Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Sociedad

Crímenes sin castigo

El gobierno dice haber solucionado los casos de los sacerdotes asesinados, pero la impunidad campea por su respeto en la Isla.

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Cartel de la serie policíaca 'Tras la huella', de Cubavisión. (LA VANGUARDIA)

Cartel de la serie policíaca 'Tras la huella', de Cubavisión. (LA VANGUARDIA)


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Un hombre murió degollado dentro de un cañaveral en la otrora granja Coloma No. 4, municipio de Puerto Padre, allá por la segunda mitad de la década del sesenta. Otro, apareció muerto en el patio de una escuela en la finca Macagua No. 10, próxima a la carretera central, entre Guáimaro y Las Tunas.

Un tercero, al que abrieron el cráneo con un hacha, fue encontrado incinerado entre los rescoldos de su bohío, en una zona apartada del municipio de Jobabo (Las Tunas). Y un cuarto, oficialmente registrado como asesinato, apareció en un potrero con la cabeza rota, falleció poco después en el hospital provincial de Camagüey. Sospechosamente, la casa del occiso también fue consumida por las llamas. Todas esas muertes ocurrieron antes de 1990 y todavía hoy están sin esclarecer.

Al final de la década de los ochenta, la cifra de asesinatos impunes en Cuba se encontraba a la vista del entonces ministro del Interior, José Abrahantes. El también finado general elevó el perfil investigativo de esos casos, al disponer que los planes de trabajo sobre esos crímenes sólo debían ser aprobados por el general de división Pascual Martínez Gil, a la sazón viceministro primero del Interior.

No pocos de esos asesinatos, ocurridos casi 20 años atrás, debían investigarse aceleradamente, o nunca los criminales llegarían a sentarse en el banquillo de los acusados, dada su prescripción legal.

Pero la defenestración ocurrida en el Ministerio del Interior, a raíz de los sucesos de la Causa 1 del 89, que no sólo acabó con la dirección nacional de esa institución, sino también con los mandos de las catorce provincias del país, contribuiría con la fecha roja: hoy no se investiga un asesinato del mismo modo en que se hace contrainteligencia militar o se persigue a los opositores políticos.

Sólo por 'Radio Bemba'

Hoy se habla mucho de los dos curas españoles asesinados en La Habana, pero nada del joven al que le aplastaron la cabeza en un callejón de Puerto Padre, el 18 de febrero de 2008, precisamente un año antes de que mataran al padre Eduardo de la Fuente.

Tampoco se dice nada de la mujer que fue asesinada mientras dormía en su casa del barrio La Morena, del mismo Puerto Padre, hará la friolera de tres lustros. Cuántos crímenes como estos han ocurrido en la Isla y permanecen impunes… Es poco probable que la Dirección Técnica de Investigaciones (DTI) ofrezca el dato.

En La Habana, la criminalidad aumenta. Los medios de comunicación no informan sobre este tipo de hechos, pero "Radio Bemba" hace lo suyo.

"Hay un número alto de crímenes pendientes de resolver. Lo primero es que nadie informa nada. Hay poco conocimiento y eso también dificulta su esclarecimiento", afirma Elizardo Sánchez Santacruz, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN).

A unos cien metros de donde reside Sánchez, asesinaron a un hombre, a puñaladas, dentro de su vivienda. Entraron a matarlo.

"Había huellas y restos, pero todavía no han cogido a nadie. Es un ejemplo entre 500, pero es lo que suele pasar", añade.

Según el activista de derechos humanos, "el aparato represivo está demasiado ocupado en ver cómo piensa la gente y no atiende la seguridad pública, que es muy precaria".

Unos sin recursos, otros sobre ruedas

"¿Qué hace a la población particularmente vulnerable y a los delincuentes impenetrables?", preguntamos a un coronel que fuera jefe de la Policía en La Habana.

"La población no es más vulnerable a la delincuencia que otras del mundo. Incluso lo es menos que la de Nueva York, Cali o Madrid. Tampoco puede hablarse de delincuentes impenetrables, porque científicamente ningún ser humano lo es. Otra cosa son los métodos y los medios con que cuenta un policía para identificar a un criminal", dijo el jefe de policía, hoy en retiro.

Otro primer oficial que ocupara un importante cargo en la policía nacional, afirma: "Siempre no tuve un automóvil nuevo, yo sé lo que es investigar a pie".

Aunque en Cuba la policía política todo el tiempo va sobre ruedas, en gran medida las investigaciones policiales "ordinarias" se realizan en transporte público, valga decir, a pie.

"Si usted no conseguía esclarecer rápidamente un asesinato o un robo grande durante las primeras horas (cuando se cuenta con el apoyo de la guardia operativa y de los jefes que llegaban por curiosidad o para echar una mano), ya tenía que prepararse para dormir con la pesadilla de ese muerto mientras estuviera en el cargo", recordó alguien que, antes de desempeñarse en el DTI, fue carcelero del comandante Huber Matos en la Isla de Pinos.

Matos lo recuerda en sus memorias como el gendarme que se hacía ver "bueno".

"Si usted no conseguía esclarecer el crimen en las primeras investigaciones, después tenía que arreglárselas con sus medios, y sus medios eran los pies", apunta.

Desde el otrora departamento técnico al actual DTI, han transcurrido décadas; pero el panorama de la policía nacional que se dedica a esclarecer delitos, no ha mejorado. Cientos de investigadores no cuentan ni con un caballo malo para ofrecer su oficio, y sus carencias repercuten en la ciudadanía.

"Me alegra que agarren a los asesinos de los curas españoles, pero eso no mejora la idea que yo tengo de la policía", dijo a CUBAENCUENTRO.com Alberto Reyes, un campesino al que hace cuatro años le robaron su sistema de regadío, 44 ruidosos tubos de aluminio de seis metros de largo, que aún la policía no ha podido encontrar.

Otro tanto piensan miles de ciudadanos que han sido víctimas de ladrones, a los que la policía nunca ha podido capturar.

De acuerdo con Elizardo Sánchez, "da miedo caminar por algunos barrios a partir de cierta hora, aunque los asaltos se producen lo mismo de noche que de día".

"Eso antes no pasaba", admite.

El Instituto Superior del Ministerio del Interior acaba de graduar poco más de 2.000 oficiales, 800 en la zona occidental y 1.400 en la región oriental del país. Muchos de ellos serán dedicados a perseguir opositores políticos. Para reprimirlos, contarán con todos los medios; pero, a los destinados a luchar contra la delincuencia, de poco le valdrán los conocimientos teóricos si no ponen en sus manos los medios para ejercitarlos.

Lástima que sean los ciudadanos quienes paguen las insuficiencias de la policía. Todos los problemas se resuelven en la televisión, pero la calle es otro mundo.


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