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Economía, Reformas, Protestas

Cuba, ¿comienza una nueva era?

¿La semilla del Cambio? ¿Veremos cambiar a Cuba?

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Paula Bravo, una inteligente editora de Opinión en CNN me pide que dé respuestas a las preguntas que conforman este titular. Y me pongo a la tarea. Confuso pero orientado, cansado pero optimista, valiente pero cobarde. ¿Será posible brindar un criterio sensato con premisas tan contradictorias?, ¿Cabrá una opinión que haga justa esta columna?

Temo que no, porque tanto en La Habana como en Miami y Washington, donde “se decide” la realidad cubana, se vive cautivo de premisas también contradictorias y sus resultados, muy a menudo, resultan fallidos. Pero empecemos.

Pelea fundamental y contrincantes

Washington precisa, con su política hacia Cuba, a las otras dos ciudades del conflicto. Porque desde allí se ejerce el embargo comercial contra Cuba, que La Habana odia y Miami adora. El gobierno cubano aspira a arreglarse con Washington, mientras desprecia a Miami, porque prefiere hablar con “los jefes” y no con “los empleados”. Pero dicha analogía, aunque cautivadora, no es exacta ni buena, porque no fueron otros que los exiliados de Miami quienes gestionaron y lograron el endurecimiento del embargo hasta su forma actual en la primera mitad de los años 90. La Fundación Nacional Cubanoamericana, capitaneada entonces por Jorge Mas Canosa, logró dos leyes bicamerales: la Ley Torricelli (1992) y la Helms Burton (1996) que son por las que desde hace 29 años (1992) Cuba comenzó su protesta ante Naciones Unidas, obteniendo grandes victorias en ese foro, pero al que Estados Unidos no hace caso. En 2017 fueron diez los legisladores cubanoamericanos, entre senadores y representantes, quienes llevaron al presidente Donald Trump a emitir sus 243 medidas contra Cuba. Y más importante aún, son las mismas figuras políticas las que lograron que el presidente Biden haya seguido sin chistar la política cubana de Trump, cuando había prometido todo lo contrario.

Además, la clase política cubana en Estados Unidos, el exilio, e incluso los cubanos que literalmente no son ya exiliados, porque acostumbran a viajar a Cuba, están encantados con el desprecio de La Habana, porque les alimenta su desprecio cerval a la “cúpula de poder” cubana.

¿Comienzo de una nueva era?

No. Porque la idiosincrasia política del gobierno cubano, y los cubanos que lo apoyan, es radicalmente contraria a la de los opositores y el exilio, que muestra exactamente la misma polarización y odio que hace 60 años. Ambos se consideran poseedores de la verdad absoluta sobre la naturaleza de las cosas, entre las que se encuentra Cuba, y por tanto se consideran “superiores moralmente”, ambos. Y a ninguno de los dos, aunque lo repitan, les interesa primordialmente como ven las cosas los de abajo. A la luz de los últimos hechos, no veo elementos de una “nueva era”. Porque tanto en La Habana como en Miami, gobiernan los extremos. Y para ambos, la nacionalidad, el ser cubano, su simple opinión, no perfecta, pero siempre oportuna, significa absolutamente nada, si no comulga con una de las de ellos. “Gusanos” y “Clarias”[1], exiliados y comunistas se insultan los unos a los otros, sin comprender que el verdadero drama cubano, es que ambos, tirios y troyanos son, en esencia, iguales. Dos extremos que se tocan, y a pesar de sus distantes ideologías, terminan siendo lo mismo.

Tomemos, por ejemplo, “la continuidad”, precepto político ideológico en La Habana, como artículo de fe. No se sabe en realidad qué significa ni hasta dónde llega dicha continuidad. Solo que indica fidelidad al pasado. A aquel tiempo, cuando vivía y gobernaba Fidel Castro, un estadista que jugó con las posibilidades políticas de su época hasta la saciedad, primero porque era una época de confrontación social mundial, segundo porque tenía el apoyo soviético a su desorganizada economía y tercero porque sencillamente era Fidel Castro. Existía, estaba vivo, era primus inter pares[2], admirado y despreciado igualmente por tirios y troyanos. Sentó pautas, ganó y perdió, pero su influencia y liderazgo trascendieron las fronteras de Cuba ¿Quién de los bien alimentados burócratas gubernamentales puede ser igual a Fidel Castro?

Pero aquí en Miami también reina “la continuidad”. Sin nombrarla como en Cuba, pero vive saludablemente. Heredera política directa de quienes salieron de la isla al principio de 1959, seguidores del “hombre”: los batistianos. De los exilios posteriores, más populares, identificados con conceptos democráticos, por los cuales precisamente entraron en la cárcel o en contradicciones políticas dentro de Cuba, no pervive casi nada que identifique al “exilio histórico” con corrientes menos autoritarias, más liberales, más ilustradas, pluralistas o simplemente democráticas. Nada ha cambiado en propósitos ni métodos. Si se toma hoy un programa de Armando Pérez Roura, radical anticastrista de la radio miamense, y se pone al aire 30 años después, no habría variación alguna en el mensaje. Los radioyentes se emocionarían, pensarían de nuevo, como Willy Chirino, que el fin de “los castros” Ya Viene Llegando, para decepcionarse una vez más, poco después, como con el reciente y fracasado 15 de noviembre en Cuba. Último apocalipsis de tantos vaticinados ya, que terminarían con el comunismo cubano, y que, para no variar, también falló.

Y Washington, sorpresa, es también un entusiasta de “la continuidad” de los comunistas y los exiliados cubanos, ya que después de 60 años de embargo/bloqueo, lo que se le ocurre es innovar con más de lo mismo. Con la excepción de Barack Obama, cuya política abrió las puertas del entendimiento, pero el gobierno cubano tuvo miedo, porque pensó que el imperialismo se le quería colar por la cocina. Y el exilio lo rechazó, porque también tuvo miedo: la posible solución cubana pasaba por la paz, no por una derrota sanguinaria del castrismo.

La semilla del cambio

Toda sociedad humana cambia constantemente, y también la cubana. Efectivamente cambió con las medidas sociales y económicas impulsadas por Raúl Castro, insuficientes, pero que indicaban adónde se podría llegar, y así fue la respuesta de la población cubana a las mismas.

Pero el problema fundamental en el tratamiento adecuado de toda semilla, incluso en temas económicos, sociales y políticos, es saber cómo cultivarlas para que germinen, crezcan, den su fruto, y también en una relativa y sana libertad, para que dicho tratamiento adecuado resulte en un fin provechoso: por ejemplo, uno bien sencillo: el bienestar de la población. No existen hojas de ruta exactas en el desarrollo de las semillas y menos posible es querer llegar a un glorioso fin en que concuerden su generoso fruto de las semillas con el cronograma político de algún partido. En el caso cubano podemos ver que además de la pandemia y el bloqueo norteamericano, no ha resultado nada bien la unificación monetaria, y la actualización, después de años de pausadas reuniones y sesudas decisiones gubernamentales, pero que, al parecer, en el ámbito de realidades que chocan con la ideología de la continuidad, se escogió, una vez más, la ideología por encima de la realidad.

Por todo lo anterior, la semilla del cambio económico existe, pero es indispensable que los jardineros sepan cómo permitir que se convierta en frutos. Y si el cambio productivo tiene lugar, las semillas para un estado socialista de derecho ya prometido deberían tener los mismos preceptos de cuidado, y de libertad para su consecución. Porque no solo de buena comida vive el hombre.

¿Veremos cambiar a Cuba?

El deseo del cambio existe, la necesidad también. Todos lo esperan de la situación actual, la diferencia es hasta dónde desean ese cambio, según sea su convicción política.

Habría al menos, cuatro caminos fundamentales, con algunas variantes cada una que sería extenso considerar.

  • Que el gobierno cubano fuera capaz de satisfacer las necesidades crecientes de la población, tal como decían los viejos manuales marxistas, incluidas las legales y morales.
  • Que se logre un diálogo de reconstrucción nacional entre las fuerzas opositoras internas y externas, con aceptaciones ideológicas por ambas partes, ya que, si las fuerzas del exilio quisieran participar en ese proceso, implicaría naturalmente el cese del embargo estadounidense.
  • Que la propia política estadounidense solicite a Biden una revisión del caso cubano y que dicha solicitud arroje medidas positivas respecto al comportamiento social de Cuba y sobre todo respecto al embargo comercial.
  • Que se empeore la situación económica y política en Cuba desastrosamente, hasta el punto que Estados Unidos intervenga en la Isla. Dicha opción, sería la más peligrosa y lamentable, no solo para la ciudadanía cubana, sino para la soberanía e historia política de Cuba.

Esto último depende en parte de lo que suceda antes en dos lejanos teatros geopolíticos: Ucrania y Taiwán. Como se sabe, Rusia y China, que amenazan esos territorios, abogan por un mundo multipolar, ––contrario al mundo unipolar actual donde Estados Unidos ejerce una hegemonía planetaria–– cada polo con su zona de influencia, y determinadas por una potencia militar. De llegar el mundo multipolar, que disminuiría la importancia planetaria de Washington, ya sabemos cuál sería la zona de influencia estadounidense.

No sé qué situación catalizadora podría facilitar la colaboración entre el gobierno cubano y el exilio. En este momento es como un cuento de hadas, pero a veces el futuro se esconde en los pliegues de la realidad.

Y que el gobierno cubano evolucione, sea capaz, no sólo de definir en incontables reuniones del Partido como quiere que sea Cuba para gobernarla, sino que pegue el oído a la tierra, a la realidad del cubano de a pie y sea capaz de hacer progresar al país, a pesar del embargo económico. Cosa poco fácil, pero que, de lograrlo, aunque fuera un solo un poco, habríamos dejado de ser, por primera vez en nuestra historia, dependientes de un gobierno extranjero.

Respecto a una evolución de la política de Biden respecto a Cuba, hay que considerar la mala posición actual del presidente en el escenario nacional e internacional. Aquello de que “Cuba no es una prioridad”, sería una respuesta muy real, para la difícil situación del presidente de Estados Unidos.

Así que Paula, hemos terminado el ejercicio solicitado en la cantidad de palabras concedidas. Ansío que hayan merecido la pena, y creo firmemente que veremos cambiar a Cuba, aunque deseo, casi con fervor, que no sea para lo peor porque sabemos, lamentablemente, que ése es el camino hasta ahora más andado.


[1] “Gusanos” les ha llamado tradicionalmente la revolución cubana a los compatriotas que no comparten su ideología. “Clarias” –– una variedad anfibia del pez gato muy extendida en Cuba–– les llaman, los que se oponen al gobierno de la isla, a los partidarios del gobierno.

[2]Primus inter pares —en latín—en castellano: el primero entre sus iguales.


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