Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Política

Conteo regresivo

Cuba tiene una sola opción: cambiar, una responsabilidad que recae totalmente en los que detentan el poder.

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El diferendo entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, un proceso conflictivo que nació desde 1959, comenzó su conteo regresivo con las primeras medidas tomadas recientemente del gobierno de Barack Obama.

Cuando arribó al poder en 1959, el gobierno revolucionario emprendió un proceso de nacionalización de la propiedad que, al amenazar los intereses de Estados Unidos, condujo al deterioro de las relaciones, hasta que el conflicto pasó a ocupar el centro de la política bilateral. La ruptura de relaciones diplomáticas y el intento de invasión por Bahía de Cochinos, en 1961; el embargo comercial y el bloqueo naval en 1962, las leyes Torricelli y Helms-Burton en los años noventa, la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre y la creación de un Fondo para la Libertad en la presente década, fueron algunos de episodios.

Para los cubanos, el daño principal de esa política oficial radica en que solapó las contradicciones entre Estado y sociedad, facilitó el desmontaje de la sociedad civil y condicionó el estancamiento que ha conducido al país a la actual crisis.

En los años sesenta del siglo XIX, bajo la presidencia de Abraham Lincoln, se proclamó la emancipación de los esclavos y se aprobaron constitucionalmente los derechos cívicos básicos de los afronorteamericanos, quienes, armados con esos instrumentos legales, iniciaron una cruenta lucha hacia la plena igualdad con los ciudadanos blancos. A pesar de infinidad de obstáculos, la convivencia con la población blanca fue forjando en los negros una conciencia creciente de pertenencia a la nación y de igualdad de sus derechos. Este sentimiento desembocó, a mediados del siglo XX, en el poderoso movimiento cívico que obligó al Congreso a reconocer la inconstitucionales de las leyes sobre la segregación, la enseñanza, el transporte, el voto, el alquiler de viviendas y el trabajo.

Gracias a esas legislaciones, los negros se registraron para el voto, se elevó su número en la Cámara de Representantes, en las legislaturas de los estados del Sur y en los gobiernos locales. En 1966 fue electo el primer negro como senador federal; en 1984 el reverendo Jesse Jackson, como eventual candidato presidencial; en 2001, el general Colin Powell como secretario de Defensa, entre otros, hasta desembocar en enero de 2009 en la elección de Obama como presidente de la nación.

El espacio cerrado

Con el alivio a las restricciones a los viajes familiares y las remesas, entre otras cuestiones, los cubanos residentes en Estados Unidos con un parentesco de hasta tres generaciones podrán viajar anualmente a la Isla, gastar hasta 179 dólares diarios y solicitar un permiso adicional, por emergencia familiar. Además, la nueva ley presupuestaria dejó sin fondos cualquier control gubernamental de ciertas restricciones para vender comida y medicinas al gobierno cubano, que ahora no se pagarán por adelantado.

La eliminación de esas restricciones pone sobre el tapete la posibilidad de pasos subsiguientes, algo que depende ahora de las medidas que La Habana disponga. La tesis de "no cambiar nada hasta que el otro cambie" está contra la pared.

En Cuba, se requiere ahora de una voluntad política superior, pues los cambios encontrarán un pueblo desesperanzado, apático, descreído e inmerso en una negativa moral de sobrevivencia. Con independencia de cualquier razón para haber demorado las transformaciones, el resultado ha sido que los problemas irresueltos se han multiplicado. Sin embargo, en medio de esa desventaja habrá que proceder a las transformaciones, pues las condiciones internas y externas obligan a marchar hacia una situación donde todos seremos perdedores.

Desaparecido el socialismo de Europa del Este, el triunfo de Hugo Chávez en los comicios venezolanos de 1998, celebrados con casi el 57% de los votos emitidos, es uno de los factores que han permitido a La Habana posponer una vez más el inicio de reformas. Sin embargo, en el referéndum constitucional de febrero de 2009, de 11.517.632 venezolanos que asistieron a las urnas, los votos a favor y en contra se dividieron aproximadamente en un 55 y 45%, mientras casi cinco millones se abstuvieron.

Los once años de Chávez en el gobierno han demostrado que los intentos de alcanzar el poder por las urnas para derivar hacia el totalitarismo carece de perspectivas; que los vencedores tienen que revalidarse una y otra vez por las urnas, donde la decisión ciudadana y la sociedad civil llevan la voz cantante; que los esfuerzos coyunturales dirigidos sólo a distribuir terminan en el fracaso, si no se acompañan con cambios estructurales; que esos resultados ponen al gobierno cubano en posición incómoda al apoyar procedimientos democráticos al exterior y a la vez negarlos al interior.

A esos cambios en la región se agrega la nueva política de Estados Unidos, lo que constituye un fuerte golpe contra el inmovilismo del régimen y brinda una excelente oportunidad para pasar la página de la confrontación y entrar al capítulo de las negociaciones.

Es momento de demostrar la voluntad de normalizar las relaciones en un plano de igualdad, expuesta por el presidente Raúl Castro, y de la necesidad de introducir "los cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios" anunciados en julio de 2007. Más que una respuesta a las medidas unilaterales tomada por el gobierno norteamericano, serían pasos a favor de los propios cubanos. Víctimas del conflicto entre los dos países, han retrocedido en materia de derechos a la época colonial. Con el tiempo agotado y el espacio cerrado, Cuba tiene una sola opción: cambiar, una responsabilidad que recae totalmente en los que detentan el poder en estos momentos.


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