Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Lo que dejó 2008

El suplicio del agua

Grandes anuncios y crudas realidades. De promesas vive la segunda mayor ciudad del país.

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"Productividad", "laboriosidad", "eficiencia" y "avances" son términos del retrógrado lenguaje oficialista que sólo provocan burla, sobre todo cuando los pronuncia algún dirigente en las numerosas "celebraciones" que paralizan la vida de los cubanos.

Según la filosofía oficial, todo cuanto entorpece el desempeño del gobierno proviene del embargo norteamericano, de los efectos de la crisis financiera internacional o de "la venganza de la naturaleza", como han llamado al efecto devastador de los tres huracanes que pasaron en los últimos meses por la Isla.

El Estado no hace la más mínima referencia a los obsoletos métodos administrativos, la corrupción, la desidia generalizada…, factores que hacen caótica la situación de un país donde la razón sólo puede encontrarse en la doble moral y el choteo.

Cada empeño, tarea o programa, dirigido por el Partido Comunista, se transforma con el paso del tiempo en centro de la crítica solapada o la burla socarrona. Así de complicada se torna la existencia del ciudadano de a pie, en el propio trabalenguas con el que está obligado a convivir en la farsa cotidiana.

De las mentiras

El tiempo es el mayor juez para olvidadizos y oportunistas, pero también aparece como el verdugo de los que mienten.

En Santiago de Cuba, la terquedad ha alcanzado niveles exorbitantes. Por estos días, el empeño se concentra en esperar "con todas las tareas cumplidas" el aniversario 50 de la llegada de Fidel Castro al poder.

Los santiagueros sufren desde hace años la escasez de agua para el consumo, aun cuando el máximo líder, en las "elecciones" de 1993, prometió resolver el desaguisado: "pronto tendrán resuelto el problema".

El tiempo pasó y el refranero popular volvió a convertir las penas en chistes. De ahí que era habitual escuchar en Santiago: "no se preocupen, que las tuberías vienen de la Unión Soviética", en alusión a una especie de calendas griegas. Más de una década de espera y silencio cómplice de la prensa, la cual no rozaba siquiera el tema, llevaron casi al olvido un problema que afecta a más de medio millón de personas.

Se convirtió en algo normal el tránsito de carros cisternas, carretones tirados por caballos, así como también las largas colas de personas, con recipientes de todo tipo, en torno a las cisternas colectivas.

Un nuevo proceso electoral, a principios de 2008, devolvió en realidad virtual al octogenario Fidel Castro. También regresó el discurso gastado de "ahora sí todo será resuelto". Las inversiones para mejorar un acueducto centenario no se hicieron esperar, y los santiagueros comenzaron a mirarse con estupor ante lo que se revelaba ante sus ojos: "una obra con un costo millonario".

De la desidia

Es difícil que la cúpula castrista emprenda un proyecto sin que medie la política en el empeño. Lo que amerita sentido común se trastoca en desenfreno electoral. Entonces es cuando una obra "se inaugura en saludo a…" y comienza el "corre-corre" al que están abocados todos, menos la calidad y el respeto.

La ciudad de Santiago de Cuba fue invadida por equipos de construcción que seccionaban las grandes avenidas. El panorama se tornó esperanzador, cada día estaba más cerca del "preciado líquido", como se refiere al agua el semanario oficial Sierra Maestra.

Pero los atrasos, comunes en las obras constructivas de la Isla, obligaron a los ejecutores a agilizar los trabajos: se acercaba el 26 de julio y la Plaza de la Revolución Antonio Maceo parecía un escenario bélico, con tuberías de polietileno diseminadas en las calles. Jornadas de "trabajo voluntario" y el "apoyo" de entidades hicieron que "en tiempo récord se terminara la sección central" del nuevo acueducto santiaguero.

Hasta el corresponsal de la televisión cubana hizo un alarde actoral cuando lo anunció, en medio del movimiento arrollador de los "aguerridos constructores"; pero los resultados no se hicieron esperar. Raúl Castro habló el 26 de julio en Santiago. ¿De qué? Del agua de los santiagueros.

"La obra marcha a pasos agigantados", declaró a la prensa, y raudo regresó a la capital. Con la misma euforia con que lo anunció, comenzaron a reventarse las tuberías y afloraron los salideros, también "en saludo al 26 de julio".

Hoy todo es desolador. Los ejecutores han tenido que abrir hasta más de tres veces muchos de los tramos del acueducto y las obras están empantanadas en la zona del Distrito José Martí.

Con ciclos de hasta quince días sin que los hogares reciban agua potable, los santiagueros comienzan a ver el acueducto como un "gran error electoral", que sólo ha servido para alargar el padecimiento y entretener a todos con los problemas estructurales del gobierno.

Un ciclo interminable

Cuando faltan unas pocas semanas para que concluya el año, los preparativos por el aniversario 50 de la dictadura más larga que ha sufrido el país se centran en la inauguración de obras.

Probablemente volverá a agilizarse la construcción del acueducto y el atraso será revertido con maratónicas jornadas de desenfreno. En enero o febrero, "en saludo a…", volverán a reventarse las tuberías, como mismo sucedió con varios centros gastronómicos inaugurados el pasado 26 de julio, muchos de ellos ya cerrados "por reparación". Un ciclo interminable.

La falta de agua es sólo uno de los suplicios que padecen los santiagueros en este largo camino de desconsuelo. De promesas vive la segunda mayor ciudad del país.


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