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Represión, Disidencia, Rodiles

El día que Otaola se metió con Rodiles

En Cuba nadie se va a tirar a la calle a consecuencia de que alguien se lo pida desde Miami

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Entre cubanos cualquier disparate es posible: miren este de que el señorito Otaola se atreva a cuestionar a Antonio Rodiles por la supuesta escasez de sus acciones, decisivas, o por su mal manejo de fondos.

Atrevimiento ridículo cuando nos percatamos de que tampoco Otaola ha logrado arrastrar a una acción decisiva al exilio, como quedó más que demostrado durante el famoso Parón de Enero, el cual más pareció servir para estimular los envíos a Cuba que para detenerlos; o en su evidente incapacidad para comprometer en acciones concretas a los muchos que dice él lo siguen en Cuba, aunque parece que no con la suficiente determinación como para unírsele en los tan llevados y traídos cacerolazos, que solo suenan sin miedo en su estudio.

Y más ridícula aún, por lo contrastante, es la acusación de mal manejo de fondos, cuando nos percatamos que procede de un individuo que no se ha cansado de “meter cabeza” desde que llegó al exilio, hasta hace poco con escaso éxito. Mientras Rodiles es un hombre que a pesar de no irle mal en el extranjero decidió regresar a Cuba, a hacer por ella, hace ya mucho; o que ya aquí, si hubiese escogido convertir su mansión en un hostal, podría haberse dado la gran y tranquila vida.

Rodiles, créanme, no necesitaba empeñarse en la lucha por su país para vivir bien en cualquier parte, sin sobresaltos y hasta con algunos lujos que el emigrado promedio no puede darse. A diferencia de otros, que han encontrado en la política un medio para superar sus muchas limitaciones, de todo tipo.

Conozco a Rodiles hace ya bastante, y muy bien, como para que me indigne ante este escenario esperpéntico, solo posible en un país de gentes sin consistencia, o consecuencia. País sin memoria, que vive el instante, en el cual importa el alarde, y no la verdadera valentía, o los hechos.

Pero por desgracia para algunos hay en Cuba todavía quien tiene memoria, y no se deja engañar por el oropel y el exceso carnavalezco. Quien sabe distinguir lo esencial de lo que no lo es, y la mentira de la verdad. Quien no le debe nada a nadie, como para poder cantarle las verdades a los manipuladores de opinión y aspirantes a demagogo.

Aclaro que hace mucho me he alejado de Rodiles, no por diferencias personales, sino por nuestras contratantes ideas de la política nacional. Por ejemplo, ante el pasado referendo él apoyó el abstencionismo, yo por mi parte el voto No; él se opuso al acercamiento, yo fui y soy uno de sus mas entusiastas partidarios en Cuba.

No es por lo tanto un seguidor de Rodiles quien habla en estas líneas. Lo que ya debería ser un argumento a su favor, porque estoy plenamente convencido que en una imposible situación a la inversa a Otaola solo saldrían a apoyarlo sus seguidores incondicionales, nunca alguien que esté en una posición contratante con la suya… o más bien con la de la mano que mueve los hilos de este Esperpento.

Conocí a Rodiles en casa de… Yoani, en una de las primeras presentaciones de la revista Voces. Tras participar en un festival de blogueros en su casa me convertí en asiduo de los Estado de Sats. Fue en una de esas tardes que me propuso hacer una revista, Cuadernos para la Transición, que “inundara a La Habana”. Lo que logramos en su primer número con la tirada clandestina de 500 ejemplares.

Por entonces su casa en la costa era el centro de reunión de todo el que en La Habana estuviera dispuesto a demostrar en público su distanciamiento del régimen. Allí, por cierto, a nadie se lo obligaba a adoptar la posición o las ideas del anfitrión. Por el contrario, Rodiles estaba abierto a todo, y se notaba en él a uno de nuestros pocos disidentes cultos.

Es bueno destacar, además, ante los que ahora hablan de la poca visibilidad de los hechos de Rodiles, este otro detalle: al menos en La Habana todo el que por entonces tuviera entre 15 y 40 años, con ciertos intereses más allá de su barrio, y que diga ahora nunca haberse enterado de Estado de Sats, le respondo en su cara que no se enteró porque simplemente no le convenía enterarse.

Soy testigo de primera fila de cómo la maquinaria represiva del régimen se concentró en la persona de Rodiles y su círculo inmediato, cuando muy arriba decidieron dar por terminada a la era de relativa relajación represiva que siguió a la excarcelación de los detenidos durante la Primavera Negra. Creo incluso que en buena medida Rodiles fue quien con su actividad le hizo perder la paciencia a un régimen que nunca la ha tenido muy abundante.

Y es que la represión comenzó a crecer de nuevo, y a volver por sus fueros, a partir del fin del verano de 2012. Precisamente a poco de que a Rodiles se le ocurriera irse a montar una protesta frente al Departamento 21.

Ocurrió a raíz de la detención de Orlando Luís Pardo Lazo, ya que al régimen no le agradaba la idea de que este escritor estuviera ante los micrófonos, en un Estado de Sats dedicado a la literatura. No bien enterarse de la detención Rodiles salió para allá. A mí nadie me lo contó, yo estuve allí.

En respuesta, el régimen, desconcertado por el inesperado atrevimiento, cerró la calzada y militarizó Marianao. Alrededor de la decena que éramos se colocaron desafiantes decenas de esbirros.

En esa situación Rodiles demostró sus condiciones de líder. Calmado, evitaba que nos dejáramos arrastrar por las provocaciones verbales, les explicaba a los vecinos que se arrimaban a sus cercas que nosotros solo estábamos allí, pacíficamente, para reclamar la liberación de un escritor preso de manera ilegal, y dejó muy claro que no nos iríamos hasta que lo soltaran.

Semanas después, estando yo en Las Villas, Rodiles volvió a pararse allí y esa vez lo molieron a golpes. Para más tarde mantenerlo varias semanas detenido en lugar desconocido.

A partir de esa detención poco a poco fue cerrándose el cerco alrededor de Estado de Sats. Dejaban efectuar algunos eventos, pero ante otros cerraban con docenas de policías todos los accesos a la casa de Rodiles.

No obstante, aun bajo esa atmósfera logramos hacer e imprimir clandestinamente 500 ejemplares de Cuadernos. La represión llegó entonces al punto de que a mí me situaron un policía en una esquina, y un grupo de viejos chivatos en la otra, las 24 horas, para que no pudiera participar en la presentación, mientras que a la salida de esta un megaoperativo policial revisaba a todos los asistentes para arrebatarles los ejemplares.

El siguiente paso del régimen fue el cierre total a Estado de Sats. Ocurrió esto cuando Rodiles intentó hacer el 10 de diciembre de 2013 un evento internacional por los derechos humanos, en su casa.

Hasta allí llegó la paciencia en Palacio. La orden fue clara: “se acabaron los motivitos gusanos esos en casa del sobrino del compañero general Rodiles Planas”, gritó Raúl, y en Villa Marista la orden fue que a la casa de Rodiles no podía entrar ni el gato callejero al que allí le echaban comida por las tardes.

Fue en esos días de diciembre cuando montaron aquella tribuna frente a su casa, y treparon sobre ella a Arnaldo y su Talismán, además de a cierto figurín santaclareño, del que prefiero no mencionar su nombre. Cuentan que todos los accesos estuvieron entonces cerrados, de lo que no puedo dar fe porque a mí, tras detenerme junto al poeta Rafael Vilches, me mantuvieron una semana en cuarentena en mi casa.

A partir de entonces ya fue materialmente imposible asistir a Estado de Sats, a menos que se viviera allí, y a juzgar por el nivel de control cabe asegurarse que ello implicó el uso por el régimen de numeroso personal, y abundantes medios y recursos. Los que sin duda Otaola nunca le ha hecho gastar al Departamento de Seguridad del Estado.

Por ese tiempo acepté una invitación de Reinaldo Escobar y me integré al equipo de 14yMedio, lo que conllevó que me alejara de Rodiles, que por entonces no estaba en muy buenos términos con Yoani Sánchez. Luego la brecha se ahondó, tras el 17 de diciembre de 2015 y el comienzo del acercamiento del presidente Barack Obama.

Rodiles entonces creyó llegado el momento de sacar al pueblo a la calle, e intentó repetir en Cuba lo sucedido en la Alemania comunista. Una idea que ya hacía tiempo le daba vueltas en la cabeza. Se convirtió en uno de los impulsores, y participantes, de Todos Marchamos, aquel intento que domingo tras domingo lo llevaba a prisión, a que un día le rompieran la nariz, y por último a que el régimen lo declarara en reclusión domiciliaria extrajudicial.

Finalmente, Rodiles supongo terminó por convencerse de que muy pocos tenían ganas de marchar, y se retiró de lo que ya no tenía sentido, sobre todo a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

Es necesario destacar que no pocos de los miembros de las turbas emigradas que Otaola azuza en redes, se encontraban por entonces aún en Cuba. Mas en esos días no habían dado en ese macartismo ridículo del que hoy se precian, y preferirían marchar, pero el 1º de Mayo frente al compañero Raúl. Pero todavía es más necesario recordar que algunos de esos líderes jóvenes del exilio que hoy critican tanto a Rodiles, y llaman a acciones más decisivas en Cuba, mientras no se habían acogido todavía al refugio americano eran radicalmente contrarios a las acciones demasiado decisivas y radicales de Rodiles. De hecho, que yo sepa, por esa época se decían entusiastas partidarios del acercamiento, y entre dientes acusaban a Rodiles de querer ponerlo en peligro (a mí uno me lo dijo así, en privado).

En resumen, puedo dar fe que durante los dos años que estuve cerca, o trabajé con Rodiles, pude apreciar en él una verdadera voluntad de hacer, no de hacer como que se hace. Gracias a esa voluntad pudo hacer lo que muy pocos, o nadie, ha hecho en la Isla a posteriori de 1959: reunir en su casa en La Habana, no en Miami, a un centenar de personas, a debatir lo que el régimen no permite se debata; tirar y distribuir 500 ejemplares de una revista abiertamente opositora, sin el apoyo de ninguna iglesia; parársele en frente dos veces, en protesta, a uno de los tres cuarteles centrales de la Seguridad del Estado.

Que me fusilen por afirmar esto, pero frente a esto, ni el señorito Otaola, ni ninguno de quienes mueven sus hilos, puede mostrar una hoja de servicios semejante.

Rodiles sobre todo tiene un mérito que ya debería hacer callar ante él a muchos de quienes lo critican, si es que tuvieran un mínimo de sentido común y de vergüenza: Rodiles sigue en Cuba, a unos pocos kilómetros de Villa Marista, del Edificio de Línea y A, y del Departamento 21. Rodiles está aquí.

De hecho, si algunos hoy han adquirido tanto protagonismo mediático, y tantas relaciones internacionales, es en buena medida a causa de que allá nadie los limita como a Rodiles, que muy a menudo descubre, como todos los opositores isleños, que simplemente no puede volar. O sea, aparte de por ciertos dramatismos, algunos se han vuelto tan protagónicos precisamente porque las políticas represivas del régimen han dejado un espacio vacío.

Déjenme aclarar par de cosas a quienes parecen ver en Otaola el remedio universal: es evidente que en Miami se pueden dar cacerolazos contra el régimen, o bocinazos, o lo que se quiera. Lo que nunca tales acciones decisivas tendrán el valor del simplemente resistir aquí, de simplemente estar aquí, de no irme porque no me da mi real gana, e intentar hacer lo que muy pocas veces lograrás, sí, pero que tiene un millón más de posibilidades de influir en el avance de los acontecimientos, que la teatralidad de muy mal gusto de este payaso.

No se engañe, nadie se va a tirar a la calle a resultas de que un señor muy relamido, aunque graciosamente chusma, se lo pida desde Miami. Si alguna vez la gente se tira a la calle, no por uno de esos misteriosos impulsos que lanzan a las masas al combate, sino al seguir a un líder, no será nunca este Esperpento el elegido. La gente muere por líderes como Alejandro Magno, o César, no como Otaola.

A este señorito, con métodos muy semejantes a los de McCarthy, le recuerdo que la carrera del senador terminó cuando quiso acusar al Pentágono de ser un nido de comunistas. Se atrevió con una institución de un prestigio que nadie ponía en duda. Una institución que le quedaba grande.

Ahora, en su caso, parece haber pasado igual. Y mire que lo que aquí le digo lo siente mucha gente de la de verdad, allá y acá.


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