Efemérides de la Contrarrevolución Cubana
El comandante del Ejército Nacional José Quevedo: sus andanzas en la Sierra Maestra y en Miami
El 5 de noviembre de 1958, el comandante del Ejército Nacional José Quevedo, prisionero del Ejército Rebelde, pide revolucionariamente por carta a su jefe inmediato superior, el general Eulogio Cantillo, que ponga fin a la guerra civil porque:
“Usted sabe que el Doctor Fidel Castro Ruz no es comunista, no es asesino, no manda a sus hombres a pelear sin dirigirlos él y no siente odio contra los hombres de los institutos armados, como quiere hacer ver la propaganda del gobierno. (…) Nada podemos hacer por contener el triunfo de la insurrección[;] muy pronto, la provincia de Oriente caerá en poder del Ejército Rebelde, (…) pero todavía hay esperanza de que usted pueda salvar lo bueno que aún queda en el Ejército [Nacional], que no quiere pelear no porque esté compuesto de cobardes (…) sino porque no tiene causa que inspire ni deseos de convertirse en azote del pueblo” [1].
Andares insiliares
Al filo de la ofensiva de verano de 1958 del Ejército Nacional contra el Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, Quevedo y su batallón 18 se habían batido catorce veces con las columnas guerrilleras de Castro desde el 9 de junio hasta quedar cercados y sin provisiones el 11 de julio junto al arroyo del Jigüe.
Para el 15, Castro mandaba a instalar allí los altavoces de Radio Rebelde, que comenzaron a instar una y otra vez a la rendición. Y como la fuerza aérea buscaba paliar el hambre de los cercados lanzando cartuchos de pan con queso y dulce de guayaba, pero estos caían en las líneas de Castro, junto con la letanía de la rendición los altavoces tronaban: “¿Qué tal el queso con guayaba? ¿Está sabroso?”.
Castro conocía a Quevedo de cuando estudiaban Derecho en la Universidad de La Habana y ofreció una tregua. Se entrevistaron el 20 de julio; al día siguiente se rindieron 146 militares batistianos hambrientos [2]. Más de 40 habían muerto en combate. Quevedo nunca recibió respuesta del general Cantillo, pero convenció a otros oficiales presos de pasarse al Ejército Rebelde y gestionó con ellos la rendición de la plaza militar de Palma Soriano, así como el apoyo de la Marina de Guerra. Junto a otros efectivos del Ejército Nacional ya derrotado, Quevedo acompañaría a Castro en su caravana Santiago-Habana.
El 19 de enero de 1959, Quevedo fue nombrado jefe de la Dirección de Logística (G-4) del ejército triunfante. Para 1971 se alzaba con el Premio Testimonio del Concurso 26 de Julio (Dirección Política del MINFAR) por su libro sobre la batalla del Jigüe [3]. El 7 de abril del 1972, Granma fue autorizado a informar que el agregado militar de Cuba en la Unión Soviética era el comandante Quevedo. Al año siguiente de dar sus memorias a la imprenta de las FAR (Vale la pena recordar, 1993), el ya coronel Quevedo ascendió a general de brigada. Tras licenciarse, Ediciones Verde Olivo publicaría en 2003 dos libros suyos: Cuba y sus Fuerzas Militares (1898-1959) y Escarbando en la conciencia. Quizás este último indicaba ya qué se avecinaba.
Andares exiliares
En noviembre de 2003, el brigadier Quevedo pudo arreglárselas con Fidel y Raúl Castro para visitar en Miami a un hijo enfermo de cáncer, quien fallecería a los pocos días de su llegada. Decidió entonces quedarse en Estados Unidos y adoptó tan bajo perfil que, en las pláticas con Ignacio Ramonet, Castro se refirió a Quevedo así: “Ese militar prestigioso es hoy general de nuestras fuerzas armadas. Escribió varios libros que vale la pena leer para rememorar” [4]. Sólo que, hacia agosto de 2006, el brigadier Quevedo acudía ya contrarrevolucionariamente al programa “A Mano Limpia” (América TeVé) para echar por su boca flores: que el general Raúl Menéndez Tomassevich se había desengañado con la revolución, que Juanito Escalona se había corrompido por amor al dólar, que Abelardo [El Furry] Colomé Ibarra había intentado dos veces irse del país y dejársela en los callos a Raúl Castro, quien a su vez tenía ofertas de refugio de emergencia en China, Vietnam e Irán...
Luego se encontraría con un exministro de Castro, Arturo Guzmán [5], para formar dinámico dúo de revelaciones por televisión. Al sobrevenir la sirimba intestinal de Fidel, Quevedo exhortó a sus ex compañeros de armas a no reconocer la sucesión de Raúl y abstenerse de cooperar con los aparatos represivos. Así y todo, Castro titularía “Quevedo en Jigüe” el capítulo 11 de su libro sobre cómo derrotó la ofensiva batistiana en el verano de 1958 y puntualizaría que, a diferencia de otros oficiales del Ejército Nacional, Quevedo no había “convertido el oficio militar en ocupación de matarife” [6].
Coda
El miércoles 20 de abril de 2011, el brigadier Quevedo pasó satisfactoriamente un examen médico por la mañana y a eso de las tres de la tarde fallecía de un infarto. Tenía 85 años y dejaba una hija en Cuba, además de su esposa, dos hijos y tres libros inéditos en Miami, donde hace rato que no vale la pena leerlos para rememorar nada.
Notas
[1] Cf.: El último semestre, Editorial UNEAC (1982), 95 ss.
[2] “Por qué se rindió el comandante José Quevedo”, Bohemia, 18-25 de enero de 1959, 120.
[3] La batalla del Jigüe, Arte y Literatura (1971), 233 pp. Rogelio París filmaría el documental homónimo (1976) de 78 minutos en colores y formato de 35 mm.
[4] Biografía a dos voces, Debate (2006), 182.
[5] Guzmán sustituyó en 1965 al Che Guevara como ministro de Industrias y sería también ministro (1976-80) de Minería y Geología, así como ministro presidente (1985-94) del Comité Estatal de Precios.
[6] La victoria estratégica, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado (2010), 117.
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