Actualizado: 15/04/2024 23:17
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Crónicas

El costo de ser cubano

Cuando una estafa se publicita como un derecho otorgado: Hoteles abiertos para todos, pero los nativos pagan el doble.

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Cuando yo era joven, ser cubano era un orgullo que estaba al alcance de la población, de toda la población, sin distinción de sexo, edad o raza. No costaba nada. Era un privilegio con el que ya uno nacía. Hasta las "mujeres de la vida", como le llamaban entonces a las prostitutas, lo lucían con emoción.

No digo que ser cubano ya no sea un orgullo para algunos, pero para muchos empieza a ser una incomodidad en muchos sentidos, algo que por su costo desmedido es una carga insoportable, una especie de condena.

A la hora de viajar, al cubano, al nativo, el avión le sale más caro que al extranjero avecindado en la Isla, y necesitará hasta vender las muelas de oro del difunto abuelo que guardaba como una reliquia para empezar a pagar los trámites de legalización de carta de invitación en la notaría, pasaporte y permiso de salida (si finalmente le concedieran ese esquivo permiso que muchos envejecerán esperándolo.

Ahora, por fin, después de varias décadas de prohibición absoluta, el nativo, ese ser estadísticamente cubano a la hora de contar a los participantes en las concentraciones políticas, fue autorizado, entre otras licencias, a hospedarse en los hoteles del país; así, como si él fuera alguien importante, un extranjero, canadiense a lo mejor, o digamos norteamericano, francés o sueco, acabado de bajar del avión o residente en el país como funcionario de firmas mixtas.

Esto ha traído más de una confusión, pues la gente siempre se cree lo primero que le dicen; incluso cree que porque lo digan los periódicos, ya es verdad. Fue el caso de una pareja amiga mía. Un personaje de una importante firma, extranjero por supuesto, casado con una cubana, los invitó a Varadero con los gastos pagados. Llegaron a aquel municipio especial, tan especial que algunos lo consideran otro país, y se dirigieron al hotel dispuestos a pasar un fin de semana de reyes gozando en la buena arena y el mar azulísimo.

Todo muy bien en la carpeta, 65 CUC por pareja, comidas incluidas. El extranjero mostró su pasaporte y la pareja amiga mía sus carnés de identidad. "¡Ah no, ustedes tienen que pagar por los precios de lista, que son 150 CUC!".

Esos son precios que rigen para los que llegan directamente desde el aeropuerto. Ellos habían reservado por internet con días de anticipación, alegó la pareja amiga mía.

"Pero son cubanos", alegó el carpetero muy respetuosamente. Y no hubo arreglo. El carpetero lo lamentaba, desconocía la razón de semejante disposición que, desde luego, disminuía los ingresos del hotel; pero esa era la ley. "Ustedes son cubanos", volvió a decirles, esta vez con lástima.


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