colgarlas en la sala.

Pues, desde luego, están los vecinos, a muchos de los cuales, en todos los barrios, de todas las provincias, de todos los municipios de toda la isla, les gusta hacer anónimos, disfrutan esa muy antigua pasión literaria que ya en los días de la Inquisición había conocido uno de sus más sonados boom, y está, acucioso, insomne, el CDR, que lo que no sabe, lo presume.

Pero el nuevo matrimonio no carece de imaginación, ni de asesoramiento al respecto, ni de la experiencia histriónica que, sacada de quién sabe cuál educación secreta, demuestran, puesto que no son actores profesionales. De modo que acordaron horas para dejarse ver en el barrio, paseando de manos cogidas y cinturas rodeadas por el brazo de vez en cuando; horas para dejarse ver juntos en la casa, con las ventanas abiertas, además de algunas conversaciones grabadas que ella ha venido pasando de noche, de modo que desde el pasillo nunca han dejado los vecinos en estos meses de "oírlo" a él hablando con ella y a veces cantando muy al fondo, como si lo estuviera haciendo desde el baño.

Pronto será el divorcio, con lo que no tendrán que seguir actuando estos singulares esposos, y podrá ella, al fin, traer a vivir a su casa, como ha sido su sueño, a su macho del alma, al tipo que le rompe el "coco", un sonero con el que venía viéndose en secreto, pues el tipo era casado, desde su primer año en la escuela de Letras, y dedicarse con él a vivir del alquiler en divisas de las dos habitaciones de la casa que dan al mar, por lo que no necesitará del español.

Casi un final feliz, pues a la otra pareja, por lo que me dicen, si bien todavía no ha podido salir del país, buena vida no les falta.


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