Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Derrumbe

Derrumbe

En la calle Salud hubo un derrumbe el martes en la noche y se reportaron cuatro muertes. Dicen que la cifra no está actualizada, que después aparecieron más cadáveres, pero eso quizás no lo sabremos nunca a ciencia cierta

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Los cubanos creemos demasiado en los milagros. En los de la estática. Porque día tras día viviendo con el peñasco de Damocles sobre la cabeza, terminarás siendo crédulo, confiado, hasta que suceda lo inevitable: que una palabra tan pródiga como salud se te atragante en el centro del cerebro.

En la calle Salud hubo un derrumbe el martes en la noche y se reportan cuatro muertes. Dicen que la cifra no está actualizada, que después aparecieron más cadáveres, pero eso quizás no lo sabremos nunca a ciencia cierta. No se han publicado las edades de las personas fallecidas, entonces presuponemos que existen menores de edad entre los muertos.

Dicen que el edificio estaba declarado inhabitable. Que los albergues para acoger a todas las personas que carecen de casa en esta ciudad no alcanzan. Que cada vez que pasa un ciclón por Cuba, la tragedia se multiplica.

Lo cierto es que muchas personas se niegan a abandonar sus casas porque muchas viven el resto de sus días albergadas, en estado de total promiscuidad y nunca reciben un techo porque ya lo tienen, pero colectivo e inseguro.

Me explico. Conozco un matrimonio que vive en un albergue. Durante uno de los ciclones perdieron su casa. Están albergados en una vieja edificación que fue una fábrica, ya por supuesto, desmantelada. El enorme espacio se convirtió en una cuartería, separadas las habitaciones por planchas de cartón tabla que no alcanzan a cubrir hasta el altísimo puntal. Allí hay gente de toda laya. Los robos son frecuentes. Los delincuentes, a veces algunos de los mismos albergados, vigilan hasta que las personas de una de los cuartos se marchen al trabajo o acaso a algún paseo. Saltan por encima de los tabiques y roban sus pertenencias Por eso los albergados viven en condiciones muy precarias, no pueden tener objetos de valor o electrodomésticos. Y si los poseen no pueden disfrutarlos. Deben mantenerlos resguardados en cualquier otra parte, dependiendo de la buena voluntad de un amigo o de la familia.

Dicen que los cuartos que sobran, los alquilan los administradores de estos lugares a jóvenes del campo que no tienen dirección fija en La Habana y vienen a ejercer la prostitución en la ciudad. En las noches, algunas de esas mujeres que viven solas son asaltadas y violadas sin que nadie se entere. Existe total impunidad para el violador porque la víctima ¿a quién denunciará?

El matrimonio que conozco es de personas decentes. Él tiene dos trabajos. Por la noche se desempeña de custodio y me ha jurado que tiene menos sobresaltos durante las guardias que cuando duerme en el albergue. Porque, además, se supone que los albergados para aspirar al otorgamiento de una casa, demuestren que realmente la necesitan estando albergados. Sus nombres integran un larguísimo escalafón. Saben que pueden acortarlo: pero no tienen dinero para hacerlo. Es mucha la demanda y poca la oferta de viviendas. Y ya se sabe que, como en algunas permutas, los funcionarios oyen propuestas.

Lo único que les queda es desgastarse en trámites burocráticos sin esperanzas. Todavía me pregunto cómo han podido conservar su matrimonio en medio de tanta sordidez, en medio de tanto abandono. Porque además, si pasara un ciclón por esta Habana —Dios no lo quiera— ellos tendrían que ser evacuados en otro lugar porque, según se les ha comunicado, en el que se encuentran hoy, no existe la seguridad adecuada.

Ante tanto mal vivir, hay quien elige asumir el riesgo de apostar por el milagro: el de la estática. Al menos, decidir que no quieren vivir en una horda. Cerrar su puerta y mirar su televisor, si pueden.


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