Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Sociedad

Entre el grito y el bostezo

En La Habana se manifiestan con nitidez dos actitudes generalizadas del cubano de hoy: la violencia y la indiferencia.

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La indiferencia es un modo de respuesta que supone una protesta, aunque ineficaz y autodestructiva, que se traduce en la pasividad y el desarraigo. Un indicador importante se reflejó en estas últimas navidades. Los días finales del año 2005 fueron grises. Salvo en aislados hogares en los que se insiste en preservar las tradiciones festivas de estas fechas y la familia se reúne, La Habana no vestía la alegría típica de estas celebraciones, tan arraigadas antaño y hasta hace poco en el pueblo cubano.

No se sentía el ambiente navideño, lleno de buena voluntad y optimismo, pese a la insistencia de las autoridades para organizar "ferias" y espectáculos y pese al fabuloso y sorprendente 11,8 por ciento de crecimiento económico —como salido de la gorra verde olivo del mago—, con el que el gobierno pretendió deslumbrarnos.

El futuro inmediato

Sin ánimo de hacer predicciones (es muy difícil en Cuba), no resulta muy halagüeño el panorama que se presenta ante el cubano.

Es evidente que la ofensiva iniciada por el gobierno a finales de 2005, con una política de mano generosa ("regalitos" a precios módicos para "elevar el nivel de vida de la población", aumentos salariales y de pensiones a jubilados) combinada con mano dura, teniendo en cuenta la inmediata presión que supone el ejército de lucha contra la corrupción —dígase trabajadores sociales— en un país totalmente corrompido, y sumada al aumento de las tarifas eléctricas (sin contar con otras "medidas" que comenzarán a aplicarse y que ya circulan de voz popular), hace bien compleja la situación social.

No es posible tampoco adelantar las reacciones de la población: aunque es de esperar que no ocurran transformaciones muy radicales en cuanto a movimientos de oposición al régimen, es un hecho que el gobierno ha perdido credibilidad y confianza y que ya no funcionan los viejos discursos que apelan a la "dignidad" y a la "conciencia revolucionaria".

Los mensajes contenidos en las presentaciones de Felipe Pérez Roque y de otros dirigentes, durante las sesiones de trabajo de la Asamblea Nacional, en el pasado mes de diciembre, demuestran que las altas esferas del poder conocen que hay un estado de peligro tangible y que ni las condiciones ni el tiempo están a su favor. Y aunque sólo reconocen como potencialmente destructiva la corrupción, no están ajenos al desencanto general que recorre hoy prácticamente todas las esferas de la vida nacional.

Según cómo se presenten los actores de la política cubana, el año 2006 podría ser un terreno fértil para considerar medidas que conduzcan al avance de la transición pacífica hacia la democracia, a través de propuestas económicas que permitan una participación activa del ciudadano, así como con el reconocimiento de libertades políticas; pero el gobierno no ha ofrecido hasta el momento ninguna señal de voluntad política de esa naturaleza.

Las acciones emprendidas más bien tienden a recrudecer las condiciones que propician el aumento de la violencia, más represión y más descontento, factores que atentan contra la tan reclamada salvación de la revolución, con tanta o más fuerza que la corrupción misma.


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