Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Dos presidentes, tres aspirantes… y Cuba

Aunque uno de los presidentes es además aspirante

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Puede parecer incongruente que un cubano, de adentro y de abajo, además, le dedique tiempo y neuronas a un asunto —al parecer— netamente estadounidense, pero según un proverbio africano “cuando los elefantes retozan aplastan la hierba” y dada la distancia, asimetría y compleja historia entre ambos países, lo cierto es que si Estados Unidos estornuda ocurren terremotos y tsunamis en su muchísimo más pequeño vecino. Añada a eso que allá viven (y remesan) dos millones de compatriotas, entre los cuales se encuentran seres queridos en casi todas las familias que permanecen en Cuba.

Los problemas estadounidenses resultan el reverso de los problemas cubanos, veamos solo tres ejemplos:

  • Allí se produce más de los que se puede consumir, dando origen a los que el economista austríaco Adolf Kozlik llamó “El capitalismo del desperdicio” (Editores Asociados, México, 1968).
  • La inmigración desordenada es uno de los problemas vitales de ese país.
  • El ciudadano estadounidense debe votar para elegir las autoridades del condado (sheriff, concejales, jueces y fiscales, alcalde); del estado (legisladores, gobernadores, jueces y fiscal) y legisladores, presidente y vice federales, es decir, del país. Todo ello complicado por pertenecer los aspirantes a varios partidos o ser independientes. Si además consideramos que en algunos lugares se aprovecha la fecha electoral para realizar alguna consulta en plebiscito, resulta que ese ciudadano se puede enfrentar a más de 15 boletas diferentes en un día de elecciones.

El cubano (que no reúne los atributos para ser llamado “ciudadano”) vive en una economía de subsistencia con casi todo el consumo importado; la emigración desangra al país y junto a la baja natalidad genera retroceso y otros problemas demográficos (envejecimiento, fragmentación familiar, disminución de la calificación, etc.) y ese cubano vota, pero no elige, de esa tarea se encarga el 1er secretario del partido único y hegemónico y sus colaboradores en cada instancia administrativa. ¡Ah! Y de paso también eligen las directivas de las organizaciones laborales, profesionales y sociales.

Lo cierto es que el origen del conflicto actual hay que buscarlo en la muy publicitada carta de Fidel Castro a Celia Sánchez donde juraba dedicar su vida a combatir a “los americanos”; su compromiso con estalinistas confesos del Partido Socialista Popular, entre ellos su propio hermanísimo (que le garantizaron un mandato vitalicio y absoluto y apoyo para lograrlo, David contra Goliat con Hércules de respaldo); las políticas de eliminar las compras a empresas estadounidenses (en su libro Descamisados el general Enrique Acevedo cuenta de su castigo por incumplirla); sustituir el petróleo de compañías estadounidenses y angloholandesas por soviético que las refinerías de esas empresas se negaron a refinar, la estatalización de éstas, y en respuesta a la “suspensión” de la cuota azucarera (en 1959 EEUU importó 2,9 millones de toneladas de azúcar a casi dos veces el precio del mercado mundial) estatalizar la agroindustria estadounidense (30 % del total) y de paso a todo lo demás, hasta culminar en 1968 con la “ofensiva Revolucionaria”, más de 55 mil mini o micro empresas y emprendedores.

A partir de ahí se renunció deliberadamente al mercado tradicional desde la época colonial sustituyéndolo por el de los nuevos amigos del campo socialista el cual respondió con un trato inédito en la Historia (no se imaginaban que les costaría más de $65 mil millones según el profesor Carmelo Mesa Lago). Lo explicó Fidel Castro a los periodistas Jeffrey M. Elliot y Mervin M. Dimally (Editora Política, La Habana, 1985) al encomiar las relaciones con la Unión Soviética y minimizar los beneficios de mantener relaciones con EEUU terminando con la afirmación de que tal cosa sería cambiar la vaca por la chiva.

Para llegar a la situación actual jugaron su papel muchos acelerantes de la combustión detallados en innumerables libros y artículos, pero lo cierto es que los gobiernos estadounidenses apostaron por el embargo (bloqueo según el partido&gobierno cubano) hasta la llegada del 2º mandato de Barack Obama que apostó por la normalización de las relaciones (antes lo hizo Jimmy Carter, prematuramente, aún existía la Unión Soviética).

En realidad, el embargo o bloqueo nunca ha resultado efectivo, siempre ha sido evadible y durante muchos años ha resultado una justificación ideal a la catástrofe socioeconómica castrista. Si no existiera hubiera que inventarlo pues en estos 60 últimos años Cuba no exportó lo que no fue capaz de producir y no importó los que no pudo por falta de liquidez o decisión de los Castro convencidos de que la resistencia a la miseria de los cubanos tiende a infinito. Actualmente de los billones autorizados por Ley estadounidense se compra anualmente unos cientos de millones en ese país.

Obama inició una política diferente con la intención explícita de cambiar el régimen mediante el empoderamiento de los emprendedores que según esa política se convertirían en empresarios que, siguiendo la misma lógica, terminarían por derribar los muros del bloqueo interno desembocando el proceso en una democratización del país. Que esa lógica estuviera acertada o no nunca lo sabremos, pero los que conocemos de cerca la capacidad de maniobra de los gobiernos totalitarios lo ponemos en duda.

También es cierto que se dispararon las alarmas entre el núcleo “duro” entonces encabezado por el aún viviente Fidel Castro, el cual le dedicó al tema varias “Reflexiones” incluyendo una con un título insólito para quien nunca tuvo un amigo (de los que lo acompañaban en las comilonas de langosta termidor y vino blanco o en las pesquerías) que no fuera blanco, rubio y adinerado, como Robert Vesco, Ted Turner, García Márquez, Graham Greem y otros. “El hermano Obama” la tituló. También por esa época arreció la represión contra toda manifestación de disidencia política.

Al terminar Obama y contra todo pronóstico no ser sucedido por otro (otra) demócrata devino presidente el impredecible Donald Trump. Trajo consigo la ¿ética? de hombre de negocios y con más signos de interrogación la falta de ésta de un showman televisivo. Personaje tan mediático como Fidel Castro ha roto todos los supuestos sobre la conducta de un presidente estadounidense, mentir, desdecirse, amenazar, dar marcha atrás, despedir funcionarios y hablar horrores de amigos hasta ayer o enemigos no ha sido todo, ha llegado al extremo de mezclar potencias extranjeras en los procesos electorales estadounidenses, algo realmente impensable para quienes como Martí amamos la Patria de Lincoln y tememos la de Cutting.

La necesidad de apoyo republicano, partido por el que fue elegido contra la voluntad de parte del establishment partidista debe haber condicionado su alianza con los políticos floridanos, de origen cubano o muy cercanos a éstos, y terminado por hacer del senador Marcos Rubio, su antiguo contrincante en la carrera por la nominación como aspirante presidencial, la persona más influyente en la política hacia América Latina de su gobierno. Muy conocido el resultado: el embargo recrudecido y la ruina del mesías venezolano (como la soviética con la “colaboración” activa del partido&gobierno) han traído a los cubanos a la actual situación “coyuntural” sin término predecible, una coyuntura enyesada.

A pesar de sus antecedentes de desamparar aliados (kurdos, Ucrania) no parece probable que de resultar reelegido Trump cambie su conducta respecto a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Otra cosa es que logre derrotar esos regímenes, cuyos gobiernos han dado sobradas pruebas de capacidad de maniobra y sus pueblos también sobradas pruebas de resistencia ideotizada (de ideología, no de idiotas, aunque sea difícil hallar la diferencia). La misma hostilidad trumpista galvaniza la relación pueblo ideotizado-gobierno, la gente se va, de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y al irse culpan a Trump de su decisión.

Por la parte demócrata quedan en contienda luego del Supermartes del 3 de marzo el vicepresidente de Obama, Joe Biden y el senador independiente por Vermont Bernie Sanders. Las probabilidades están por el primero, no por la aún no decisiva ventaja que ostenta, sino porque puede contar, de seguro, con los setecientos y pico de súper delegados, miembros del establishment partidista que ni de broma se la jugarían por el polémico autoproclamado “socialista” que además no es demócrata, solo utiliza la maquinaria electoral del partido.

Biden sería un presidente de reconciliación, sus años como congresista y como vicepresidente lo han entrenado para limar contradicciones, hallar consensos y construir políticas bipartidistas, algo presente en la tradición política estadounidense desde la misma redacción de la Constitución; al respecto ver artículo de Martí en el tomo 9 de las Obras Completas, Edición Digital, donde describe esos procesos que aún se encuentran en uso en EEUU. Reconciliar la nación luego del estrépito cismático trumpista sería su gran tarea. Para ello debe tener un vice que haga el papel que él realizó con Obama.

Su política exterior estaría marcada por la proclama presidencial de Obama que estableció a Venezuela como “amenaza inusual y extraordinaria” a la Seguridad Nacional de EEUU y el consenso bipartidista demostrado con la visita del presidente encargado, Juan Guaidó, único punto de encuentro entre demócratas y republicanos durante el último mensaje presidencial a la nación de Trump. A estas alturas no se puede hacer lo que hizo Obama de separar las políticas hacia Cuba y Venezuela, ese tiempo pasó, ahora una solución es impensable sin la otra.

En el plano interno Sanders no será de temer en caso de llegar a la Casa Blanca. Las “espléndidas instituciones de este gran país” al decir martiano en el artículo antes mencionado son capaces de resistir el más entusiasta populismo, por otra parte, los estados componentes de la Unión tienen independencia política suficiente y poder económico necesario para sonarle olímpicas trompetillas, ahí un Castro o Chávez no podría destruir ni la McDonald´s de la esquina.

En cuanto a la política exterior sería diferente, el presidente estadounidense goza de grandes prerrogativas y como, al decir de Orwell, la izquierda ha obviado la democracia, Sanders pudiera ser como Olof Palme que regalaba sistemas de ordeño y cercas eléctricas a Fidel Castro para que ejecutara sus barrabasadas ganaderas; como Felipe González que lo visitó y festejó en Tropicana retratándose juntos con las mulatas del cuerpo de baile; como Mitterrand que fue el único jefe de gobierno de las democracias que no apoyó a Gorbachov cuando el intento de golpe de Estado de la “banda de los ocho”, los duros del partido comunista opuestos a la Perestroika y el Glasnost. Como Rodríguez Zapatero que patrocina los interminables diálogos con Maduro donde cada día se comienza de cero y aunque por propia declaración ha viajado 36 veces a Venezuela no explica quién y cómo se financian esos viajes y estancias en ese País y en República Dominicana.

En fin, confiemos en que lo peor que pueda pasarle a América Latina sea impedido por lo votantes estadounidenses y que no se vayan con la bola de trapo en el próximo mes de noviembre, si Sanders llegara hasta allá.


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