Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Represion, Damas de Blanco

El “Lineamiento” trescientos y pico, el más importante: patadas y golpes contra “el enemigo”

¿Por qué sorprenderse con la brutal represión contra las Damas de Blanco y los opositores?

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¿Por qué se sorprende alguien con la brutal represión de las últimas semanas en Cuba contra las Damas de Blanco y otros opositores? ¿Qué tiene que ver autorizar a forrar botones “por cuenta propia”, o aumentar las sillas en un “paladar”, con permitirle a los cubanos el derecho a protestar pacíficamente contra la tiranía?

Alguien podría pensar que porque hay una relativa “apertura” económica del régimen sería de esperar una “apertura” política simultánea. Y porque, además, hay determinados “acuerdos” con la Iglesia en La Habana.

¿Por qué parece “lógico” que las cosas cambien y dejen de ser como han sido durante más de medio siglo? ¿Quién ha dicho que la política de los gobiernos dictatoriales se basa en relaciones de justicia y verdad, y no de poder? ¿O quién se lo ha creído?

El régimen alega que se comprometió con la Iglesia a no interferir a las Damas de Blanco en sus marchas de LOS DOMINGOS POR UN ÁREA DETERMINADA DE LA QUINTA AVENIDA DE MIRAMAR, tras asistir a misa. Nada más que eso. Y que ese compromiso lo ha cumplido escrupulosamente.

Sin embargo, ese mismo régimen alegará también que tal compromiso no incluía ningún “té literario” cualquier otro día, ni marchas fuera de la Quinta Avenida los domingos, ni en Santiago de Cuba, ni en ningún otro lugar del país.

En la “lógica” del régimen, las Damas de Blanco, con los acontecimientos actuales, pretenden mover la cerca, codiciando abrogarse permisos que nadie prometió ni ofreció, ni fueron acordados con la jerarquía de la Iglesia católica. Y además, alegará que ya no tienen sentido tales Damas de Blanco, puesto que ya no hay prisioneros políticos en Cuba tras las excarcelaciones y deportaciones, y que, por lo tanto, esas actividades son provocaciones contrarrevolucionarias financiadas desde el extranjero.

La esencia represiva del régimen solamente cambia para ser más virulenta. En la lógica del totalitarismo, en contra de lo que cree la mayoría de las personas, precisamente porque se han abierto pequeños espacios en la esfera económica para trabajar por cuenta propia —ya que el Estado no puede garantizar empleo a una gran cantidad de cubanos— es necesario apretar más las clavijas políticas en todo el país, y de ahí el recrudecimiento de la intolerancia.

Para el pensamiento estalinista convencional, cualquier grieta en el control económico puede traducirse en grietas en el control político, y eso se considera inaceptable. Aunque ya los chinos y los vietnamitas han demostrado con creces que las cosas no son así, al menos en el corto y mediano plazo, la gerontocracia cubana no tiene ni la visión ni las fuerzas para pensar en lo que pueda suceder de aquí a veinticinco o treinta años.

La actual relativa, limitada y tímida apertura económica en Cuba —lastrada por innumerables arbitrariedades y coyundas— no ha sido producto del avance dentro de la élite de un pensamiento reformista, sino de la asfixiante necesidad creada por la crisis de más medio siglo jugando y experimentando con la economía sin la más mínima responsabilidad.

La crisis no es culpa de “la burocracia”, como pretende ahora el gobierno, sin definir para nada qué es, dónde está y quienes integran “la burocracia”. La responsabilidad absoluta y total es del poder, del máximo poder, por haber permitido, fomentado o ignorado a esa “burocracia” durante medio siglo. Además, tampoco debemos olvidar que el nido fundamental de gestación, cría y desarrollo de “la burocracia” totalitaria está en los niveles superiores del Partido Comunista y en los máximos órganos del gobierno y el Estado, no en un oscuro almacén en provincias, ni en la calurosa oficina de una inútil e innecesaria delegación provincial, ni tampoco en un insulso comité municipal del partido, que dice lo que le ordenan y actúa en consecuencia. Y lo que le ordenan no es, necesariamente, lo que se dice en público, sino lo que se cocina “a lo cortico” fuera de la vista pública.

De tal manera, a menos que se produzca una sorprendente presión internacional, es de esperar en el futuro inmediato un incremento de la represión violenta contra los opositores y contra todos los que no estén dispuestos a soportar sumisamente las arbitrariedades del régimen, siempre bajo el disfraz de “pueblo enardecido”, nunca el gobierno dando la cara directamente. Para eso cuenta, además de con las turbas de facinerosos encargadas de la parte más sucia del trabajo sucio, con los órganos judiciales que responden al poder y no representan para nada los intereses de la población, la prensa sumisa, y los esbirros en guayabera, capaces de confiscar “revolucionariamente”, como ya han hecho, los certificados médicos que describen las lesiones y contusiones sufridas por los opositores apaleados que deben acudir a los hospitales y centros de salud.

El acuerdo logrado por la Iglesia cubana con el régimen el año pasado, para proteger a las Damas de Blanco, aún con las limitaciones impuestas por las circunstancias, además de inédito, fue excepcional. Nunca antes ninguna institución en el país había logrado algo parecido. Pero no es suficiente para tratar de detener la escalada represiva que se ha desatado en el país en estos momentos.

¿Intentará la Iglesia cubana, al menos, tratar de ampliar esos acuerdos para paliar la situación actual? Y en caso de intentarlo, ¿logrará resultados positivos?

Ya se verá. Mientras tanto, lamentablemente, seguirán las patadas y golpes contra “el enemigo”.


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