Jeovany Jiménez Vega: hambre por justicia
Una sociedad sin periodismo libre se asemeja a un organismo vivo sin sistema inmune, susceptible a sucumbir ante la más mínima agresión del medio circundante
En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle.
Mahatma Gandhi
El pasado domingo, en horas de la noche, Jeovany Jiménez Vega —el médico de Artemisa que desde el 5 de marzo mantenía una huelga de hambre exigiendo, entre otras, que le fuese devuelto el permiso para ejercer en Cuba—, anunció a través de su cuenta de Twitter (@DrJVega) que había abandonado oficialmente el ayuno después de haber recibido la resolución ministerial No. 185 que lo rehabilita en el ejercicio de la medicina en la Isla.
Gracias a Internet, en pocos minutos la noticia se esparció por el éter burlando las barreras físicas y otros controles impuestos por las autoridades en Cuba. Una amiga y colaboradora de nuestra red ciudadana me transmitió la buena nueva. En medio de mi alegría solo atiné a llamar a mi primo Mario —artemiseño, como el Dr. Jiménez Vega y antiguo compañero suyo de clases en la escuela de Medicina, que hoy vive en Miami—.
Días atrás, movido por la angustia que le provocaba saber a su colega en ese trance, mi primo había recurrido a mí para que lo iniciara en la utilización de las redes sociales. Me pareció extraño, pues es una persona muy ocupada y apenas utiliza el correo electrónico. Sin embargo, se mantuvo firme: escribió un documento de base y quería que lo ayudase a “hacer algo, a correr la voz” para ayudar a salvar a su amigo. Las redes sociales eran la herramienta ideal, de hecho, la única que tenía a su alcance para actuar. Ese fue el detonante para lanzar en Facebook el grupo de “Solidaridad con los médicos Jeovany Jiménez Vega y Rodolfo Martínez Vigoa”. Desde su creación, cientos de personas han dejado allí sus comentarios y palabras de apoyo, en especial para Jeovany, quien atravesaba tan duro momento.
Minutos después llamé a Artemisa. El Dr. Jiménez Vega —a quien no conozco personalmente— me respondió de buen ánimo. Estaba al tanto de nuestras acciones. Agradeció a todos las muestras de solidaridad y el interés demostrado. Aproveché la ocasión para indagar un poco más sobre los acontecimientos recientes. Le pregunté si sería indemnizado y si le habían pedido disculpas. Me confirmó que tanto a él como a su colega, el Dr. Martínez Vigoa, les rembolsarán el salario que dejaron de pagarles durante todos los años que estuvieron sancionados. Los oficiales del Ministerio de Salud Pública de Cuba (MINSAP) que lo visitaron le expresaron sus disculpas y reconocieron su error. También le comunicaron que podrá terminar su especialidad.
Una recapitulación pertinente
Retomemos los hechos. Rodolfo Martínez Vigoa y Jeovany Jiménez Vega: dos médicos cubanos de la provincia de Artemisa habían sido sancionados por el MINSAP en 2006 y por años se vieron imposibilitados para practicar la medicina. La severa sanción no tuvo como raíz una violación de la ética médica ni nada semejante, sino la reivindicación de sus derechos laborales.
En junio de 2005 ambos galenos firmaron una carta —sin matices políticos o alusiones al Gobierno— que había sido respaldada por otros 298 trabajadores del sector de la salud. En ella protestaban por el ridículo aumento salarial (48 pesos, unos 2 USD) que por aquel entonces habían recibido los diferentes profesionales y especialistas de la salud. Esto provocó que fueran sancionados con la expulsión del centro de trabajo y su inhabilitación como médicos. En el caso de Jeovany, a estas medidas se sumaba su separación de las filas del Partido Comunista de Cuba (PCC) y la imposibilidad de terminar la especialidad.
Lo que llama la atención en este caso es que no se trataba de un opositor. ¿Cómo puede haberle hecho algo así a un militante del PCC, una persona que estaba convencida de que la crítica constructiva era la mejor vía para mejorar el socialismo cubano del siglo XXI? Luego, ¿por qué ningún medio de comunicación se hizo eco de las muchas gestiones emprendidas por el Dr. Jiménez Vega para apelar por la revocación de tan absurdo castigo?
Una sociedad sin periodismo libre se asemeja a un organismo vivo sin sistema inmune, susceptible a sucumbir ante la más mínima agresión del medio circundante. Esto explica el pavor del Gobierno cubano ante una carta que solo pedía un aumento de salario. Pero llevemos el análisis un poco más lejos. ¿Por qué resultó tan delicado este caso para el MINSAP?
En su último número, The Economist dedicó un reporte especial a Cuba en el que se menciona que una de las soluciones más socorridas del Gobierno cubano para mantenerse a flote después del período especial ha sido “cambiar los servicios profesionales de 20.000 médicos cubanos, instructores de deporte y consejeros en seguridad por petróleo barato que le suministra Hugo Chávez” (Special Report, March 24th-30th, p. 4). Sí, como lo leen, estos profesionales cubanos constituyen un importantísimo renglón de la economía.
Las dictaduras cuidan mucho las apariencias, por eso adoran evocar estadísticas, para deslumbrar a los incautos[1]. Conociendo la historia del “injusto bloqueo norteamericano”, conmueve leer que nuestros galenos han participado en misiones humanitarias con el contingente Henry Reeve en numerosos países pobres, pues suelen ser de los primeros en responder en situaciones de desastre. Pero esta no es más que la fachada de bondad del Gobierno cubano.
Para nadie que conozca la realidad es un secreto que los trabajadores de la salud en Cuba llevan la peor carga sobre sus espaldas. Y que conste que no es solo por el nivel de responsabilidad que se les exige, ni por las limitaciones materiales que afrontan en el ejercicio de su profesión diariamente, ni siquiera por los míseros salarios que reciben. La educación “gratis” en Cuba tiene una cara oculta: termina costándoles su libertad, pues para ellos resulta casi imposible abandonar el país.
Por demás, cuando participan en misiones en el exterior no son remunerados con equidad, sus movimientos son estrictamente controlados, y si se les ocurre desertar, las medidas punitivas que caen sobre ellos y sus familiares pueden tener carácter vitalicio.
Así las cosas, la situación de indefensión perenne en que se encuentran los profesionales de la salud en Cuba nos remite una y otra vez al régimen esclavista.
He aquí la causa real de la abusiva medida impuesta a los médicos Rodolfo Martínez Vigoa y Jeovany Jiménez Vega. Indudablemente, era cuestión de dar un escarmiento a todos los trabajadores del sector de la salud pública.
La solidaridad como escudo, el civismo como arma
La historia de este joven galeno tiene sesgos de pesadilla. Jeovany fue de un extremo al otro en el espectro social: pasó de ser miembro del PCC a ser tachado de disidente y mercenario. Porque en Cuba no existen los términos medios: o se está con el sistema o eres parte de la oposición. Aquello a lo que le había dedicado los mejores años de su vida de repente lo condenaba, lo excluía y había terminado por convertirlo en un paria.
Si analizamos su caso detenidamente, nos damos cuenta de que Jiménez Vega siguió un camino similar al del joven Eliécer Ávila —quien años atrás había osado cuestionar al presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, en público haciéndolo quedar en ridículo; esto le costó su carrera universitaria—. A semejanza de Eliécer, Jeovany se fue liberando internamente hasta encontrar su propia voz.
Ante la negativa de los medios oficiales de hacerse eco de sus demandas, la única vía posible fue la de recurrir a la blogosfera alternativa. Por eso abrió su propio blog, Ciudadano Cero —que forma parte de la plataforma Voces Cubanas, donde se reúnen los blogs de muchos de los comunicadores que se han formado en la Academia blogger que dirige Yoani Sánchez—.
A través de su bitácora, Jeovany fue documentando minuciosamente su caso, narró los abusos de los que fue víctima, el desprecio y la sorna de los empleados públicos con los que tuvo que lidiar durante seis largos años. Fue ilustrando en la barbarie cotidiana de ese régimen que justifica acciones prepotentes y soberbias como la absurda sanción que le habían impuesto.
El combate era desigual, pero su obstinación fue más fuerte. Desesperado, acudió a su último recurso y decidió tomar su propio cuerpo como plaza cívica sometiéndose a una huelga de hambre de 27 días que parecieron interminables.
Pero la respuesta oficial seguía demorando. Mientras la blogosfera alternativa y las redes sociales multiplicaban cada uno de sus gritos virtuales, los medios oficiales seguían haciendo mutis. Sin embargo, la noticia de su lucha había corrido de boca en boca, la gente admiraba su osadía y el descontento era general. Incluso, llegó a decirse que nadie sabía lo que podía suceder si el muchacho llegaba a fallecer.
La red de solidaridad que se fue tejiendo alrededor del galeno sumaba no solo a los blogueros de Voces cubanas, sino también al padre y los feligreses de la iglesia de Guanajay, las hermanas Escolapias, el espacio de debate ciudadano Estado de SATS, el personal del hospital donde lo atendían, así como periodistas y activistas del exterior que comenzaban a mover su caso a otros niveles para sensibilizar a la opinión pública internacional. La situación era insostenible.
A pesar de la tozudez del Ministro, el día 25 de su huelga una delegación oficial lo visitó en el hospital de Artemisa donde poco antes había sido ingresado. Prometieron darle una respuesta oficial: su caso estaba siendo estudiado. Jeovany comenzó a ingerir líquidos. En menos de 24 horas supimos que desde esa misma noche la resolución ministerial que le reintegraba a ambos médicos el derecho a ejercer ya había sido firmada.
A lo largo de los últimos días he leído muchos comentarios en las redes sobre este caso. La mayor parte de ellos elogia la perseverancia de Jeovany; otros pocos le critican su posición y le echan en cara que se conforme con migajas.
En mi opinión, este caso es extremadamente relevante porque nos muestra una vía alternativa para solucionar los problemas dentro de la Cuba de hoy. Nos enseña que la solidaridad humana todo lo puede, que no hay acción pequeña y que no hay por qué callar ni someterse ante los abusos, aun cuando estén acuñados oficialmente.
Sobran ejemplos de las causas que se han ganado uniendo voluntades, recurriendo a la denuncia: desde el caso de Pánfilo, hasta la liberación de los prisioneros de la Primavera Negra. Ahora se suma la victoria de estos galenos, dos ciudadanos que han logrado que un ministro se retracte. Y eso es lo que cuenta, esa es la experiencia que debemos atesorar.
Porque al igual que en los casos anteriores, esta no fue solo la lucha de un médico por amor a su profesión, sino también la de muchos seres humanos que abiertamente le manifestaron su empatía, movidos por el respeto que inspiran acciones tan dignas. Y esa porfía, esa forma de cerrar filas alrededor de una causa —sin tener en cuenta credos ni pasados individuales—, siempre en pro del objetivo común, fue lo que hizo posible que Jeovany alcanzase su cometido.
Gota a gota se hace un océano. Esperemos que cada día sean más los que despierten y se unan a aquellos que no se resignan a callar. Porque nada resulta más atroz que el silencio de la gente buena ante una injusticia.
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