Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Grau, Guiteras, Batista

El coronel Batista

Los meses que van del ascenso de Fulgencio Batista a coronel, el asalto al Hotel Nacional y la muerte de Antonio Guiteras en El Morrillo

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El viernes 8 de septiembre de 1933, el pentarca Sergio Carbó, titular de la triple cartera de Guerra y Marina, Gobernación y Comunicación, largó el Decreto 1538 que ascendió a Fulgencio Batista y Zaldívar de sargento a coronel. Así quedaron definitivamente fuera de la revolución los oficiales de la vieja guardia, incluso aquellos que, como el exjefe del ejército, general Julio Sanguily, habían propiciado la caída de Machado. Y se resolvió de paso el problemita estético de que la República de Cuba tuviera, desde el martes 5, un sargento jefe de todas las fuerzas armadas.

Dizque ese mismo martes, mientras la pentarquía ejecutaba en el Club de Oficiales de Columbia el acto de ilusionismo político de formar un gobierno colegiado entre cubanos, el sargento Batista se engolfó en Realpolitik y pasó hasta con escolta por la embajada americana a conversar con Summer Welles. No obstante, Welles tachó de comunista a la pentarquía y prometió al presidente depuesto, Carlos Manuel de Céspedes, que Washington no iba a reconocerla jamás y 25 mil marines se encargarían de restablecer tanto su presidencia como los mandos de los oficiales desplazados por Batista.

Estos últimos empezaron a congregarse en el Hotel Nacional, donde se alojaba Welles, mientras el Partido Comunista, el ABC y otras banderías se dedicaban a pescar en río revuelto [1]. A la postre, Welles se convencería de que Batista era el hombre y para explicarlo basta una cronología mínima:

Septiembre 10. Al efecto de quitar a la revolución la tacha de comunista, el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) exige romper la pentarquía y armar un gobierno presidencial. Con monserga apasionada, Eddy Chibás empina a la presidencia al médico catedrático Ramón Grau San Martín. Al tomar posesión ante la multitud aglomerada frente al Palacio Presidencial, Grau rechaza jurar la Constitución (1901) y profiere: “No deseo jurar la Enmienda Platt, [sino] cumplir y hacer cumplir el programa de la revolución”. Así falleció la enmienda, aunque el papeleo demoraría unos meses [2].

Septiembre 24. El gobierno provisional decreta que los oficiales tienen 72 horas para reincorporarse bajo la nueva jefatura. La mayoría repudia el sargentazo y el recién estrenado secretario de Guerra y Marina, coronel Julio Aguado, renuncia. El secretario de Gobernación, Antonio Guiteras, se hace cargo de la cartera vacante. El general Sanguily se planta con su gente en el Hotel Nacional, pero Welles sale andando y Céspedes recula ante la propuesta de re-instalar allí el gobierno constitucional.

Septiembre 26-29. Llegan a La Habana dizque las cenizas de Mella. La bandería comunista emprende la erección de un panteón en el Parque de la Fraternidad. Al tercer día la soldadesca derriba aquello a mandarria limpia y sigue a tiro limpio por la calle Reina, dejando estela de 6 muertos y casi 30 heridos bajo tremendo aguacero. La foto macabra del niño Paquito González, con el cráneo destrozado, crispa de horror incluso a los anticomunistas. Entretanto el ejército acaba con otro ilusionismo político: los soviets en centrales azucareros.

Octubre 2. Las tropas de Batista asaltan el Hotel Nacional. Los oficiales acaban por rendirse, pero como la soldadesca había llevado la peor parte en el combate, unos 15 prisioneros son asesinados. Los demás dan con sus huesos en la cárcel. En otra reunión secreta, Welles pedirá a Batista montar un gobierno apto para ser reconocido por Estados Unidos.

Noviembre 3. En casa de Carbó, Grau reprende a Batista por reunirse con Welles. El DEU propone fusilarlo, pero Grau se resigna a mantenerlo como jefe del ejército. Al otro día, el DEU se disuelve.

Noviembre 8-9. Estalla la contrarrevolución del ABC en La Habana. Tiene apoyo de la aviación, pero los pilotos no bombardean ni Columbia ni el Palacio Presidencial por miedo a la defensa antiaérea y al daño colateral entre civiles. Los abecedarios toman las estaciones de policía y los edificios públicos, pero la contraofensiva batistiana fuerza a replegarse hasta quedar acorralados en el Castillo de Atarés. Aquí se rinden y corren peor suerte que los oficiales en el Hotel Nacional. El mismo soldado, ya capitán, que había exigido a Batista en Columbia no hablar más mierda [3], pregunta a los prisioneros quién era Blas Hernández —una suerte de Sandino cubiche en la guerra de guerrillas contra Machado— y al responder éste, aquel le pega un tiro entre ceja y ceja. Decenas de prisioneros son fusilados.

Diciembre 10-13. Fracasan las negociaciones entre el gobierno Grau-Guiteras y la oposición. Explota Welles y Jefferson Caffery se apresta a entrar como relevista.

Diciembre 17. Se noticia el asesinato del estudiante Mario Cadenas [4]. Hasta el apasionado Chibás se revira contra Grau y encabeza una manifestación que grita: ¡King Kong, que se vaya Ramón!

Tres lindas cubanas y un meneíto

En la coyuntura externa de que la Convención sobre Derechos y Deberes de los Estados (Montevideo, 26 de diciembre de 1933) dejaba sentado el principio de no intervención, el problema cubano se enreda en tres perspectivas políticas:

  • Chibás: Renuncia de Grau y paso a una dictadura militar, condenada al fracaso, que sería la antesala de otra revolución
  • Guiteras: Resistencia de Grau y movilización popular para desbancar al militarismo
  • Menocal y demás políticos en el exilio: Renuncia de Grau y Batista para transitar a otro gobierno con apoyo de militares tanto septembristas como inmaculados de la cohorte de Sanguily

El miércoles 10 de enero de 1934, la reunión Grau-Caffery-Batista da pie a la jornada dominical en Columbia que combina la renuncia de Grau con el nombramiento de Carlos Hevia como presidente relámpago [5], pues Batista y Caffery habían convenido ya que fuera el coronel Carlos Mendieta. Hevia renuncia y el secretario de Estado, Manuel Márquez Sterling, como presidente interino, convoca el 18 de enero “a los sectores revolucionarios a fin de que designen la persona que deberá asumir”. [6]

Para esta jugada, el gracejo popular acuñó el término meneíto. Tal como suele suceder hoy con muchas organizaciones opositoras, ciertos sectores que designarían a Mendieta eran apenas ciertas personas de las cuales nadie sabía e incluso nadie supo nada después. El nuevo gobierno provisional fue reconocido por Washington y discurriría bajo la vigilancia del jefe de la Casa Militar de Palacio, Ulsiceno Franco, quien entraba como si nada a las sesiones del poder ejecutivo y reportaba enseguida a Batista.

La demora en convocar a elecciones constituyentes reforzaría la tensión entre oposición y represión. Hacia 1935 ya está forjada —con alarde de bombas y metralletas, gases lacrimógenos y palmacristi, cachiporras de goma y muertos, heridos y contusos— la situación en que una huelga general acababa con el gobierno o el gobierno acababa con los huelguistas. La policía y el ejército sofocaron la huelga casi general (8-15 de marzo) y para el 8 de mayo uno de los soldados de Batista daba el tiro de gracia a la revolución del 30 con certero disparo al corazón de Antonio Guiteras en la escaramuza de El Morrillo.

Coda

Por esas vueltas que da la vida, el dirigente comunista Lázaro Peña soltaría en la sesión fundacional (Ciudad México, 8 de septiembre de 1938) de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL) que el coronel Batista había dejado de ser el centro de la reacción y profesaba la democracia.


Notas

[1] El Partido Comunista había pactado con Machado el cese de la huelga general después de la masacre del 7 de agosto. Ahora dio el bandazo de agitar el trapo rojo para montar soviets en al menos quince ingenios. El ABC agitaba su trapo verde por las calles en vehículos repletos de gente con armas largas.

[2] En 1928, Machado había forzado la reforma de la constitución original, que Céspedes restableció al caer la dictadura. En ambos casos, la Enmienda Platt continuó vigente. Vino a derogarse formalmente el 29 de mayo de 1934 con un tratado bilateral de relaciones Cuba-EEUU.

[3] Siendo ya teniente coronel y jefe del Distrito Militar de Pinar Río, Mario Hernández planeó matar a Batista en el primer aniversario del sargentazo por incumplir el acuerdo de que la jefatura del ejército fuese rotativa. Batista mandó a prenderlo y Hernández habría caído por resistirse al arresto, pero su cadáver apareció debajo de un montón de piedras en la carretera Habana-Pinar del Río (“¡Esta es la tumba del teniente coronel Mario Hernández!”, Carteles, 2 de septiembre de 1934).

[4] El expediente judicial indica que fue arrestado tras denunciarlo una prostituta como autor de atentados dinamiteros en Marianao y apareció en el campo de tiro de Columbia con dos balazos en la nuca, pero la autopsia reveló que “las dos tetillas le fueron arrancadas al parecer con un alicate; el brazo derecho [estaba] fracturado por dos lugares; los aparatos genitales hechos papilla; las uñas de los pies, arrancadas; [tenía] treinta pinchazos dados con una lima o punzón de forma cuadrada en diversas partes del cuerpo. El ojo izquierdo estaba reventado, (…) el dedo medio de la mano derecha, roto. El cuerpo era una criba, un guiñapo sangriento…” Batista envió a Santiago de Cuba a los dos soldados sospechosos del crimen, que fueron reclamados por el juez León Soublette, pero no llegarían a juicio al aplicarse la ley de fuga durante su traslado a La Habana.

[5] De la Agrupación Revolucionaria original concurrieron tan sólo Rubén de León, Oscar de la Torre, Carbó y Chibás. Este último protestó agriamente y acabó por retirarse de la reunión con Fernando de Velasco, mano derecha de Guiteras, y otros. Hevia se trasladó al Palacio Presidencial escoltado por un camión repleto de soldados al mando del capitán Belisario Hernández, quien al llegar ordenó abrir fuego contra una multitud que apoyaba a Grau. Quedaron tendidos 6 muertos y 12 heridos.

[6] Caffery se cuidó de repetir la jugada de Welles para colar a Céspedes como presidente: que el sucesor de Machado, General Alberto Herrera, nombrara a Céspedes Secretario de Estado y a continuación renunciara para que este último asumiera la presidencia en sustitución reglamentaria.


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