Demasiados ceros
¿Serán acaso los 80 millones de EE UU lo que merecemos tras arriesgar el pellejo y las tripas en el intento por deshacernos del totalitarismo castrista?
La vieja expresión popular "hacerte un número ocho" (embromarte, ocasionarte daño) alinea entre las que no han caído en desuso en Cuba. Tal vez debamos considerar su vigencia como otra conquista de la revolución. A fin de cuentas, la historia del último medio siglo podría resumirse para nosotros como el redondeo de un descomunal número ocho trazado por el régimen.
Así que no hay forma de que veamos este número con buenos ojos. Mucho menos si trae ceros de escolta, lo mismo de un lado que del otro. Si el cero viene a la izquierda, porque nos recuerda lo que somos ante la dictadura totalitaria. Si viene a la derecha, porque multiplica, vigoriza al ocho, que es representación de nuestra desgracia. Y a mayor potencia, más peligro.
Por ello tal vez nos ha ocasionado un cierto desconcierto saber que el gobierno de Estados Unidos aprobó un presupuesto de 80 millones de dólares como fondo inicial para el apoyo de la disidencia interna en nuestra isla. Qué va. Son demasiados ceros a la derecha del ocho. Preocupan. Meten miedo.
Y no es que no nos guste que nos ayuden, pero si a nuestro gusto hubiese sido elaborado, en lugar de tantos ceros y de otros ofrecimientos que nos gustan menos, el segundo informe de la llamada Comisión de Asistencia a una Cuba Libre, brindaría, ante todo, apoyo moral y respeto absoluto hacia nuestros asuntos internos, entre los cuales el más interno y el más nuestro es la lucha por alcanzar la libertad y la democracia, con esfuerzos y medios propios, y también con el apoyo de todos los demócratas del mundo, pero sin tutores.
Parece como si a los artífices del informe en cuestión, muy especialmente a los de origen cubano, no les enseñara nada (tal vez porque lo miran desde una distancia cósmica) el patético cuadro que sufre hoy Latinoamérica, a merced de una jauría de caudillos populistas que es obra y responsabilidad total de políticas y políticos indolentes, corruptos, que se pasaron la vida medrando a costa de la democracia y del tutelaje extranjero, y que ahora sencillamente se cruzan de brazos, o se marchan con su música a otra parte, dejando a la gente desesperanzada y, lo que es aún peor, manipulada en cuerpo y alma.
¿Acaso será ese el número ocho que nos merecemos luego de haber arriesgado el pellejo y las tripas en el intento —lento, silencioso y pacífico, pero aplastante, como el elefante— por deshacernos del número ocho totalitarista?
Una prudente distancia
El segundo informe de la Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre (que para mal de males contiene 80 páginas, ocho con cero a la derecha) menciona la existencia de una comisión, nombrada por allá, sin nuestro voto, y hasta de un coordinador que, según dicen, se dedicaría a extendernos la democracia, lavada ya, tendida, seca y planchada.
Habla igualmente sobre la utilidad de esa gran hazaña patriótica que es impedir que las viejitas de la Isla desayunen, bloqueándoles la llegada de remesas para la leche en polvo. Y habla sobre un sesudo programa de capacitación y entrenamiento made in USA para periodistas independientes de aquí, a los que, a juzgar por la intención, consideran punto menos que bobos.
Pues, no gracias. Reconocemos la desinteresada labor de los redactores del informe, pero para nuestro gusto, contempla demasiados ceros, a la izquierda y a la derecha.
Es una lástima que en esta ocasión —y ojalá que sea la última— no nos quede otro remedio que coincidir con el régimen en cuanto a la discrepancia sobre ciertos aspectos de la letra de este informe (por más que discrepamos esencialmente en lo referido a su espíritu, no a la letra), pero nos queda el consuelo de que nuestras diferencias se localizan justo en el punto en que más coincide el informe con las prácticas y el estilo clásicos del régimen.
Según dicen que dijo, el cacique Hatuey rechazó el ofrecimiento sacrosanto de ir al cielo con tal de no correr el riesgo de volver a encontrarse por allá con los conquistadores españoles. En nuestro caso, tal vez no debamos ser tan rígidos. No obstante haber pasado por el asador muchas más veces que Hatuey, nos conformamos con mantener una prudente distancia ante todo el que pretenda hacernos un número ocho, sea con los ceros a la izquierda o a la derecha.
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