Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Moral, Crítica, Espacio Laical

Crítica a la moral socialista

Cuba debe cumplir su destino, rescatar su dignidad de Isla, que sea premio y deje de ser nostalgia, el rastro de un país mejor, donde no se imponga vivir en un “mundo feliz”

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Teresa Díaz Canals[1], acaba de publicar un artículo titulado La Isla promesa (Una visión de la moral social en el presente cubano). La retórica boba del castrismo penetra todos los estratos de la sociedad cubana, incluso impera entre sus intelectuales más destacados; sin embargo, una vez despojado de sus referencias literarias, el documento merece ser reseñado, pues por primera vez dentro de Cuba alguien defiende en un medio “oficial” su derecho a vivir en la isla de acuerdo con sus ideales y su propia conciencia.

Advierte con toda modestia doña Teresa al comienzo de su texto que: “Hablar de moral en el mismo momento en que ocurren los acontecimientos es un atrevimiento. No obstante, en el terreno de las ciencias sociales la imprudencia es un método y sobre la base de esa afirmación se aventuraría a esbozar algunas ideas” útiles.

Aclarado este punto, comienza su análisis recordando que en Cuba, a partir de los años sesenta del pasado siglo, cobró fuerza un discurso que reclamaba el sacrificio personal para promover y conformar un proyecto diferente al capitalista en aras de un futuro luminoso pero que “como podemos comprobar en estos momentos, nunca llegó”.

Advierte con agudeza que a pesar de los cambios que transforman la ciudad, se sigue apelando al viejo esquema de “trabajar y resistir” pero en plan masoquista pues todo el mundo sabe que el futuro está en otra parte.

Enumera una lista esperanzadora de cambios que animan al cubano de a pie, entre los que se destaca el próximo levantamiento del embargo. Sin embargo, aclara que el mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos no debe ocultar las dificultades de la vida cotidiana que afectan al pueblo, ya que éstas nada tienen que ver con la situación internacional. En efecto, Díaz Canals se preocupa por la impresionante lista de disfuncionamientos sociales que no por conocidos causan menos pavor al lector: robo de bultos postales, estafa al consumidor, sin olvidar el aspecto desolador de La Habana y sus cotidianos derrumbes.

A pesar de que algunos de estos problemas son solventados por la prensa, estima la articulista que nadie se ha atrevido a señalar sus causas verdaderas, a saber la ineficacia del sistema y la pérdida de los valores morales cimientos de toda sociedad y todo ello porque

“La mencionada prédica del renunciamiento provocó un distanciamiento entre la historia y la vida personal, lo que convirtió la vida cotidiana de muchos ciudadanos(as) en una pesadilla”.

Entonces al fin se hace la pregunta que estábamos esperando: ¿Qué pasa con la moral en Cuba? Su respuesta es lúcida y lapidaria aunque se pierde entre tanta palabra inútil: los valores no se pueden imponer desde arriba, concluye.

Corroboramos lo que ya sabíamos: los intentos del castrismo por regular esos (y muchos otros) aspectos de la vida social a través de comisiones reguladoras, “cátedras de valores”, propaganda televisiva y otros esperpentos del mismo género fracasaron estrepitosamente. Así lo constata no sólo Díaz Canals, sino hasta el propio órgano oficial del Partido Comunista[2].

Termina su exposición afirmando justamente que la ética del renunciamiento es una decisión política cuya aceptación ha de ser consultada a la población. Recuerda Teresa, que tras el rechazo en nombre de la “dignidad de la nación” de la ayuda propuesta por los Estados Unidos miles de personas se quedaron (y todavía están) sin techo.

“El poder tiene el deber de escuchar a sus ciudadanos por canales institucionalizados y no institucionalizados. Hay que saber qué piensan los afectados, no pensar por ellos, porque los seres humanos no solo aspiran a vivir, sino a vivir bien”.

Seguiremos con atención las reacciones que sin dudas despertará este texto dentro de Cuba y fuera de ella.



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