Entre Miami y La Habana, la prioridad es la nación cubana, «al precio que sea»
La visión del exrepresentante federal demócrata Joe García en el contexto de su último viaje a Cuba
El exrepresentante federal demócrata Joe García fue entrevistado recientemente por Camilo Egaña en CNN en español. El tema: su viaje a Cuba acompañando a empresarios norteamericanos, también recibidos posteriormente por el gobernante Miguel Díaz-Canel.
Había un interés especial en la entrevista: la visión de García en el contexto de ese viaje. No recuerdo una entrevista parecida a un cubano de Miami que regresa de La Habana, habiéndose reunido con un alto funcionario cubano, en este caso el presidente.
Es un signo de los tiempos, en Cuba y en Miami. La situación económica de la isla es la peor en su historia desde 1959; ya se han registrado más de 4.600 empresas privadas en lo que va de año. Una parte considerable de esas empresas ha recibido capital de sus familiares en el exterior. En estos momentos dichas empresas, los trabajadores por cuenta propia y las cooperativas, que integran la masa laboral privada reúne a un 35 % de ciudadanos. La empresa productiva estatal emplea al 30 % de la masa laboral y el resto, un 35 %, son también empleados del Estado, en el sistema de salud, ministerios, y oficinas estatales.
García mantuvo un diálogo civil y respetuoso con Camilo, sin que el experimentado conductor dejara de lado preguntas importantes y su acostumbrada ironía. En un momento le preguntó a García: “¿Y usted, tiene negocios en Cuba?”. A lo que el entrevistado respondió. “No, pero los quiero tener”. Una respuesta clara a una pregunta necesaria, pero que en otros momentos habría puesto en jaque al entrevistado. Porque hacer negocios con el gobierno cubano, es “darle un balón de oxígeno” a un gobierno que lleva 62 años “cayéndose”. Ese es uno de los mantras preferenciales del discurso político en los medios de prensa miamenses y la opinión pública del exilio en general.
Pero es que ahora, subrayó García, se trata de empresas privadas, por primera vez en Cuba, desde la Ofensiva Revolucionaria de 1968 que terminó con más de 53.000 negocios privados, desde cafeterías y pequeñas empresas hasta limpiabotas y barberos, en un intento de alcanzar el comunismo antes que la URSS y China. No tenemos límites para la imaginación los cubanos, por eso resolvemos fácilmente problemas prácticos y también nos perdemos en el sublime mundo de la ilusión.
Pero la de ahora, acabada de salir de la incubadora, es una nueva realidad a la que habría que atender. La posición fundamental de Joe García, y también de cualquier cubano, de Cuba o Miami, que quiera contribuir a resolver el álgido problema del archipiélago ideológico donde existimos: el elevado concepto de nación, de una nación a la que se pertenece solo por el hecho de ser cubano. Un concepto hermoso y claro.
En otro momento García definió: “este es un problema de los cubanos”.
Estados Unidos tiene sus intereses particulares, no necesariamente coincidentes con nuestros problemas. Y así se lo expresó respetuosamente a Díaz-Canel: los cubanos de Miami son parte de la nación cubana al igual que los cubanos de Cuba, por eso Miami no debe ser excluido de las posibles conversaciones entre Washington y La Habana. Porque entonces Miami hará todo lo posible para entorpecer dichas conversaciones.
Las posibles conversaciones entre los dos países hasta ahora han sido regidas por un principio del gobierno cubano, hablemos con el jefe y no con los subordinados, Miami es un apéndice de Washington. Pero un apéndice, digo yo, que da mucha lucha desde el vientre de Estados Unidos. Y por su parte el exilio cubano, también refractario al “diálogo con la dictadura castrista” y acéfalo de organizaciones políticas propias actualmente —representados mayoritariamente por su voto republicano— no debía rechazar la oportunidad de contribuir en favor de la nación cubana.
A los osos de los dos lados: ¿Por qué no?
Al final de la entrevista Camilo pregunta a García, citando a Jesús Díaz, escritor y cineasta cubano, ya fallecido: “Los cubanos de aquí, de allá y de acullá, estamos condenados a entendernos”. OK, a entendernos —preguntó a continuación Camilo— ¿pero a qué precio?
“Al que sea” afirmó García.
Dejándonos a todos los cubanos invitados a un gran reto.
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