Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Represión, Oswaldo Payá

¿Cómo la debe estar pasando Ángel Carromero en 100 y Aldabó?

La táctica que se usa en 100 y Aldabó para obtener información, en vez de investigar seriamente, es la de mantener al detenido en condiciones muy precarias

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El español Ángel Carromero Barrios, acusado por el Gobierno de Cuba de ser culpable de la muerte de Oswaldo Payá Sardiñas, ya fue trasladado a la sede del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) conocido popularmente como: “100 y Aldabó” por la dirección donde se localiza.

Pareciera un procedimiento normal, pero no es así. En cada provincia de Cuba hay un DTI que se encarga de investigar los hechos con responsabilidad penal, lo que se llama: “proceso de instrucción”, para finalmente llevar a cabo un juicio en la provincia donde se haya cometido el delito.

Pero, dada la incapacidad probada de los instructores del MININT en todas las provincias, cuando un caso es de interés del Gobierno, es trasladado a 100 y Aldabó para que sea atendido por lo mejorcito que tienen en la actualidad, que realmente también deja mucho que desear en cuanto a capacidad intelectual para resolver los casos.

La táctica que se usa en 100 y Aldabó para obtener información, en vez de investigar seriamente, es la de mantener al detenido en condiciones muy precarias, que incluyen torturas físicas y psicológicas, esperando que no las soporte y esté listo para declarar lo que a ellos les conviene, sin importar mucho si es la verdad o no.

En el caso de Ángel Carromero la situación se complica, porque necesitan que declare de una forma muy específica que los libere de la culpa por el asesinato de Oswaldo Payá y que, de paso, le sirva al Gobierno para retomar su imagen de víctima de los “enemigos externos que conspiran contra la Revolución”. Además, está de por medio el factor “tiempo”, ante las presiones internacionales, tanto diplomáticas como mediáticas.

Esto hace que Ángel esté probablemente sometido a una presión mayor de lo normal, esté siendo extraído de su celda varias veces al día, a cualquier hora, para ser conducido a los cuartos de instrucción y ser presionado por los mejores oficiales que tienen en el arte de intimidar y persuadir, no solo de la Sección de Homicidios, que es la que debería encargarse del caso, sino de otro grupo que tienen en 100 y Aldabó formado por oficiales más experimentados para apoyar a las secciones en casos más complicados, o cuando los oficiales a cargo no logran avanzar en la investigación.

Es habitual que estos interrogatorios se realicen a muy bajas temperaturas, en un cuarto pequeño con un aire acondicionado muy potente, donde el instructor tiene un buen abrigo y el preso está temblando, vestido con short y una camisa ligera sin mangas. Los cambios bruscos de temperatura y la exposición a bajas temperaturas son la forma más usada de tortura física el 100 y Aldabó sin dejar huellas.

No me extrañaría que uno de sus interrogadores sea una oficial con los grados de Primer Teniente, de tez muy oscura y alrededor de 50 años, llamada Juana, a la que en una ocasión el Mayor Armando Freyre González, ex jefe de la Sección 7 de Delitos Especiales llamó como: “Juana la Negra”, famosa por su capacidad para lograr mejores resultados que el resto de sus compañeros.

El tiempo en que Ángel no esté siendo intimidado, coaccionado y amenazado, estará en una celda de dos metros de ancho por tres metros de largo, totalmente tapiada y casi herméticamente cerrada, excepto por una ventanita formada por tres ranuras en forma de “V” invertida colocada al fondo de la celda como a dos metros de altura, y por la rendija que hay entre la puerta de la celda y el piso.

Las celdas están diseñadas para sentir un calor insoportable en verano y un frío igualmente extremo en invierno. Yo estuve en 100 y Aldabó en los meses de febrero, marzo y abril, estuve ahí en los días más fríos del año 2009 y era imposible dormir por la noche por la falta de ropa de abrigo, ya que solo teníamos una fina sábana media roída por el tiempo de uso y una enguatada.

Pero los días calurosos eran los peores. Hay presos se acuestan en el piso mugroso, sin camisa, para recibir un poco de frialdad, o una tenue brisa pegando la cara a la rendija inferior entre la puerta de la celda y el piso. Muchas veces comentamos que si ese calor extremo era así en tiempo de frío, ¿cómo sería en los meses de verano?, sin dudas un infierno capaz de convencer a cualquiera de decir lo necesario con tal de salir de allí.

No solo era el calor, sino su combinación con la humedad de la celda y la sensación de ahogo dentro de aquel espacio de seis metros cuadrados compartido con otras tres personas más, que debíamos permanecer acostados o sentados en las literas de hierro afincadas con cadenas a la pared, ya que por el estrecho pasillo entre las camas, de unos 60 centímetros de ancho, solo puede pasar una persona para dirigirse al “baño”, que consiste en un espacio de un metro cuadrado en la parte izquierda delantera de la celda, con un hueco en el piso para depositar los excrementos y un tubo sobre el hueco, de donde sale un chorro de agua tres veces al día durante 20 a 30 minutos para bañarse, lavar algo, o beber agua.

En algunas celdas esta salida de agua no tiene llave para ser regulada, por lo que sale el chorro de forma incontrolable mojando la cama inferior izquierda e inundando la celda. En otras es tan poca el agua que sale, que sus ocupantes deben concentrarse en recopilar toda la que puedan para beber o utilizarla en limpiar un poco el “baño” y mitigar el olor desagradable. Cada celda tiene por fuera una llave de paso para que los carceleros regulen el agua según su criterio, o la orientación que tengan de los instructores en el proceso de “convencimiento” del reo.

Sobre la cama superior de la derecha, en todas las celdas, hay una estructura aparentemente de concreto macizo, que atraviesa toda la habitación por su parte más larga. Esto es algo verdaderamente extraño, mide aproximadamente 40 centímetros de alto por 40 centímetros de ancho y su función es la de provocar una sensación de estrechez en la celda, pues una parte de su volumen está ocupado por esta aparatosa construcción, aparentemente muy sólida. Además de haber muy poco espacio para cuatro personas, como máximo seis metros cuadrados y un volumen total inferior a los 18 metros cúbicos, se encuentra esta ¿cosa?, que no solo le roba espacio a la celda físicamente, sino que da la impresión que se lleva muchísima de la poca área que hay. Yo estuve durmiendo varias semanas en la cama superior derecha, justo debajo de dicha estructura, y hay que tener muy en cuenta su presencia. Si a uno se le olvida que está arriba y se trata de parar sobre la cama, el impacto sobre la cabeza es demoledor. Estando sentado en la cama, me quedaba esta columna horizontal a unos centímetros más arriba de la cabeza. En el caso de una persona alta, posiblemente su cabeza tropezaría con ella.

La higiene dentro de las celdas es pésima. Como utensilios de limpieza los guardias tienen, para todas las celdas del piso, una escoba vieja de 50 centímetros de largo que ya casi no tiene los pelos o fibras con los que se barre. Existe también un palo grueso que se usa para tratar de destupir la letrina en caso de que esté atascada. Lo más importante, tienen un pedazo de tela que se usa como frazada de piso para limpiar o para recoger el agua que se sale del baño e inunda la celda. Todos estos ¿útiles de limpieza? hay que solicitárselos con tiempo y en préstamo a los guardias, que los traen cuando se acuerdan, o cuando toque el turno detrás de otras celdas que están en cola para usarlos.

Cuando ya la letrina no aguanta más de la mugre que tiene impregnada y el mal olor, se le puede pedir a los guardias que viertan un poco de ácido clorhídrico, para que de esta forma se afloje la suciedad, y luego pedirles prestado el pedazo de escoba para frotar y tratar de retirar la suciedad. Lo más común es que se solicite varias veces el ácido y no lo traigan, hasta que alguna de esas veces accedan a dar un poco. Sin embargo, a veces los guardias solitos abren la celda y ellos mismos echan el ácido y dan instrucciones de cómo proceder, con evidente interés de que se vea el baño limpio. Esto siempre es señal de que se avecina alguna inspección de la Fiscalía.

La comida no es escasa, pero muy mal elaborada. Es común que huela a cucarachas o que sirvan alimentos raros o de dudoso contenido, como una vez que nos dieron un revoltillo de huevo muy grasoso que parecía confeccionado con grasa no comestible. Nunca dan frutas o verduras, y el plato fuerte más común es una fritura de harina conocida como: “la frita asesina”. A veces ofrecen, amablemente, agua fría después de la comida. Lo primero que te advierten otros presos más viejos en 100 y Aldabó es que no la aceptes, pues viene con una sustancia a la que llaman: “habla habla”.

Dentro de las celdas de 100 y Aldabó está prohibido leer o escribir absolutamente nada, ni ningún tipo de juego o distracción, sin importar el tiempo que los seres humanos lleven aislados del mundo en estas mazmorras. Están diseñadas para volver locos a los desdichados que están encerrados dentro de ellas y torturados psicológicamente, por lo que no puede haber nada que los distraiga, hasta que el preso no aguante más y se rinda, y termine diciendo y firmando lo que sabe… o lo que quiere escuchar el instructor.

Lo único que se puede hacer durante las 24 horas del día es pensar, dormir, o hablar con los demás presos; excepto el tiempo en que se es trasladado para ser interrogado, o los minutos en los que se está comiendo, bañándose, o tratando de acumular agua para el resto del día. Son pocos los que pueden dormir allí adentro plácidamente, con tanto estrés y preocupación sobre qué va a pasar con uno en el futuro inmediato. Se está totalmente incomunicado, excepto por la visita familiar semanal de diez minutos en presencia del instructor, o de la visita del abogado bajo la supervisión de un guardia a través de un cristal y en un cuarto lleno de micrófonos.

Otras de las cosas prohibidas de entrar desde el exterior y muy restringida es el papel sanitario, que solo se puede obtener de los carceleros una vez al día entre las 9:00 AM y las 12 del día, un pedacito de 20 a 30 centímetros por persona, de papel muy delgado y de mala calidad. Si no se pide en ese horario, ya después no se puede conseguir, te dicen que se acabó, aunque no sea cierto. Incluso, aunque se haga el pedido en tiempo, muchas veces no lo dan.

Otra forma de presión consiste en los compañeros de celda con que pongan a Ángel, que pueden ser desde los peores delincuentes, hasta agentes del MININT con la orientación de trabajarlo psicológicamente y convencerlo de la conveniencia de acatar las instrucciones de los oficiales a cargo del caso.

No se puede creer en la veracidad de las declaraciones que haga Ángel Carromero estando en “100 y Aldabó”. Deben estar chantajeándolo con la amenaza de una larga condena por homicidio o por cuanta bajeza se les ocurra a los mejores instructores de “100 y se Acabó”, sobre todo si está en manos de esbirros de cerebro retorcido como: “Juana la Negra”.


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