Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Represión

El hombre que venía de Santiago

José Gabriel Ramón Castillo, fundador del Instituto de Cultura y Democracia y condenado a 20 años de cárcel, está gravemente enfermo.

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El poeta y periodista José Gabriel Ramón Castillo tenía una manera singular de burlar el dispositivo policial que lo vigilaba en su querida ciudad de Santiago de Cuba. "En estos días voy a mandar un hombre a La Habana a buscar libros", decía una mañana por teléfono. Y dos o tres días después llegaba —nocturno y agotado— en uno de aquellos trenes que resoplan y dan tánganas en todos los cruceros de la línea central.

Llegaba con unos maletines llenos de papeles: artículos, poemas, proyectos de concursos literarios, sueños soñados en las esquinas de libertad que él y un grupo de amigos conquistaron para instalar el Instituto de Cultura y Democracia. Esa era la institución que fundó y dirigió en el Oriente cubano.

Allí publicaban sus boletines con noticias y textos de creadores de la región y de todo el mundo cultural. Sin exclusiones, plurales y abiertos al diálogo y al debate, como la sociedad por la que lucharon (y luchan) a cara descubierta frente a la dictadura.

Castillo promovió en esos apartados libres el famoso Premio Arrecife. Llegó a hacer tres convocatorias y dio a conocer las voces de nuevos escritores que surgían en la provincia. Con ese galardón también sacó de las sombras la obra de algunos autores conocidos, que el régimen había lanzado de un plumazo a lo hondo de la Fosa de Battle, que está ahí, en la costa sur, como un embudo negro que no tiene fin.

José Gabriel Ramón Castillo iba a la capital a entrevistarse con sus amigos. A buscar unas hojas de papel, unos bolígrafos, revistas y a llevarse todas las cajas de libros que pudiera. "No me importa si son viejos o nuevos", decía, "los libros no tienen edad y hasta en los más mediocres hay algo que aprender".

Muriendo a retazos

Su Instituto de Cultura y Democracia, que comenzó a funcionar a mediados de la década del noventa, era un enclave molesto para la burocracia del totalitarismo y para los policías. Un sitio plural y transparente que ofrecía conferencias y discusiones semanales sobre temas candentes. Un lugar donde se podía opinar con decencia y altura sobre cualquier asunto y donde no había libros censurados, ni temas prohibidos para la literatura.

Por eso, y por sus artículos lúcidos y sin máscaras escritos sobre la realidad cubana, José Gabriel Ramón Castillo, Pepín, fue condenado a pasar 20 años en la cárcel durante la llamada Primavera Negra de 2003.

Después de una mansión inicial en una de las cárceles más duras del sistema, el Pre de Santa Clara, Castillo fue trasladado a la prisión de Boniato, en su provincial natal.

Ahí está. Enfermo grave después de cuatro años de encierro. Con 50 años de edad. Diabético y con cirrosis hepática. Con hipertensión arterial y problemas circulatorios.

Fue su esposa, Blanca Rosa Echeverría, quien denunció hace menos de un mes que el prisionero no está recibiendo el tratamiento de insulina. Que está muy mal y que la alimentación —como la de todos los presos— es muy deficiente. Ella y toda la familia, sus amigos y compañeros, temen por la vida del escritor cubano.

Él también. Este es un párrafo que hallé en una de las cartas que pudo sacar de la prisión: "Creo que se trata de algo cruel y sórdido en la escalada represiva contra mi persona, caracterizado en los últimos tiempos por ser más intensa. Presiento que todo esto va terminar en una agresión física porque lo veo en el rostro del oficial de la seguridad que viene a verme y en el de los carceleros, quienes han visto en mi labor cívica, no el oportuno señalamiento para que acaben los atropellos en esta prisión, sino al enemigo de sus intereses; por eso temo, y me encomiendo a Dios para pedirle que se apiade de sus almas".


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