Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Sociedad

Contra el muro del castrismo

Otra forma de disentir: Nuevas redes sociales comercian, prestan libros y acompañan enfermos para romper el monopolio del Estado.

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El patito feo

El lado más arduo es, sin dudas, el de la disidencia y la oposición. Si al gobierno le importa menos de dónde entra el dinero manejado por organizaciones internacionales como Cáritas-Cuba, OPS/OMS, ONU y otras más que el destinado a ayudar a sobrevivir a la oposición, no es por una simple lógica de autodefensa.

El temor del gulag tropical viene por la fuerza que puedan tomar sus opuestos. La desarticulación malvada de una biblioteca independiente, lo mismo en Marianao, Camagüey o Gibara, ha hecho a muchos a volver a reunir igual o mayor cantidad de bibliografía sin mucho ruido, tragándose el nombre y los apellidos de la nueva institución y ofreciendo en silencio los servicios de préstamos de libros, videocasetes, discos y revistas con materiales diversos sobre democracia y transición, así como consultas bibliográficas y hasta una arriesgada prestación de fotocopia e impresión de documentos, en caso de contar con el equipamiento.

Son las nuevas redes sociales, las que ante la embestida policíaca han escogido el silencio a la promoción debida y merecida. El estado de terror declarado contra la disidencia ha llevado a muchos a desconfiar del prójimo. Pero ya son varios los casos en que los miembros de alguna organización clandestina recibe la voz de alerta, venida de las mismas entrañas de los cuarteles y lo toman en realidad como un aviso a tiempo y no como una intimidación de rutina.

La condolencia o la misericordia o el cansancio o los restos de dignidad (o todo junto) llevan a la colaboración. Los más radicales pegarán el grito en el cielo, pero los casos están, la Cuba cotidiana está llena de ejemplos. Las personas que dan estos testimonios, aunque se nieguen a poner la cara, existen y así lo atestiguan.

Unos se oponen al linchamiento y otros al repudiable acto de repudio, unos a la marcha burlesca ante la tribuna y otros ante los tediosos discursos televisivos, hay quien se opone al aplauso y elige el silencio.

La grieta en el muro no sólo es tras el primer martillazo. El rasguño constante también lo ayuda a caer.


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