El verdugo como víctima
Insatisfecho con traumatizar a tres generaciones de cubanos, el régimen se adelanta a enfermar el alma de la próxima.
Un niño que lanzaba consignas esta semana frente a la casa del abogado invidente Juan Carlos González Leiva, gritó en la alta meseta de histeria colectiva: "si lo cojo, lo mato". Conozco muy bien ese si condicional criollo. Lo conozco en sus leyes de improbabilidades, en la esencia de su frustración y en su teatralidad de guapo en compañía.
Lo trágico, en este caso, es que salga en la voz de un escolar, de un muchacho que debía a esa hora estar estudiando geografía o gramática española, ortografía (tan desfoliada en Cuba) o la historia de esa región —Ciego de çvila— que sigue siendo la tierra natal de otro abogado, Ignacio Agramonte.
No me extraña esa expresión y otras con los mismos relieves de falsedad, bajeza, hipocresía y changó ideológico en esa nata de tramoyistas que se pasea por el mapa de Cuba en busca de un reconocimiento de la policía y del Partido. Ahora, llevar niños a esos circos romanos, acarrear inocentes a esos mataderos espirituales es un crimen mayor que perpetrar el asedio a un compatriota porque no piensa como ordena el gobierno que se debe pensar.
Seguro. Es un crimen con rondas en el porvenir. No están satisfechos con traumatizar a tres generaciones de cubanos y se adelantan a enfermar el alma de la próxima para que no haya sosiego, para dejar su oscura huella de odio y división e intolerancia en la conciencia de los que hoy son inocentes todavía.
"Si lo cojo, lo mato", dijo el niño que ya llevaba rato dándole vivas a Fidel Castro. El muchacho mataría a un hombre que no conoce. A alguien que hace unos pocos años era un muchacho como él, pobre y humilde, sin futuro en una tierra devastada por la impericia de los dirigentes y sin riquezas porque el sistema no funciona.
El niño, que debía estar jugando, entregado a las fantasías de su edad, donde se ensillan caballos de maderas para galopar esas llanuras, donde se enyugan botellas vacías en unas yuntas de cristal laborioso y el patio de la casa es el mayor terreno de béisbol del mundo, estaba lleno de un odio artificial que le inyectaron los adultos y quería matar al abogado que, entre otras, aboga por la libertad de su presunto asesino, ese niño y su familia.
Desde luego que el episodio forma parte ya de la carpeta abominable de represión y atropello que se prepara la dictadura. Esta vez, con otro elemento estremecedor: algunos de los indignados patriotas que amenazaban en la calle están esperando su visa para viajar a Miami.
Y el niño. La inocencia contaminada con un padecimiento invisible que se instala en el corazón.
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