Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Economía-Azúcar

El coste de la 'reestructuración'

Siete años después del cierre masivo de ingenios, los precios del azúcar han subido más de un 70% en los mercados mundiales.

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En la antesala del verano de 2002, una noticia procedente de Cuba creaba expectación entre observadores y analistas internacionales. El régimen de Fidel Castro anunciaba la "reestructuración" de la industria azucarera de la Isla, con el cierre de la mitad de sus ingenios y el despido de más de 100.000 trabajadores, el 2,5% de la población activa. También se abandonaba el cultivo de la caña en un 60% de superficie, casi toda en manos del Estado. La gran potencia azucarera mundial tiraba la toalla.

 

Las justificaciones ofrecidas por las autoridades incluían, entre otras, la baja rentabilidad del sector, los precios internacionales y la falta de productividad. Atrás quedaban el sueño no realizado de la "zafra de los 10 millones", los proyectos para mejorar la eficacia —dirigidos por burócratas poco conocedores del negocio— y la historia del azúcar en la Isla, con su impacto cultural y social.

 

El abandono de un modelo

 

De un plumazo, y como si las decisiones económicas no se pagaran, el régimen, incapaz de defender un espacio en el mercado mundial para el principal sector productivo de Cuba, echaba el cerrojo a más de 300 años de historia.

 

La producción de azúcar había sido el motor de la economía desde los tiempos de la colonia, de modo que la decisión del gobierno creó incertidumbre en amplios sectores de la población e inquietud en los mercados.

 

Las cosas no habían ido bien desde el derrumbe del bloque comunista. Hacia los países del Este se canalizaba un importante volumen de producción altamente subvencionada y, por tanto, poco adaptada a las condiciones competitivas de la economía mundial.

 

El 70% del azúcar se destinaba al consumo de la antigua URSS. No es extraño entonces que al caer el muro de Berlín ya no fuera posible alcanzar ni siquiera la mitad de los 7,5 millones de toneladas. A ello se añadió, justo en esas fechas, es descenso de los precios en los mercados mundiales, de modo que los esfuerzos por aumentar la producción suponían menores beneficios.

 

Han transcurrido apenas siete años de aquellos cambios históricos. El paisaje de los ingenios abandonados siembra de chatarra el campo cubano. El marabú se ha adueñado de grandes extensiones que antes se destinaban al cultivo de la caña. Los trabajadores han optado por la emigración o se han reorientado a otras profesiones. La agricultura se ha resentido en sus cifras absolutas y relativas, su participación en el PIB ha descendido de forma muy significativa desde entonces.

El azúcar, al alza

 

En economía, las decisiones equivocadas tarde o temprano se pagan. En el caso del sector azucarero cubano, a un alto precio.

 

En las últimas semanas, la cotización del azúcar en los mercados mundiales ha roto la tendencia a la baja. Tras casi un año en que los costes de los alimentos habían experimentado descensos significativos, los precios del azúcar han empezado a aumentar de forma espectacular.

 

Los futuros del producto en Londres se valorizan a 21,55 dólares, el dato más elevado en 28 años. La escalada de la cotización ya acumula un aumento del 72% en el caso del refino, y de un 81% en el azúcar sin refinar.

 

Las perspectivas de una mala cosecha en la India y Brasil, dos de los grandes productores que pudieron ocupar el espacio cedido por Cuba, han llevado a los analistas a anticipar nuevos aumentos de precio, en respuesta a los descensos de producción que se prevén. Las multinacionales de alimentos, los gobiernos, las empresas de bebidas, en suma, los grandes consumidores de azúcar, están realizando compras superiores a los niveles medios de aprovisionamiento, para afrontar escenarios al alza y asegurarse el suministro. La traslación de estos precios a los consumidores no tardará en llegar.

 

Y el régimen de Fidel Castro sin ingenios para moler, ni tierras para cultivar caña, ni trabajadores para destinar al sector.

 

Los años de subvenciones fáciles hicieron que se abandonase cualquier apuesta por el sector cuando llegaron las dificultades. Aquellas ayudas soviéticas fueron el origen de la desaparición del azúcar cubano, porque no facilitaron la búsqueda de nuevos proyectos, nuevas tecnologías, nuevos procesos productivos, mejoras en las instalaciones y en la capacidad productiva. El coste de las subvenciones suele ser ese: Pan para hoy y hambre para mañana.

 

Si en 2002, en vez de cerrar, el gobierno hubiera apostado por el sector innovando, creando nuevos productos, estudiando el mercado internacional, renovando y potenciando sus capacidades productivas, mejorando su eficacia, ahora estaría en condiciones de ventaja para afrontar el escenario de "vacas gordas" que siempre favoreció a la primera economía azucarera del mundo.


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