Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Cambios

Cuba: recomposición de intereses y oportunidades palpitantes

Las actuales reformas económicas de Cuba no exhiben, inmediatamente ni de forma visible, un impacto político

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Raúl Castro por fin ha implementado reformas en la economía cubana. Estos cambios, aunque no restauran el capitalismo, revierten importantes conquistas de la revolución. El próximo VI Congreso del PCC consolidará la reconfiguración del abanico de escenarios posibles. Por un lado, se logrará evitar el colapso económico; por otro, se fortalecerán los sujetos asociados al mercado. Las nuevas orientaciones parecen responder a una recomposición de intereses ocurridos en un sector de la actual élite dirigente de Cuba, lo que podría activar conflictividad social. Sin embargo, los cambios difícilmente conducirán a un colapso tipo URSS, aproximándose, más bien, a las pautas china o vietnamita. A veces hay que cambiar para que todo siga igual.

Las reformas económicas: de la parálisis al frenesí

El pasado 1 de agosto de 2010, Raúl Castro comunicó, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), el próximo recorte de alrededor de un millón de empleados estatales. Para contrarrestar los efectos de tal medida, el General anunció, también, la ampliación del “ejercicio del trabajo por cuenta propia y su utilización como una alternativa más de empleo de los trabajadores excedentes, eliminando varias prohibiciones vigentes para el otorgamiento de nuevas licencias y la comercialización de algunas producciones, flexibilizando la contratación de fuerza de trabajo” (Castro, 2010).

Esta apertura a la micro-inversión, dado su carácter compensatorio, traspasa el punto de no retorno. Estamos frente a un decisivo giro ideológico en el pensamiento económico del régimen cubano. El “cuentapropismo” ha dejado de ser comparado con “pirañas” capitalistas necesarias (en Henken, 2008) y se ha transformado en un vehículo para “incrementar niveles de productividad y eficiencia”, alejándose de “aquellas concepciones que condenaron el trabajo por cuenta propia casi a la extinción y a estigmatizar a quienes decidieron sumarse a él, legalmente, en la década de los noventa” (Granma, 24-sep-2010). Por fin, el Estado ha firmado un tratado de paz con los propietarios de pequeños restaurantes y cafeterías, talleres de reparación de automóviles, pequeños productores de calzado, taxistas o arrendadores de habitaciones a turistas.

Esta medida puso fin a la larga parálisis del Gobierno de Raúl, cuyo ascenso, en 2006, había estado rodeado de profundas expectativas de cambio. Su bandera de “no tenemos derecho a equivocarnos”, justificante de la inmovilidad adoptada, fue intercambiada por una frenética carrera que culminará en abril de 2011, con el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.

El pasado 8 de noviembre, Raúl, en presencia de Hugo Chávez, y como reconocimiento a la importancia de la relación con este último, anunció, en el Acto Conmemorativo del Décimo Aniversario del Convenio Integral de Cooperación Cuba-Venezuela, la Convocatoria al máximo cónclave cubano, el cual tendrá un solo punto: la economía. Para ello, han sido publicados los “Lineamientos de la Política Económica y Social”. Este material, desde ese momento, está circulando entre los militantes del partido para orientar las discusiones pre-congreso, que incluyen a las organizaciones de masas y otros espacios de consulta (que no de toma de decisión) dirigidos a la población.

Sin ofrecer detalles, ese documento anticipa que se acabarán los “subsidios y gratuidades indebidas” (punto 44) y que se procederá a la “eliminación ordenada de la libreta de abastecimiento” (punto 162). Es un problema. Serán anónimos burócratas estatales quienes definirán lo “indebido”, aboliendo, mientras tanto, el sostén al consumo de los sectores más pobres, los que no reciben divisas del exterior ni logran obtenerlas en Cuba.

Después de medio siglo, el desempleo está regresando a las calles cubanas, producto de los despidos masivos y es ingenuo pensar que todos pasarán, automáticamente, al sector cuentapropista. Incrementará la desigualdad y pobreza a cambio de finanzas estatales sin déficit. Los ocho meses desde el discurso de Raúl ante la ANPP hasta el Congreso del PCC, coloca a la Isla frente a hechos ante los cuales apenas tiene tiempo de reaccionar. Empero, indudablemente, además de perdedores, hay ganadores.

Recomposición de los intereses de la élite dirigente

En los complejos dilemas de políticas públicas de la encrucijada cubana, se están tomando decisiones que fortalecen a los sujetos asociados al mercado. Los “Lineamientos” son relevantes por lo que dicen… pero también por lo que no dicen.

Del sector externo cubano se escribe como si no existiera una élite gerencial digna de mención. Su actividad, en efecto, es prioritaria, dado el carácter vital de las divisas que se captan por las exportaciones, con las cuales se financia la importación de bienes y servicios que Cuba requiere y no produce, principalmente alimentos. Mientras con el sector cuentapropista predominó una relación tensa que este año se convirtió en estratégica, con los gerentes ha predominado el silencio público y el amor privado.

El trato que el régimen ha debido articular con este sujeto socioeconómico no es un asunto menor. Los gerentes conducen operaciones vinculadas al comercio exterior de las que la economía cubana no puede prescindir. Su nivel de vida privilegiado, en el interior de una sociedad donde reina la escasez, genera confusión en tanto el discurso estatal imperante insiste en la vigencia de los ideales igualitarios del socialismo cubano.

Este grupo tiene miembros dirigentes y miembros de base. Los primeros, y esto hay que subrayarlo, han sido parte de la élite política, lo cual ha incidido en un trato inclusivo, dotando al conjunto de gerentes del sector externo de una estructura que hoy tiene la tarea de representar sus intereses —una especie de organización de masas gerencial—: la Cámara de Comercio de la República de Cuba (Centeno, 2010).

Los gerentes han adquirido creciente relevancia para explicar los cambios políticos en la Isla. Haroldo Dilla Alfonso, ex integrante del Centro de Estudios de América de La Habana, los considera una de las alas dominantes del régimen: un sector “representado por los militares”; la otra es “el grupo más conservador afincado en la burocracia partidaria” (2010:13). Para él, ambas facciones tienen una relación conflictiva.

La caracterización sobre la creciente influencia de los gerentes se ha fortalecido a partir de la expulsión del PCC del prestigioso académico Esteban Morales, luego de que este denunciara, en un artículo publicado en el sitio de Internet de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, en abril de 2010, a “un grupo de funcionarios de muy alto nivel” cuya “corrupción resulta ser la verdadera contrarrevolución, la que más daño puede hacer, porque resulta estar dentro del Gobierno y del aparato estatal” (Morales, 2010). Se refería a dos casos de corrupción; uno, en el Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba; y, otro, que involucró a la empresa mixta Río Zaza. ¿Quién y por qué expulsó a Morales del PCC? La interpretación más viable es que intereses vinculados al grupo de los gerentes de más alto nivel presionó dentro del instituto político para que tomase esta decisión.

De este modo, se han desarrollado fuertes intereses vinculados al mercado, que permean la dirigencia política y se extienden por toda la rama del sector externo. Más aún, con la actual ampliación a la pequeña inversión privada anunciada por Raúl, es posible que los gerentes puedan convertir sus grandes ahorros en inversión. Aunque el alcance de la ampliación cuentapropista no permite la aparición de burgueses, sino de micro burgueses, se fomentan intereses económicos irresistibles. Así, la actual apertura al establecimiento de pequeños negocios, con la posibilidad de contratar fuerza de trabajo, señala el espacio legal donde se puede presionar por un mayor espacio a la iniciativa privada.

Las posibilidades de restauración capitalista

Reconocidos estudiosos de la Cuba contemporánea, radicados en el exterior, esperan que la capa gerencial pueda transformarse en una nueva burguesía nativa, constituyendo la fuerza social restauradora del capitalismo en la Isla. El punto de referencia para sostener tal pronóstico ha sido lo ocurrido en la URSS y Europa del Este. A los gerentes cubanos se les ha homologado con los gerentes de empresas soviéticas que, luego del desplome del sistema político socialista, pasaron de directores a propietarios. Se pronostica que los primeros compartirán la trayectoria histórica de los segundos, por lo que aquéllos serían, en este momento, una burguesía larvaria (Pérez-López, 1999; Domínguez, 2007; Mujal-León y Busby, 2004; Dilla, 2005 y 2010).

Sin embargo, es endeble la dependencia que tal expectativa mantiene con la autoridad asignada a la comparación con el que fue el caso en la URSS. Da por sentado que gerentes cubanos y soviéticos compartirán la misma trayectoria histórica; pero, aunque ambos actores comparten una misma ubicación en la estructura industrial, se desenvuelven en contextos políticos distintos.

Para que los gerentes soviéticos buscaran la privatización, no bastó con reformas económicas orientadas al mercado (la perestroika). Influyó, de forma decisiva, el contexto de lucha y división política al interior de la élite en la URSS bajo el mandato de su último presidente, Gorbachov. Esta última característica está ausente en el caso cubano.

Reforma económica e inestabilidad política fueron dos ingredientes que coexistieron en el caso ruso que, sin embargo, pueden hallarse de forma separada. Este fue el caso en China, donde las reformas económicas de Deng Xiapoping a finales de los años setenta del siglo XX, no desataron una lucha interna en la élite. La comparación con el caso soviético seguramente no es la más acertada si se busca construir pronósticos para el caso cubano. Será más pertinente comparar a los gerentes cubanos con sus pares en China, Vietnam o las ex repúblicas soviéticas asiáticas.

Del modo en que ha sido formulada, la expectativa de la restauración capitalista en Cuba, da por sentado —con la muerte de Fidel— el próximo desplome del sistema político, descartando la variante donde no se geste tal situación. En este sentido, es necesario abrir analíticamente el escenario de continuidad, no sólo el de ruptura.

Oportunidades en la nueva ecuación política cubana

Así, las actuales reformas económicas de Cuba no exhiben, inmediatamente ni de forma visible, un impacto político. Más bien, reconfigura el abanico de escenarios posibles en función de un incremento del potencial actoral de sujetos socioeconómicos en expansión difícilmente removibles, cuyo estatus, aunque permitido por el Estado, está otorgado por el mercado, lo que, plausiblemente, les dotará de asertividad.

En la actualidad, la ecuación política cubana se ha estudiado, principalmente, a través del análisis de los movimientos en la élite política. No obstante, aunque ella tiene mayor conciencia de los cambios que se producen, el rumbo que toman y el monopolio de su implementación, su puesta en marcha esboza, palpitantes, las oportunidades.

Por un lado, con los actuales cambios, los sujetos asociados al mercado adquieren mayor peso específico; por otro, al ocurrir esto último en detrimento de las posiciones populares, se abre el espacio para el (no inexorable) conflicto social. En este contexto, el discurso estatal de reivindicación continua de los valores socialistas, puede jugar en contra de la inclinación autoritaria al mercado de la élite dirigente.

Es decir, estarían gestándose, en Cuba, oyentes para un discurso socialista que impulse la democracia desde el centro de trabajo, proponiendo una relación plan-mercado lejos del estatismo recalcitrante y de la desregulación extrema; con base en formas de propiedad lejanas del monopolio burocrático y de la gran propiedad privada.[1] Sin embargo, debido a que las decisiones económicas están diseñadas de modo en que no alteren la dominación política de la élite privilegiada, una renovación socialista democrática sólo se materializaría mediante una nueva Revolución, esta vez, contra el régimen castrista.

En conclusión, e independientemente de los escenarios posibles, Cuba no parece prestarse a una caracterización definitiva. Se está perfilando en la Isla un modelo económico híbrido en cada vez mayor tensión con la ideología oficial. La recomposición de los intereses económicos de la élite dirigente y los discursos que, potencialmente, habilitan las actuales reformas, son las principales claves de lectura a tomar en cuenta.





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