Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Relaciones, EEUU, Embajadas

El mismo perro con diferente collar diplomático

Las secciones de intereses ahora son embajadas; los trogloditas siguen siendo trogloditas

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Ya tenemos embajadas en La Habana y Washington. Entramos en una nueva era.

No todos comparten esa opinión. Es lo que podría deducirse del discurso en Washington del canciller cubano, Bruno El Breve. Porque sus palabras, independientemente de lo que haya pretendido transmitir, cargaron lenguaje de guerra fría y posiciones conservadoras, reaccionarias, retrógradas. Un discurso que debería haberse enfocado en el futuro se centró en el pasado, quejas y reclamaciones, la misma cantaleta de los últimos cincuenta y seis años, sin visiones positivas ni propuestas realistas de futuro. El régimen se mostró, una vez más, atrapado en el pasado, como de costumbre.

Cuando en Cuba nos hablaron por primera vez de socialismo y marxismo, nos decían que representaba progreso y futuro, mientras el capitalismo constituía atraso y pasado. Y que en la inevitable lucha de contrarios entre ambos sistemas, el vencedor sería el que representaba el futuro, siendo capaz continuamente de cambiar, superarse y progresar, venciendo contradicciones antagónicas, lo que conduciría, inevitablemente, a un cambio cualitativo superior, la sociedad socialista guiada por el marxismo-leninismo.

Los esbirritos digitales no conocen de eso, porque aparentemente su edad no les permitió “disfrutar” de aquella etapa, que incluyó también la Crisis de Octubre, y la Ofensiva Revolucionaria, el Cordón de La Habana y la Zafra de los Diez Millones años después. Pero, además, porque no dan muestras de demasiado coeficiente intelectual o creatividad, y se repiten día tras día con la misma cantaleta, a la vez que acusan a los otros de repetir un supuesto estribillo. Sus referentes teóricos parecen ser Alejandro Castro, Elián González, y la sicóloga que ahorrando de su salario se pagó su viaje a Panamá para dar mítines de repudio.

Según dijo el canciller cubano en el Departamento de Estado en Washington, todo lo logrado se debía a la genialidad del Comandante. “Hemos llegado aquí gracias a la conducción firme y sabia del líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz, a cuyas ideas siempre guardaremos lealtad suprema”. Varios hinchas del régimen, al parecer no advertidos de normas protocolares, intentaron un mini-aplauso que no prosperó, pero quizás les de puntos para asegurar la jabita mensual.

Tras esa muestra de abyección, el mini-canciller mintió alevosamente, deformando la historia para intentar llegar a conclusiones ficticias: “La Enmienda Platt, impuesta en 1902 bajo ocupación militar, cercenó un esfuerzo libertador que había contado con la participación o la simpatía de no pocos ciudadanos norteamericanos y dio origen a la usurpación de territorio cubano en Guantánamo. Sus nefastas consecuencias marcaron indeleblemente nuestra historia común”. Se le “olvidó” decir que los temas de la Enmienda Platt e Isla de Pinos se resolvieron durante la “república frustrada”, y Guantánamo no fue reclamada nunca, todo eso mucho antes de que Fidel Castro fuera aprendiz de pandillero en la Universidad de La Habana.

Reiteró el engaño sin sonrojarse: “En 1959, Estados Unidos no aceptó la existencia de una pequeña y vecina isla totalmente independiente y unos años después, aun menos, la de una Revolución socialista que tuvo que defenderse, y desde entonces, encarna la voluntad de nuestro pueblo”. Embustero canciller: ¿cómo es posible encarnar “la voluntad” de un pueblo sin someterse a elecciones libres y realmente competitivas durante más de medio siglo?

No bastando lo dicho, no tuvo reparos en afirmar que “es grande el desafío porque nunca ha habido relaciones normales entre los Estados Unidos de América y Cuba pese a un siglo y medio de intensos y enriquecedores vínculos entre los pueblos”. Allá lo que digan el canciller y la dictadura que le paga, porque, a pesar de arena y mucha cal, los únicos momentos en que las relaciones entre Cuba y Estados Unidos no fueron “normales” fueron desde la llegada del castrismo al poder hasta nuestros días.

Ya Fidel Castro en carta a Celia Sánchez en 1958 había anticipado su rencor a Estados Unidos, potencia que había derrotado a España y sus servidores, como su propio padre. Antes de “la revolución”, a pesar de todo lo criticable que se pueda señalar a esas relaciones, y a pesar de la Enmienda Platt y toda la propaganda castro-totalitaria, EEUU mantenía relaciones amistosas con los cubanos. Desde los inicios de la Guerra de los Diez Años generales americanos participaron junto a los mambises independentistas frente a las tropas del colonialismo español que muchos años después integraría el futuro padre de los engendros de Birán. Y muchos patriotas cubanos, recios luchadores frente al colonialismo español, no veían con malos ojos la anexión a Estados Unidos. Como otros muchos patriotas cubanos, mientras el padre de Fidel Castro defendía al genocida capitán general español Valeriano Weyler y su “reconcentración”, que provocó 250.000 muertos, solicitaron la intervención de Estados Unidos en la Guerra de Independencia cubana, para detener la masacre de la población.

Si el canciller del régimen, para contentar a los trogloditas, quiere continuar ignorando realidades, lo seguirá haciendo. Pero por mucho que lo repita, no convertirá en verdades mentiras evidentes e información distorsionada.

Estamos en una nueva era. Donde no tiene futuro el mismo perro con diferente collar diplomático.


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