Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Sociedad

El crimen que no debió ocurrir

La muerte del alumno Daniel Castañeda a manos de un profesor emergente es sólo un ejemplo de la crisis educacional.

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Lo que se supo fue esto: en febrero del año 2008, el maestro "emergente" de 21 años, procedente de Holguín, Joaquín Torres, mató al alumno Daniel Castañeda, de 12 años, cuando en un arranque de ira le dio un sillazo en la cabeza. Sólo llevaba dos meses "enseñando" en una secundaria básica del barrio habanero de Lawton.

En noviembre se celebró el juicio, que sólo presenciaron muy pocos familiares de la víctima porque la sala estaba llena ya de policías. Un juicio en que, por momentos, la Fiscalía asumió los tonos de la defensa. El procesado fue condenado a siete años de prisión. La noticia circuló por algunos medios extranjeros y por los rumores de siempre, como se saben las cosas en Cuba. Ningún medio nacional la difundió.

Este hecho da fe de dos angustiosas crisis, la legal y la educacional, facetas de una mayor y lacerante que ha roído todo el tejido social.

En el plano legal, la sentencia se contradice, escandalosamente, con fallos previos: en menos de una semana fueron juzgados, denegadas las apelaciones y fusilados tres jóvenes por el intento de secuestrar una lancha en abril de 2003, a pesar de que nadie falleció o resultó herido.

Todos recordarán la causa de Ochoa y sus compañeros: las circunstancias atenuantes se metamorfosearon en agravantes y los abogados de la defensa eran, de hecho, fiscales adjuntos y nerviosas plañideras por la obligación de "defender" a tales criminales. Ni qué decir de las excesivas penas a los campesinos que se atreven a sacrificar alguna res de su supuesta propiedad, a quienes hacen el mínimo comercio informal, al infeliz que atraparon con café en grano o una docena de huevos, al que piensa diferente.

Las sanciones nunca se corresponden con las estipuladas en el Código Penal, porque nadie hace caso a la Constitución ni a las leyes. La justicia se aplica selectiva y oportunistamente: "Hoy sí, mañana no", lo que, por fortuna, nos justifica para ignorar con regocijo la "irreversibilidad del socialismo".

Yo estoy de acuerdo con la leve sentencia dictada, porque ese joven de 21 años, víctima de un improvisado y alucinado plan magisterial que ideara el Comandante, quizás un chico inmaduro, del ejército de jóvenes inquietos e inseguros que fueron seducidos por un salario alto, prestaciones de servicios, por la posibilidad de habitar legalmente en la ansiada capital, no es el verdadero asesino, en última instancia —que se sabe que es siempre la primera—. Ese joven no era, ni podía ser, responsable de una misión educadora, formativa. El que hizo al joven fue el que mató al niño. Dos víctimas.

Las víctimas

Hace mucho tiempo que la crisis educacional asentó sus reales: con la desaparición de las autonomías escolar y universitaria, las enseñanzas dogmáticas y pavlovianas de las Makarenko, la adaptación de todos los conocimientos "al momento que se vive", el descalabro pedagógico y de valores humanos de las escuelas en el campo, la censura de libros, los reiterados y casi siempre fallidos experimentos para la robotización total, la eliminación temprana de las sensatas y probadas escuelas normalistas, el adocenar los criterios, el pensamiento plural y encarrilar con orejeras el ímpetu creativo, la atomización de la cada vez más paupérrima enseñanza universitaria hacia los municipios, la improvisación de planes y programas.

También hay que sumar el desconocimiento, indiferencia o desprecio de los "mandos" hacia el afán vocacional, la imposibilidad de acceder a los medios tecnológicos sin trabas, la falacia de una capacidad integral que nubla los sentidos, la "religión revolucionaria" como base de información y de validez de títulos, la impersonal televisión sustituta, la estrategia de profesores formados en seis meses, porque así lo dijo Él.

En resumen, pobres muchachos que tienen que enseñar que se habita el Paraíso cuando se sufre el Infierno. Y pobres de nuestros hijos, que tienen que acudir al 40% de las escuelas nacionales donde ellos enseñan. Pobres, porque ni maestros ni estudiantes podrán pensar ya que sólo se les pide creer, y eso… con mala ortografía.

El mediocre abogado y pésimo pedagogo sacrificó otros dos corderitos.


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