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Miami, Exilio, Narcotráfico, Terrorismo

Efemérides de la Contrarrevolución Cubana

Así como Castro afirmó sin prueba concluyente que “detrás de estos hechos está la CIA”, el anticastrismo delirante atribuye sin ninguna prueba el crimen de Barbados al propio Castro

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El 19 de septiembre de 1982, el Diario las Américas notició el “profundo desaliento” de la policía de Miami con la decisión del juez federal Gerald Kogan en la causa penal 81-17247. Por haberse “ignorado una serie de garantías constitucionales de los ciudadanos”, el juez Kogan suprimió más de mil horas de grabaciones acumuladas durante la Operación Tic-Talks como pruebas de cargo contra decenas de acusados por narcotráfico.

Esta operación policial trajo su nombre del micrófono plantado detrás de un reloj de pared en la sala de la casa de un tal Carlos Quesada [1724 SW 16 Calle]. Además del tic-tac del reloj se escuchaban conversaciones (talks) que solían girar en torno a cocaína. Para designarla se usaba el término kubizhe perico, que los escuchas transcribían parakeet, como si fuera el ave. Ni qué decir de que oían que la cosa estaba de película y anotaban of the movie.

Tal como sucedería treinta y pico de años después con la vigilancia del trumpetero Carter Page, la policía pidió autorización judicial para plantar aquel micrófono sin dar toda la información disponible y omitiendo datos claves del informante, Ricardo “El Mono” Morales Navarrete, a quien Kogan tacharía de “exterrorista [que] se vendía al mejor postor”. Este mono declararía de pasada en aquella causa por narcotráfico, bajo juramento y con inmunidad absoluta, que había participado en la voladura del avión DC-8 (CU – T1201) en Barbados. Así complicó uno de los jelengues más serios de la dialéctica revolución-contrarrevolución.

El Mono y su cadena

Morales Navarrete moneó a favor de Castro entrando al G-2 en septiembre de 1959, pero hacia julio de 1960 se metió en la embajada de Brasil y el 29 de noviembre llegaría a Estados Unidos. Aparece en dos listas de la Brigada de Asalto 2506 y cumplió misión internacionalista de la CIA en el Congo (1964-65). Al regreso puso unas bombitas anticastristas en Miami y cayó en el jamo del FBI. Para salir pactó infiltrarse alambrado en el grupo belicoso de Orlando Bosch, a quien proveyó bombas defectuosas. Sería el testigo principal para que en 1968 Bosch encajara 10 años por el fuetazo con cañón de 57 mm a un buque polaco en el puerto de Miami.

La pericia del Mono quedaría bien demostrada en 1975 con Rolando Otero, quien sobrecogió a Miami sonando 13 bombas en 48 horas. Tras echarlo pa’lante con su amigo policía Raúl Díaz y el agente del FBI Joe Ball, El Mono avisó a Otero para que se largara a Santo Domingo y regresó adonde Díaz para meter cizaña de que Ball había metido la pata en el operativo contra Otero.

El Mono brincó a Venezuela, donde se transfiguraría enseguida en el comisario Moisés de la Dirección Nacional de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP). Como tal se topó con Bosch el 8 de septiembre de 1976 en el aeropuerto de Maiquetía. “Perdón sí, pero olvido no”, dijo Bosch. El 14 de octubre, El Mono detuvo a Bosch en Caracas por el crimen de Barbados.

Jugar con El Mono

En “La verdad sobre Luis Posada: Lo que no se dice”, Enrique Encinosa se apeó con que, “según el testimonio bajo juramento de Morales Navarrete, la conspiración castrista se originó en México, adonde Morales Navarrete viajó con pasaporte falso bajo el nombre Moisés Gutiérrez. En México, según su testimonio, Morales Navarrete se reunió con agentes castristas de la DGI [Dirección General de Inteligencia] que le proporcionaron $18.000 y resumieron un plan para volar un avión comercial cubano y destruir a Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, quienes serían culpados del atentado dinamitero” [1].

Jamás atestiguó El Mono semejante cosa bajo juramento. En vez de la verdad sobre, Encinosa narra la mentira de Posada Carriles en el capítulo 11 de su libro Los Caminos del Guerrero (1994). Lo único que declaró El Mono bajo juramento sobre la voladura del avión —con inmunidad absoluta por pacto con la fiscalía— consta en la precitada causa 81-17247. El 5 de abril de 1982, el abogado del acusado Alfredo Arias, Douglas L. Williams, interrogó al Mono sobre su historial con explosivos y salió a relucir el crimen de Barbados. Discurrió entonces esta secuencia:

“¿Qué participación tuvo usted? / Yo fui parte de la conspiración / ¿Qué papel específico desempeñó usted en la voladura del avión? / Vigilar los vuelos regulares de ese avión de la fuerza área cubana y proveer los explosivos a un tercero (…) ¿Qué papel desempeñó el Dr. Bosch? / Ninguno en absoluto / Pero usted sabe que él ha sido implicado o acusado de eso, ¿no es así? / Oh, de hecho, yo fui quien lo arrestó (…) / ¿Atestigua usted, señor Morales, sentado aquí y ahora, que de acuerdo con lo usted sabe, cualquiera sea la fuente, Orlando Bosch no tiene conexión directa ni indirecta con la voladura de ese avión? / Él no es culpable de eso en absoluto (…) / De ninguna manera él tiene que ver con eso” [2].

A poco de ser volado el avión, el policía Raúl Díaz había volado a Caracas para convencer al Mono de servir como testigo contra Otero, ya extraditado a EEUU desde Santo Domingo. El Mono se negó, pero confió a su amigo que había participado en el crimen de Barbados junto con gente del gobierno de Venezuela y los exiliados cubanos Frank Castro, Gustavo Castillo y Posada Carriles. De inmediato —el 1º de noviembre de 1976— Díaz pasó esta información al FBI, en la cual Bosch brilla por su ausencia. [3]

El Mono quedaría cesante en la DISIP y regresó a Miami. Se engolfó en los menesteres del narcotráfico, cayó de nuevo en el jamo del FBI y volvió a salir reciclándose como informante para dar pie a la Operación Tic-Talks. Antes de declarar bajo juramento en la precitada causa penal, El Mono dio entrevista filmada —hacia diciembre de 1981— al periodista Francisco Chao y aseveró que tanto Bosch como Posada Carrilles eran inocentes, pero también que la decisión de volar el avión se había tomado en la primera reunión de la Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias (CORU). Esta bien acreditado que Bosch presidió esa reunión.

Jugar con la cadena

Así como Castro afirmó sin prueba concluyente que “detrás de estos hechos está la CIA”, para quedar desmentido por toda la cablería interna desclasificada de esta y otras agencias de EEUU, el anticastrismo delirante atribuye sin ninguna prueba el crimen de Barbados al propio Castro, a pesar de las pruebas ocupadas por la policía venezolana en casa de Posada Carriles —también sede de su compañía anónima de Investigaciones Comerciales e Industriales (ICICA)— y de las confesiones verificadas de un empleado suyo, Hernán Ricardo, ante el lugarteniente de policía de Trinidad Tobago, Dennis Ramdwar, sin que por allí anduviera el G-2.

Estas pruebas permitieron que en 1986 la demorona (in)justicia venezolana fallara que Ricardo y su ayudante Freddy Lugo eran culpables. Bosch salió absuelto por falta de pruebas y el fallo definitivo contra Posada Carilles quedó colgando, porque se había fugado de prisión en 1985.

Coda

Para entonces ya la cadena del Mono se había partido. El 20 de diciembre de 1982 se le ocurrió ir al restaurante-bar Rogers on the Greens (Key Biscayne, FL) con Nancy Cid, exesposa de Juan Cid, codueño del establecimiento, contra quien ella pleiteaba todavía la custodia de los hijos. En conato de bronca con el detective privado Orlando Torres, El Mono hizo un ademán hacia el tobillo y no pudo completarlo por el balazo que Torres le dio en la cabeza y las autoridades consideraron legítima defensa.

Notas

[1] http://www.cubademocraciayvida.org/web/print.asp?artID=3451

[2] http://www.latinamericanstudies.org/belligerence/Morales-deposition-2.pdf [pp. 103-06].

[3] https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB153/19761102.pdf

[4] El Mono explicó que el operativo de CORU trajo su causa de que Cubana de Aviación era un “organismo de la fuerza aérea” de Castro y se dedicaba a transportar hombres y equipos a Angola. Igual justificación dio Armando Pérez Roura (The Miami Herald, 3 de abril de 1983, 5).


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