Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Sociedad

En el paraíso proletario

Los problemas laborales no se solucionan con mayor represión, sino con mejores condiciones y una retribución que permita llevar una vida digna.

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Durante decenios, el gobierno cubano ha proclamado ser el máximo representante de una sociedad regida por los intereses de la clase obrera, quien, según la propaganda oficial, es la verdadera dirigente y propietaria de todos los medios de producción. No obstante, la realidad nacional es bien distinta.

 

Ella refleja que si alguien vive mal en Cuba, son las personas que desean procurarse el sustento mediante el trabajo honesto, pues, como ha reconocido Raúl Castro, los salarios no alcanzan para sufragar las necesidades mínimas. Al mismo tiempo, las condiciones laborales de los proletarios son pésimas; sin disponer de organizaciones sindicales defensoras de sus derechos.

 

Si alguna duda cabe, puede leerse el artículo "¿Crecimiento agrícola sin atender al hombre?", aparecido en el semanario Trabajadores el 16 de febrero.

 

Se trata de un análisis de la situación de los trabajadores agrícolas en el municipio de Quivicán, provincia de La Habana, una de las zonas más ricas y productivas de país. De acuerdo con el mencionado artículo, muchos trabajadores realizan sus labores sin calzado, con ropa en muy mal estado, carecen de alimentos y viven en locales sin condiciones apropiadas, con techos remendados por ellos, con materiales de desecho.

 

Además, carecen de herramientas, como limas, y los machetes resultan inútiles al poco tiempo de usados, a causa de la mala calidad del metal. Muchos campesinos, obligados por las circunstancias, trabajan descalzos, exponiéndose a lesiones o a adquirir enfermedades parasitarias a través de las plantas de los pies. Algunos calzan zapatos del mismo pie en ambos, antes de no usar ninguno. Cuando se pueden conseguir limitadas cantidades de botas, estas se destruyen a los pocos días, también por la deficiente calidad.

 

Según expresaron dirigentes entrevistados, ante la enorme carencia de ropa y calzado, en ocasiones se hacen gestiones con unidades militares para que compartan sus deshechos, a fin de repararlos y entregarlos a los trabajadores.

 

En el lugar donde malviven los obreros, una persona señaló al periódico: "Los colchones los hemos reparado nosotros mismos, las sábanas y mosquiteros tenemos que comprarlas, al igual que los alimentos; la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) sólo nos garantiza el almuerzo… La construcción de viviendas es insuficiente y vivimos 48 personas desde hace más de 10 años en este campamento". Si eso sucede en una zona agrícola rica para las condiciones cubanas, puede imaginarse lo que ocurre en las empobrecidas provincias orientales.

 

Lo verdaderamente asombroso

 

Por otra parte, los trabajadores enfrentan esos terribles problemas, pero reciben salarios insuficientes, pagados en una moneda que es rechazada en la mayoría de los comercios, donde se vende en pesos cubanos convertibles (CUC). Paradójicamente, en lugar de procurar mejorar esas condiciones, el gobierno ha promovido en los controlados medios de difusión una campaña llamando a la persecución de quienes no desean contratarse con el Estado, sin tener en cuenta las raíces generadoras del rechazo al trabajo.

 

La situación es bastante complicada. Así lo refleja el periódico Granma en un artículo titulado "Indisciplina laboral o un problema por resolver", del 11 de febrero, donde indica que un monitoreo realizado por especialistas del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social en 2.042 empresas y unidades presupuestadas, durante mayo y junio de 2008, mostró que el 60% de los trabajadores violó de una manera u otra la jornada laboral. Las violaciones fueron 26.622, entre las que se destacan: llegadas tardes (46%), incumplir el período de pausa de alimentación (19%), infligir el tiempo de trabajo (13%), salidas antes de hora (10%), realizar otras actividades no autorizadas (5%) y abandonar el puesto de trabajo sin autorización (4%).

 

Esos datos denotan que no sólo muchas personas no desean contratarse con el Estado, sino que los trabajadores activos carecen de interés por su labor, a pesar de todas las disposiciones existentes. El problema laboral en Cuba no tiene solución aplicando mayor represión, sino a través de la creación de mejores condiciones de trabajo y una retribución que permita llevar una vida digna.

 

La verdadera pregunta que debería hacerse el gobierno en estos momentos es si las personas desean o no trabajar, o si hay bajo rendimiento laboral. Lo verdaderamente asombroso es que, no obstante la colosal falta de incentivos laborales, todavía haya cubanos dispuestos a ganarse el sustento mediante el trabajo honesto con el único empleador: un Estado altamente ineficiente y explotador, la total negación de los intereses del proletariado.


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