Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Sociedad

Contra el muro del castrismo

Otra forma de disentir: Nuevas redes sociales comercian, prestan libros y acompañan enfermos para romper el monopolio del Estado.

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La casa es sencilla, con paredes de ladrillo rojo al descubierto y su techumbre de tejas criollas. No aparece por ningún lado la opulencia. La riqueza de los que viven en ella está en la discreción con que lo están haciendo todo.

En momentos en que el régimen arrecia contra la disidencia interna, contra el flagelo de la corrupción estatal y hasta engulle a algunos de los hasta entonces monigotes "intocables", una red de abejas humanas y hormigas con ánimos de gigantes se apresta a sobreponerse al "gardeo" de la cada vez más macabra presión por parte de la Seguridad del Estado.

La liebre saltarina

A la casa traen carne de res, tan prohibida en la Isla como en Bombay, pero por razones muy diferentes. La traen en pequeñas cantidades, acaso medio quintal que es repartido en pequeñas bolsas de nylon, en porciones de dos o tres libras, a lo sumo cinco. Hasta aquí pudiera parecer que es un simple tráfico, pero lo curioso del caso es que antes del sacrificio, el animal es supervisado por un veterinario que certifica que la res está en completa salud.

Ya comer carne de res en algunos lugares no ofrece peligro, cierto es que cuesta unos pesos de más, pero se asegura el mercado, se mantienen los clientes, y niños y ancianos comen del nutritivo alimento.

Hay "entidades" o personas que a título personal están asumiendo la tarea de romper los cercos de la desidia institucionalizada, oficial. A la casa llegan partidas de jabones, detergente y otros artículos de aseo personal que "entran" primero al mercado negro que a la red estatal recaudadora de divisas. Este es un caso en que la iniciativa individual hace impenetrable el control policial, y en el peor de los casos les pone orejeras y lentes oscuros a los ojos y oídos de quienes deben vigilar.

Otro caso recurrente es el del patrocinio, supervisión y acompañamiento de las iglesias a las zonas de desbalance social. Aquí es la Iglesia Católica la que lleva la mayor experiencia, aunque se sabe de las gestiones de algunas denominaciones evangélicas. La Iglesia Católica, a través de su organización Cáritas-Cuba, distribuye medicinas, alimentos y artículos de aseo personal con gran regularidad y eficacia, a pesar de las trabas gubernamentales, aunque con (un poco) menos presión que las iniciativas individuales.

Sucede que varias personas llevan años intentando establecer un comedor o restaurante familiar para ancianos y personas desvalidas, pero hasta ahora ha sido infructuoso el acercamiento y nulo entendimiento con las autoridades locales. En algunos casos, los gobiernos locales (Poder Popular) han hecho menos resistencia, pero tampoco han brindado todo el apoyo que ellos mismos desearían con tal de quitarse de encima la lluvia de quejas y malestares que se les arrima cada día.

Comedores sociales y miniguarderías infantiles: una vasta red de voluntarios para el acompañamiento de enfermos, minusválidos, niños y ancianos en estado de postración son una faceta de ese empuje que el Estado no puede controlar en su totalidad.


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