Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Represión

Cuba: humanos sin derechos y derechos humanos

El régimen insulta y denigra a todos los opositores

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El Palacio de la Revolución, en La Habana, es la capital de los miserables, con voceros dispersos por todo el mundo.

Difaman igualmente a vivos que a muertos. Lo de “en paz descanse” no vale para esos miserables y sus secuaces “internacionalistas”, que a cambio de unos días en Varadero, una beca para estudiar algo en Cuba, una invitación a la embajada cubana en cualquier país del mundo, un puñado de armas, o hasta por idiotez por cuenta propia, venden a su madre, abuela y bisabuela, y juran por Lenin, Che Guevara y Marx, que vieron lo que haga falta ver, como aquel esclavo en “Sinuhé el egipcio” que vio salir un ave por la nariz del faraón recién fallecido.

Como para la dictadura cubana el fin justifica los medios, se explica la infamia alegando la defensa de la revolución, cuando en realidad no es defensa de nada, sino una oleada de ataques para denigrar adversarios, y además ya hace mucho tiempo que en Cuba no hay revolución. Bajo nombres pomposos como “Operación Verdad” o “Cibermambí” se organizan pandillas digitales para fusilamientos morales de opositores. Durante más de medio siglo, para el totalitarismo cubano no han existido nunca adversarios decentes, sino traidores, gusanos, bandidos, piratas, escoria, mercenarios, grupúsculos, agentes del imperialismo, conspiradores, vendepatrias, arrastrados. La decencia y la honradez, para la mafia de La Habana, es monopolio exclusivo de los “revolucionarios” cubanos y de cualquier parte del mundo, siempre que apoyen al régimen: da igual si son personas decentes, tontos útiles, gangsters, terroristas, ilusos, asaltantes de bancos, gobernantes vitalicios, guerrilleros sin trabajo o pandilleros de barrio. Siempre ha sido así, por aquello de “Dentro de la revolución, todo. Fuera de la revolución, nada”.

Siempre aparece un roto para un descosido, como dice el refrán; siempre un hijo de puta para una ignominia. Y los facinerosos, con el beneplácito de La Habana, lo mismo atacan verbalmente a blogueros de viaje que difaman a cualquier adversario, fabrican calumnias y tergiversan realidades, esconden información y lanzan cortinas de humo diversionistas, montan un mitin de repudio contra una familia humilde o golpean mujeres y ancianos, reprimen a religiosos y “parametran” a quienes no les resultan incondicionales.

Para pretender denigrar a cubanos decentes que se enfrentan al régimen totalitario, sean quienes sean, cuando sea y donde sea, e independientemente de las posiciones que asuma cada contestatario (con los que no tenemos que estar de acuerdo siempre), continuamente aparecen ratas de cloaca prestos al vilipendio y la difamación, disfrazados de intelectuales, analistas, proletarios, periodistas, activistas comunitarios, anónimos, indignados, personas “objetivas”, blogueros oficialistas, académicos, dirigentes sindicales, comentaristas en foros digitales, muertos de hambre morales, resentidos, profesores, acomplejados, viles, decadentes, oportunistas, y todo lo más bajo de la fauna moral del “antiimperialismo consecuente”.

Ahora, a pocos días de tener que rendir cuentas sobre los derechos humanos en Cuba ante las organizaciones de la ONU, el gobierno cubano se aparece, una vez más, con la cantaleta de que en la Isla se violan tales derechos por culpa del imperialismo. “Los problemas y obstáculos que impiden la promoción y protección de los derechos humanos en Cuba son la continuidad de la política de hostilidad, bloqueo y agresiones de sucesivos gobiernos”, de Estados Unidos, dice el régimen sin ni siquiera sonrojarse.

Es decir, un cubano residente en el exterior no puede visitar su país de nacimiento sin una visa del régimen a causa de lo “malos” que son “los americanos”, y por culpa de esos “malos” el gobierno cubano tiene que desconocer la Declaración Universal de Derechos Humanos, que en su artículo 9 expresa que “Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado”, o en el 18 señala que: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”.

El mismo día de la entrega del Premio Sajárov del Parlamento Europeo a Las Damas de Blanco —otorgado desde 2005, pero solamente recibido ahora, cuando las premiadas pudieron ir a Europa a recogerlo— , las letrinas digitales al servicio de las peores causas de la humanidad hablan de supuestos escándalos de malversación en esa agrupación, y pretenden difamar a mujeres que están entre las más decentes de Cuba con el apelativo de mercenarias, como si esas Damas no tuvieran personas muy cercanas en las ergástulas de la tiranía, ni sentimientos en sus corazones.

El régimen —único empleador oficial en Cuba— deja sin trabajo a los disidentes y sus familiares para someterlos y humillarlos, entonces los califica de vagos, y cuando reciben ayuda del exterior los acusa de mercenarios. ¿Y cómo llamar a una dictadura que vive de las dádivas de un gobierno extranjero, sea soviético o venezolano, o de turbios ingresos de sus “corporaciones” encargadas de “romper el bloqueo”, y ni aún así es capaz de asegurar una existencia decente para sus ciudadanos? Pues se le califica como “gobierno revolucionario”.

Pueden parecer absurdos los intentos de la dictadura para denigrar opositores, pero las cosas no son tan sencillas, ni sus esfuerzos caen en el vacío absoluto: le he preguntado a cubanos con poco tiempo de haber llegado a Estados Unidos, y me han dicho que Las Damas de Blanco desfilan semanalmente “porque les pagan”. Lo que demuestra que tales campañas del régimen no son tan irracionales, y eso lo saben muy bien en La Rinconada y en la Plaza de la Revolución.

La dictadura cubana, en el informe sobre derechos humanos en el país, que será presentado en Ginebra el próximo primero de Mayo, pretende confundir y tergiversar las realidades. Insiste en la universalidad de los derechos a la salud pública y la educación de todos los cubanos, pero se cuida muy bien de admitir que ha negado y niega atención médica a disidentes, simplemente por el hecho de serlo. Pregunten a Sonia Garro y su esposo, después de más de un año detenidos sin acusaciones ni juicio, y a otros disidentes más, rechazados de instalaciones médicas, por su derecho a la salud pública.

Por otra parte, está claro que nadie medianamente sensato puede estar contra el derecho a la salud y la educación de todos los seres humanos, sea en Cuba, Oslo, Rawalpindi o Cochinchina. Pero eso nunca puede ser razón ni pretexto para justificar impunidad de los tiranos para conculcar libertades, detener a personas por “peligrosidad”, o exigirles visa para entrar a su país de nacimiento.

Durante los años del subsidio soviético el régimen señalaba que “el derecho al trabajo” era uno de los más importantes derechos humanos, para desviar la atención de otros derechos que castraba continuamente. Pero desde que la bancarrota del régimen amenazó públicamente con lanzar a más de un millón de trabajadores a la calle —con la complicidad de los sindicatos oficialistas— ese supuesto derecho se evaporó como por arte de magia, travestido en un sálvese quien pueda no oficialmente declarado.

Quienes cuestionen la versión oficial sobre la realidad de los derechos humanos en Cuba, elaborada por el régimen, y que será presentada ante la ONU, serán tildados de cualquier cosa que se le ocurra a la tiranía o a los miserables fundamentalistas al servicio de sus intereses. Para esa dictadura no hay adversarios decentes. Por otra parte, quienes aplaudan sus “logros” en materia de derechos humanos serán considerados personas respetables y “amigos”, aunque se trate de vulgares delincuentes.

Porque no se trata de un problema de derechos humanos, sino de que en Cuba hay más de once millones de humanos sin derechos.


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