Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Crónicas

Desde mi observatorio

Muchas son las señales del cambio en la Cuba de hoy: en las calles, el mercado, las paradas de ómnibus y hasta en la televisión.

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La Tierra se mueve alrededor del Sol y nadie la ve moverse. Sin embargo, se mueve. Yo, desde mi casa, lo deduzco por los cambios que en la luz se van operando entre el amanecer y la noche.

Igualmente, puedo apreciar en las esquinas, en el mercado, en las paradas de ómnibus y hasta en la televisión, los cambios que a diario siguen teniendo lugar en la realidad cubana, aun cuando en la superficie de esa realidad todo parezca seguir inmóvil, hecho de hormigón armado.

Ahora mismo volvieron a ser un éxito las elecciones. El "voto unido", famosa medicina política para mantener unidos a los ciudadanos, "conjuro para seguir en la nave donde vamos resistiendo con éxito los embates del Moby Dick del Norte" (le oí decir a un orador), volvió a triunfar. Nadie en Cuba ni fuera de Cuba lo dudaba.

De modo que eso no dice nada. Maquillaje.

La gente que en otro tiempo sacó sus santos de yeso a la calle y los hizo añicos delante del vecindario para que no existieran dudas, ha vuelto a prenderles velas. Las templos están llenos, siempre hay un cura bautizando, un babalawo tirándole los caracoles a alguien que sueña con viajar, y hasta en la televisión vemos a los famosos del día, actores y músicos, esa gente que dicta la moda, luciendo a pecho descubierto, cuando no llevados fuera de la camisa, casi como un desafío, ostentosos crucifijos o medallas de santos.

Hasta las más modestas casas ponen su guirnaldita al llegar la Navidad, nadie se esconde para celebrar la Nochebuena, y la bandera patria, antes ondeando en puertas y balcones en los días de festejos y conmemoraciones, hoy apenas se ve. La del 26 de Julio, ni siquiera el día 26 de julio la vería uno, a menos que saliera de expedicionario por la ciudad en automóvil, con tiempo y con mucha gasolina.

En las calles, la gente, antes tan cautelosa, habla hoy hasta con los desconocidos. Los bolígrafos y las fosforeras han dejado de dar miedo. En las novelas policiales, serían hoy un recurso pasado de moda de autores sin imaginación. Es más, estas novelas (hablo de las cubanas), que tanto contribuyeran en otro tiempo a vivir en el miedo, han dejado de interesar. Ni las compra el público, ni los autores de entonces las escriben. Menos aún los jóvenes novelistas, esa raza nueva interesada sólo en lo nuevo.

La ley de la acumulación

Muchas son las señales del cambio que sigue teniendo lugar sin que lo parezca, al modo de los movimientos telúricos. Enumerarlas llevaría días y mucha memoria. No hace tanto tuvieron lugar las asambleas populares, en las que se oyó de todo, no siempre en el mejor de los tonos. Y como en otras elecciones de los últimos tiempos, también las que acaban de tener lugar indican, sumados votos en blanco, votos anulados y gentes que no fueron a votar, que al menos un 10% del electorado no apoya al gobierno.

En una población de casi 12 millones de habitantes, de los cuales votan ocho millones y cuarto, dichos nada enigmáticos 800.000 y pico de abstencionistas, si bien por mandato constitucional no pueden organizarse políticamente, no dejan de significar una cifra preocupante. Un sismólogo político no la pasaría por alto.

800.000 y pico, digo, suponiendo que todo el que votó lo haya hecho a conciencia, haya votado porque lo sentía, no por temor a "señalarse". Y suponiendo, como decía ayer en una esquina un calvito con cara de ilustrado, que los resultados de las elecciones hayan sido los que nos dieron, cosa que él personalmente no pondría en duda, puesto que en Cuba el ciudadano puede ir a su colegio a ver el escrutinio. Aunque este último lamentaba que, complementando esa demostración de transparencia, no se hicieran públicas en los periódicos las votaciones de la Isla, colegio por colegio.

Esto, decía él, les cerraría el pico a los deslenguados que nunca faltan, y mencionaba el caso de un malpensado, vecino suyo, que decía que no siendo él ubicuo, conocer el escrutinio de su colegio nada le aseguraba.

Estas mismas dudas electorales que mencionaba el calvito, quién, por muy vecino íntimo de uno que fuera, se habría atrevido antes a manifestarlas.

Y qué decir de la asombrosa metamorfosis en el caso de los intelectuales, antes "las partes blandas de la sociedad" y hoy considerados "el escudo y la espada de la nación". Supongamos que el concepto oficial sobre ellos no haya variado, pero indica algo que la retórica usada para designarlos sea la misma que se utiliza para hablar del legado del Moncada.

En fin, ha habido cambios aunque no lo parezca. El aparato estatal está completo. Todo parece estar igual que antes, pero nada está como antes. Como la Tierra a la salida del sol, todo se ha movido y seguirá moviéndose. Es la ley de la acumulación, el modo de trabajar los pequeños cambios antes de convertirse en cambios de calidad. Metido en su oficina, uno no se había dado cuenta pero de repente se acabó el día.


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