Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Sociedad

Doña Basura

El personaje de los Fraggle Rock se adueña de las principales ciudades de la Isla. Los residuos sólidos 'campean por su respeto'.

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Irrumpen las chivichanas y una nata de moscas zumbantes se levanta del basural. Un perro bebe de un salidero de aguas servidas, el hedor avasalla y de fondo los tambores reclaman más delirio. Es domingo. El lunes todo podría ser casi igual.

Por momentos, hay zonas de las ciudades de la Isla que recuerdan los deprimentes óleos de Tomás Sánchez, uno de los más formidables paisajistas cubanos, que durante años pintó la serie Basureros, en parte inspirado en la experiencia de la Isla.

Algunos piensan que la geografía del detritus sugiere un apartheid en servicios comunales. En los barrios de la periferia capitalina, como Alamar o La Lisa, u otros populosos y de urbanística más hacinada como el centro habanero o el municipio 10 de Octubre, son frecuentes las montañas de desechos en las esquinas o los espacios yermos nacidos de los derrumbes o las demoliciones.

Las advertencias firmadas por la policía de "no arrojar basura aquí" son letra muerta y parecen incitar a hacer justamente lo contrario.

En los circuitos turísticos o diplomáticos, ubicados en las avenidas del Vedado o Miramar, el paisaje conserva una pulcritud de tarjeta postal cartesiana. Arbustos bien podados, céspedes sedosos en los parterres, alcantarillas destupidas, aceras lisas, señalizaciones de tráfico y latones bien cerrados.

"Pago por ver un basurero en la Quinta Avenida o en la de los Presidentes", apuesta un vecino de Lawton, al recordar que esas elegantes arterias son atendidas esmeradamente por cuadrillas, e incluso regados sus jardines.

Pedro Lugo, barrendero de la empresa Aurora, no está de acuerdo con esas presuntas asimetrías. "Lo que sucede es que las personas de esos lugares tienen mejores modales y no les gusta la cochambre", explica.

"Conozco gente en Alamar que lanza la mierda desde los balcones en bolsitas de nailon", recrimina molesto. "Son unos salvajes. Deberían vivir en la selva".

El gran vertedero

Juan Peña, director de servicios comunales en la capital, dijo que el sistema de recogida "no depende sólo de recursos, también de exigencia, control, fiscalización y disciplina social".

¿Qué falla entonces? Pues casi todo. El esquema puede ser óptimo en el papel, pero termina siendo otra de las fantasías idílicas de la burocracia.

Recién un reportaje televisivo mostraba vertederos en pleno centro metropolitano —Zapata y Paseo—, que por años continúan comprometiendo la salud de la comunidad. Los evacuan y resurgen como la mala hierba. En el lugar se encuentra el monumento a los esposos Rosenberg.

A principios de abril, el periódico oficial Granma daba cuenta que de los 18.000 contenedores que requiere la ciudad de La Habana, alrededor de 12.000 están ubicados hoy en la vía pública.

Por las razones que fueren —incultura ciudadana, patrones higiénicos condicionados por la rotura de piezas sanitarias, privilegios comunitarios o intereses de gobierno—, lo cierto es que las crisis de los residuales se han vuelto endémicas en varias ciudades del país.

El Che sobre el basurero

La situación trasciende La Habana y afecta a poblaciones medianas y pequeñas. Después de la capital, Santiago de Cuba y Villa Clara son los territorios con mayor producción de desperdicios del país, según indicó la agencia EFE a principios de año.

Santa Clara, una ciudad con una importante población flotante, debido a sus cuatro universidades, carece de medios técnicos para tratar los residuos. La escasez de combustible impide que los buldózer cubran con tierra la basura sólida en el vertedero principal.

"Se acumulan grandes capas de basura, y los llamados buzos, personas en estado de precariedad social y económica, se dedican a buscar cosas en la tarde-noche, por lo que mucha basura regresa a la ciudad", se lamenta un villaclareño. "Las traen para venderlas, son cosas contaminadas. Por eso tenemos una gran cantidad de enfermedades emergentes", agrega.

Irónicamente, el principal vertedero de Santa Clara está bajo los cimientos de la Plaza de la Revolución Ernesto Che Guevara. Fue clausurado cuando se decidió edificar allí el "parque temático" en honor al guerrillero argentino.

El nuevo basurero oficial está ahora en la zona de Vigas Nueva, a casi diez kilómetros de la ciudad. Los vecinos más cercanos se quejan de las afectaciones que produce al manto freático, que se contamina constantemente. "Las personas que no tienen agua potable directa desde las cañerías, están teniendo muchas enfermedades, fundamentalmente meningoencefalitis equina", vuelve a quejarse el nativo.

Iniciativas perdidas

Desde 2002, ante la gravedad de la epidemia de dengue originada por el mosquito Aedes Aegypti, se empezaron a barajar varias iniciativas en La Habana; entre ellas, la creación de un servicio de recolección de escombros y otros desechos sólidos, que por un determinado precio podría ser usado por la población y los organismos estatales. Se coqueteó incluso con la idea de colocar tales servicios en manos de las Fuerzas Armadas.

Nada de eso sucedió, como tampoco la entrada en acción de empresas japonesas interesadas en reciclar la basura y comprarla. Según diversos estudios hechos codo a codo con investigadores alemanes, cada cubano genera 0,5 kilogramos de desperdicios sólidos diarios, cifra que en la capital se eleva a 0,7 kilogramos.

Como en Santa Clara, uno de los peores embrollos de La Habana es dónde colocar tanta basura.

Con más de 30 años de explotación, el vertedero Calle 100, fundado en 1976, es una peligrosa fuente de contaminación del suelo, la atmósfera, las aguas y demás recursos naturales, agrediendo no sólo la fisonomía del lugar, sino hasta las vías respiratorias de los vecinos, que a más de diez kilómetros sufren sus efectos, según un reportaje del diario Juventud Rebelde publicado en 2007.

La directora de Desarrollo de la Oficina Provincial de Servicios Comunales, Odalys García, explicó al diario que el método de disposición final es conocido por sus secuelas negativas, al ser acumulados los residuos sólidos sin un correcto tratamiento de los gases producto de la combustión.

Tampoco son recogidos los lixiviados (líquidos portadores de metales pesados y otros contaminantes), que constituyen un riesgo para las aguas subterráneas.

Cerca de este inmenso basurero, de 104 hectáreas cuadradas, pasa el río Almendares, el cual pierde parte del oxígeno de sus aguas debido a la contaminación.

Existe un proyecto para sanear el vertedero de la Calle 100, santuario para centenares de buzos. Hay quienes ganan hasta 2.500 pesos mensuales por esa riesgosa gestión.


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