Actualizado: 15/04/2024 23:17
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Jens Aron Modig, Ángel Carromero

¿Hasta cuándo el silencio?

Epidemia selectiva de amnesia en La Habana

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Sin duda parece haber una epidemia selectiva de amnesia en La Habana, que afecta a determinados europeos occidentales cuando sufren algún tropiezo con las autoridades del régimen.

Primero fue Jens Aron Modig, líder de la Juventud Demócrata Cristiana de Suecia, que dormía convenientemente cuando el carro en que viajaba, conducido por Ángel Carromero, se salió de la carretera cerca de Bayamo, Cuba, y se produjeron las muertes de los opositores Oswaldo Payá y Harold Cepero.

Después de sufrir leves lesiones, atendidas en Bayamo, y de una estancia relativamente breve en una “casa” del Ministerio del Interior en La Habana, Modig comenzó a sufrir una profundísima amnesia, que dura hasta el día de hoy: no recuerda ningún detalle de nada. Primero porque dormía, y después sencillamente porque no recuerda nada, como si ni siquiera hubiera estado allí.

Se pensó que tal vez al llegar a Suecia la “amnesia” se disiparía, pero resultó todo lo contrario: se ha hecho más profunda con el paso del tiempo. Mentes compasivas nos explicaron que esa amnesia de Modig era imprescindible para no perjudicar a Ángel Carromero, de Nuevas Generaciones del Partido Popular (de gobierno) en Madrid, que cumplía condena en Cuba por el siniestro que costó la vida a los dos opositores cubanos.

Tal explicación mantenía cierta lógica, pues en la eventualidad de que el joven sueco dijera cosas no simpáticas al régimen cubano, podría haberle complicado la vida a su colega español encarcelado en 100 y Aldabó. Pero estando Carromero fuera de Cuba desde el 29 de diciembre —supuestamente gracias a un “éxito diplomático” del Gobierno español—, era de esperar que lo que pudiera decir el amnésico sueco sobre el “accidente” de Bayamo ya no podía perjudicar al ibérico.

Sin embargo, sucede que parece que la amnesia habanera progresa con el tiempo, al extremo de que ya se sabe que el señor Modig no aspirará a reelegirse como líder de su organización en las próximas elecciones. ¿Pensará retirarse tan joven de la política? ¿O acaso la amnesia que padece ya no le deja recordar ni lo que hacía antes del fatídico —y no solicitado— viaje a La Habana en el pasado mes de julio?

No obstante, quedaba Ángel Carromero, ya en territorio español, recluido en la prisión de Segovia, cerca de Madrid, que le parecería un hotel de cinco estrellas comparada con las celdas de Cuba. Además, se comenzaron de inmediato ingentes esfuerzos para que se le aplicara alguna variante de libertad condicional de acuerdo a la gravedad del delito en las leyes de España, libertad condicional que allá se conoce como “el tercer grado”, ya fuera dormir solamente algunas noches semanales en la cárcel, trabajando por el día normalmente, o que se le colocara un mecanismo electrónico que tendría que portar obligatoriamente para que se sepa por dónde anda y que elimina la obligación de pernoctar entre rejas.

Aparentemente, estaban listas las condiciones para que Carromero dijera algo que contribuyera a conocer más detalles sobre lo que sucedió en la Carretera Central cubana aquel 22 de julio cerca de Bayamo. Pero no, tampoco, porque ahora nos han dicho que el español traía sus ideas muy desordenadas en su cabeza, y que no podría hablar claramente hasta que las “ordenara”.

Es comprensible que el joven político español haya pasado experiencias traumáticas en los últimos meses durante su estancia en Cuba, y necesite algún tiempo para estabilizarse emocionalmente. Esperemos que el proceso de “ordenamiento” de ideas de Carromero no demore demasiado, no sea que en ese lapso se produzca otro ataque agudo de amnesia similar al de Jens Aron Modig, pero que en cierto sentido deberá ser más fuerte aún, porque como el español era el conductor del vehículo no podrá alegar que iba durmiendo cuando se produjo el accidente. ¿O sí? Ya veremos.

Un amigo del Partido Popular, y en cierto sentido superior jerárquico de Carromero, asegura que haber llevado al detenido para Madrid fue todo un éxito de la diplomacia española, y que no implicó ningún tipo de compromiso (“contraprestaciones”) del Gobierno de Mariano Rajoy con el régimen de La Habana. Parece que el hecho de que en Madrid se hayan impartido instrucciones para que no se realicen acercamientos hacia la disidencia cubana en la Isla, y para no presentar reclamos vinculados a los derechos humanos y endurecer la Posición Común europea hacia el Gobierno de los hermanos Castro, es algo puramente circunstancial y casual, que en ningún momento tiene que ver con alguna borrosa “contraprestación”, ningún quid pro quo en agradecimiento a la dictadura.

A menos que también en la dirección del Partido Popular español se estén produciendo ataques selectivos de amnesia y no se recuerden políticas anteriormente anunciadas, lo que sucede en Madrid resulta lo más parecido a una “contraprestación” —en lenguaje cubano simple y llano se diría “dando y dando”. ¿De no ser así, cómo definir la posición que está adoptando el Gobierno español en estos momentos con relación al régimen totalitario?

No quiero precipitarme en llegar a conclusiones, cuando tal vez es conveniente darle un poco más de tiempo a Carromero para que “ordene” sus ideas, y ayudarle con atención médica imprescindible que pueda evitar un ataque fulminante de amnesia.

Habrá que pensar si realmente ya no hay más nada que decir sobre el fatídico siniestro, y que es imposible ser más veraz y transparente que lo que ha sido la dictadura cubana, o quizás que esa dictadura tiene capacidad de recurrir a procedimientos con sus detenidos que pueden ser percibidos como de largo alcance por sus eventuales receptores.

Lo que sí parece incontestable es que algunos en España y Suecia siguen pensando que todos los cubanos somos tontos o insensibles, sin darse cuenta de que, tal vez, no somos precisamente nosotros los que carecemos ni de cerebro ni de vergüenza.


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