Escéptico o reflexivo
Da la impresión que la disidencia y en general la oposición al Gobierno de Raúl Castro, tanto dentro como fuera de la Isla, no acaban de sintonizar la brújula
Lo que acontece en Cuba con la famosa “actualización del socialismo” y ahora con el Documento base para la Primera Conferencia Nacional del PCC me ha hecho recordar aquel muñequito que sacó la televisión cubana titulado El escéptico cuando el disparate de la zafra de los 10 millones. Aquel hombrecito que se hizo famoso emergiendo de un cañaveral riendo y cuchicheando que esa cifra jamás se cumpliría y que más tarde, en el propio cortometraje, era arrollado por un tractor victorioso cargando los 10 millones de toneladas de azúcar.
Por otra parte, da la impresión que la disidencia y en general la oposición al gobierno de Raúl Castro, tanto dentro como fuera de la Isla, no acaban de sintonizar la brújula para encausar los esfuerzos que lleven a un cambio ordenado y pacifico hacia un Estado de derecho y una democracia verdadera.
Internamente la oposición trata de encausar el descontento popular hacia protestas pacificas.
Sin embargo las protestas planificadas para una mayor escala son siempre desarticuladas por los órganos de la Seguridad del Estado apoyados en la infiltración de sus agentes en todas las organizaciones disidentes, conociendo de antemano dónde, cómo y en qué condiciones la oposición planifica sus actividades.
Desde el exterior algunos sectores del exilio cubano continúan presionando a la oposición interna para que organice protestas.
Por el discurso de sus principales voceros en algunas estaciones de radio de Miami, se percibe la preocupación por el tiempo que parece acabarse para aprovechar la oportunidad de las condiciones objetivas actuales que —según su óptica— proporcione un cambio de régimen.
Ignoran que la primordial condición para que las masas se decidan a protestar abiertamente contra cualquier régimen radica en la habilidad de lograr transmitir al pueblo los puntos de vista de una oposición cohesionada y que la comprensión del proyecto político-económico prenda y germine en la conciencia de los ciudadanos. De lo contrario, nadie estará dispuesto a lanzar la primera piedra o como se dice en el argot de la calle “nadie quiere ser el primero en poner el muerto”.
Para algunos sectores del exilio cubano radicados en Estados Unidos las micro protestas, aunque exitosas, requieren de mucho tiempo para que logre prender en la población el mensaje de los opositores sobre la necesidad del cambio. Temen que antes de que esto suceda el embargo pueda ser levantado, que las relaciones entre Cuba y Estados Unidos mejoren como resultado del posible descubrimiento de petróleo en la plataforma insular de la Isla y por consiguiente, que se disminuyan o eliminen los subsidios para las organizaciones que se oponen al Gobierno cubano.
Por lo tanto, su táctica está enfocada a obtener resultados en corto plazo. Crear confrontación entre disidentes y el Gobierno y que esa confrontación pueda ser usada para promover una amplia campaña internacional sobre las violaciones de los derechos humanos en la Isla, que facilite desencadenar una intervención extranjera al estilo Libia o, por lo menos, evitar el mejoramiento de las relaciones entre ambos gobiernos y el levantamiento gradual del embargo a través de negociaciones.
Cifrar las esperanzas de un cambio democrático en Cuba apostando a esta opción equivaldría a hipotecar los destinos del país.
Estaríamos no solamente regresando al punto de partida donde por innumerables factores se perdió el rumbo verdadero de un inmenso esfuerzo popular por corregir los males que se heredaron de una independencia discapacitada. Mucho peor, seria un retroceso al 1902, donde no supimos sembrar ni cuidar la semilla de un bello árbol que se nos ha podrido.
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