Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Efemérides, Castro, Mella

Efemérides de la Contrarrevolución Cubana

Efemérides ejemplares de doble filo

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La nación parió ese fenómeno histórico denominado revolución cubana, el 26 de julio de 1953, con los fórceps de los ataques a los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo, pero en ese parto vino al mundo otra criatura: la contrarrevolución. Su rasgo más acentuado allí y entonces —por algo se dice que “en Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868”— pudiera ser uno que Céspedes mismo dejó anotado: “Todo es embeleco” [1].

Nacimiento de una noción

El anticastrismo ignorante y alardoso suele contar que Fidel Castro se extravió en Santiago y no corrió al combate en el Moncada, ergo la patria no puede contemplarlo orgullosa. Sólo que ni Castro ni nadie se extravió. Simplemente sobrevino un parto de mellizos y la paternidad del ser contrarrevolucionario podría otorgarse a Ernesto Tizol.

En la caravana de dieciséis vehículos repletos de asaltantes, Tizol conducía un Oldsmobile 1949. En vez de enrumbar hacia el cuartel Moncada por la Avenida Victoriano Garzón, Tizol dobló por la Avenida de las Américas y andaba por Alturas de Quintero cuando se escucharon los ecos del tiroteo. Entre quienes seguían a este Oldsmobile algunos regresaron a batirse, como Oscar Alcalde en su propio auto e incluso Boris Luis Santa Coloma, quien venía con Tizol.

Así, el extravío no justifica la ausencia, pero ni siquiera hubo extravío. Tizol había manejado antes por Santiago. Sabía perfectamente que, para llegar al Moncada, tenía que pasar por frente a la gasolinera de José Vázquez, sita en Victoriano Garzón y Céspedes, más allá de la Avenida de las Américas. Tizol había ido a esta gasolinera justamente a negociar el arriendo de la Granjita Siboney, que sirvió como punto de concentración de los asaltantes. Vázquez era el dueño de la una y la otra.

Relatos extraviados

El extravío sobreviene más bien por causa de relación interesada. Toda imagen del pasado se escabulle “precisamente en el instante de su cognoscibilidad” —como reza la quinta tesis de filosofía de la historia de Walter Benjamin— pues no hay pasado sin que alguien lo cuente y ese alguien, ya sea castrista o anticastrista, fundacionista o rosablanquero, siempre arrima el ascua a su sardina. A pesar de venderse con el eslogan martiano “Saber lo que fue, porque lo que fue está en lo que es”, la llamada Enciclopedia Cubana (ECURED) pasa por alto la peripecia vital de Tizol el 26 de julio de 1953 y hasta insinúa que integró el Comité Central del PCC.

Tizol era miembro del Comité Militar de la dirección del movimiento de Castro. Tras rehuir el asalto al Moncada torciendo el rumbo hacia Alturas de Quintero, se despojó del disfraz de sargento con que Castro había arropado a casi todos los asaltantes, abandonó su arma y espantó la mula en dirección a Holguín para refugiarse en casa de sus padres. Terminaría entregándose por mediación de un masón y un cura. Fue condenado a 13 años.

Al salir en libertad por amnistía (1955) marchó a Estados Unidos con Emma Martínez-Ararás y dos hijos. No regresó hasta después de triunfar la revolución. Por entre cargos de poca monta llegaría en 1978 a desempeñarse como diplomático en la embajada de Cuba en Checoslovaquia. Aquí prestaba servicios otro que había conducido un auto de la caravana al Moncada y nunca llegó: Oscar Quintela. Tizol acabó por divorciarse y contrajo matrimonio con una rusa. Tras fallecer el 1º de julio de 1984, su obituario brilló por su ausencia en Granma.

Pasado vigente

En la Isla de Cuba pintoresca lo único que cumplen sus banderías encontradas son años sin parar de quejarse, por ejemplo: el gobierno por el bloqueo y la oposición [si algo así realmente existiera], por la represión. Vendría bien volver entonces a Benjamín con sus tesis de “una imagen irrecuperable del pasado, que amenaza con desaparecer con cada presente que no se reconozca aludido en ella”, para aventurar que muchos presentes, ya sea en uno u otro bando, en el insilio o el exilio, se reconocerían como aludidos en la imagen del pasado que el presunto Padre de la Patria nos dejó en su diario de 1873:

  • Sábado 16 de agosto. Hace tiempo que están de majaseo (Oposición)
  • Jueves 28. ¡Qué situación la nuestra! ¡Nos falta todo! (Insilio)
  • Viernes 29. Bola de que EEUU nos han reconocido como beligerantes (Oposición)
  • Miércoles 10 de septiembre. Trataban de elegir un presidente en el extranjero (Exilio)
  • Viernes 26. No se oyen más que chismes (Exilio, insilio, gobierno y oposición)
  • Domingo 5 de octubre. Yo pensé morir por Cuba sin abandonarla. Pero si ella me abandona, ¿no tengo entonces derecho a vivir por mí y mi familia? (Exilio)
  • Viernes 10. Me temo que la ambición se ha desatado en el corazón de los cubanos y que de ella proviene (…) la discordia (Exilio, insilio, gobierno y oposición)
  • Domingo 12. Toda la gran política de esos venerados Padres de la Patria se reduce (…) a hacerle la guerra al [otro] (Oposición y gobierno)
  • Jueves 30. Trata de coartar mi libertad (…) negándome mi pasaporte (Gobierno)
  • Sábado 1 de noviembre. La tiranía no produce más que estupor. Ya la gente empieza a decir que no sabe ni lo que ha pasado (Exilio e insilio)
  • Sábado 6 de diciembre. El amor a la patria (…) para muchos no son sino palabras que han aprendido como la cotorra (Gobierno, oposición, exilio e insilio)

Coda

Estas notas son mucho más fiables que otros muchos cuentos, ya que no se redactaron para publicar. Y dan pie para traer a colación efemérides ejemplares de doble filo, como el 29 de septiembre de 1933, que marca el acabose en la tentativa de entierro en Cuba de las cenizas de Julio Antonio Mella. Para Villena era “el único homenaje que le hubiera sido grato: el de hacer buena su caída por la redención de los oprimidos” [3]; para Batista, “el pretexto para repetir el golpe de Estado que instrumentara Trotsky contra Kerensky” [4]. Castro terminó apropiándose de estas cenizas para su Partido Comunista (Foto).

Notas

[1] Entrada del lunes 3 de noviembre de 1873. En El diario perdido, La Habana: Ciencias Sociales (1994), 151.

[2] Ibidem, 72-202 passim.

[3] “Palabras ante las cenizas de Mella”, en Mella [La Habana], 18 de octubre de 1965, 7.

[4] Paradojas, Ciudad México: Botas (1963), 34.


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