Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Información, Comunicación, Periódicos

La «Batalla Comunicacional» (II)

Una organización vertical de ordeno y mando comunicacional es vulnerable en cuanto a la obsolescencia de la información

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Con ese capricho que tienen las dictaduras de renombrar las cosas con palabras militares, castrenses y castrantes, en la porfía ideológica por sobrevivir a lo inevitable —transitar hacia un modelo socioeconómico y político funcional— quienes diseñan y controlan la comunicación social han dado el nombre de “batalla” a lo que a todas luces es escaramuza perdida[i]. Parte de las razones son bien conocidas: lo evidente no necesita palabras para hacerse visible; la doble vinculación es tan frágil como vulnerable sea el discreto equilibrio entre lo que debe ser y la realidad.

Asumamos el símil guerrerista, numantino y querellante de la lucha entre la versión del régimen sobre una realidad, y la opinión contraria, es decir, la visión “contrarrevolucionaria” de lo que sucede en Cuba. Asumamos que en esta “batalla” se enfrentan dos interpretaciones distintas de la realidad, aunque sabemos que tal realidad depende de percepciones, de subjetividades; visiones que siempre parten de cómo el sujeto o receptor se relaciona con el medio donde vive.

Coloquemos, pues, los contendientes. De un lado hay un ejército bien dotado de armas —medios de comunicación— y hombres capacitados para la pelea. Este ejército opera en un territorio conocido, y está en control absoluto. La cadena de mando está orientada en sentido vertical: la información fluye de arriba hacia abajo. Las decisiones se toman por un grupo muy reducido de personas, y a veces basta uno solo. Esta tropa comunicacional, dizque revolucionaria, parece imbatible en el papel. Cualquier misión podría ser ejecutada sin contratiempos. Toda disidencia, aplastada, castigada severamente. En dinámica grupal sería algo así como un grupo orientado a la tarea.[ii]

Enfrente tenemos lo que podría definirse en términos militares, para seguir las analogías castrenses, una tropa guerrillera. Es un grupo disperso, con distintos intereses y maneras de hacer. Como no tienen un liderazgo central, también las metas y los objetivos son diferentes. Es la prensa no oficial, disidente, o como le llamaría el régimen, mercenaria, “pagada por el Imperio”. Las huestes contrarias no tienen control del teatro de operaciones ni de los medios. Deben subsistir sin alimentos ni medicinas —nadie los protege, no tienen trabajo. A menudo reciben paredones mediáticos como previa al confinamiento en cárceles y deportaciones.

Tal guerrilla debe combatir en “territorio enemigo”. Operaciones especiales: cómo enviar un artículo al extranjero, o evitar que le corten el teléfono, cómo evadir “al compañero que los atiende”. Son blogueros, páginas digitales prohibidas, publicaciones de la Iglesia, toleradas, vigiladas, nunca subvencionadas ni publicitadas. Es cierto que esta guerrilla de inconformes carece de preparación combativa. Y de recursos. Pero son francotiradores: apuntan al blanco preciso, en orden de aparición, y con un mínimo de municiones hacen mucho “daño”. Los apoya el ejército comunicacional fuera de las fronteras de la Isla. Solo que mientras el regimiento “revolucionario” controle el éter y el papel, las posibilidades de un verdadero enfrentamiento y triunfo parecen escasos.[iii]

El problema para el ejército de periodistas, amanuenses, comisarios y vividores del Castro-Canelismo es que van a perder, entre muchas razones, por dos fundamentales: una estructural, y otra por el mensaje.

Una organización vertical de ordeno y mando comunicacional es vulnerable en cuanto a la obsolescencia de la información. Su estructura vertical no permite cubrir todo el espacio informativo de una manera eficiente y eficaz. La idea vino de Orestes Lorenzo, aquel piloto que voló a Cuba para rescatar su familia y no pudo ser derribado por las defensas antiaéreas. Cuando le preguntaron por qué había podido realizar semejante hazaña, además de burlar los radares volando pegado al mar, dijo que quien lo detectara debía comunicarse primero con la región militar, esta con el mando del ejército en la provincia, después con el ejército occidental y este con la Defensa Antiaérea, y solo cuando el ministro lo supiera y autorizara, podía ser derribado. O sea, al dar la orden de tumbarlo, el piloto estaría de regreso en la Florida.

Algo parecido sucede con la información y la “cadena de mando”. Solo el Departamento de Orientación Revolucionaria del Partido Comunista (DOR) está autorizado a dar cierta información —o no darla. Hoy día probablemente haya una demora adicional: todavía el general/presidente debe tener la última palabra. De la misma forma, lo publicado en el Órgano Oficial del Partido, desde donde se replica para los medios de todo el país, es verdad irrebatible, incuestionable. Si no se publica en Granma no ha sucedido, no es verdad.

Desde la época del Difunto sabemos que él mismo revisaba las planas del Órgano Oficial. Cuando no podía hacerlo, encargaba a unas pocas personas esas tareas ingratas y peligrosas. Imaginemos a este ejército y sus “soldados” en plena batalla. Como bien lo describe un corto cubano llamado Brainstorm —Tormenta de ideas— los periodistas deben esperar pacientemente en la sala de redacción que se va a publicar con horas o días de retraso. Solo pueden ser reactivos. No deciden qué se debe decir, lo que debe quedar oculto, lo que hay de distorsionar y sobre todo, donde hay que mentir cínicamente.

El sistema puede funcionar siempre que tenga control absoluto del territorio. Después de Internet, tal “batalla” estará perdida en la medida que el peatón cubano tenga acceso a otras fuentes de información. El apagón comunicacional después del 11J fue una especie de contraofensiva tardía. Si los comisarios, ideólogos, amanuenses y vividores del Castro-Canelismo desean ganar la “batalla comunicacional” solo tienen dos opciones, cuál de ellas peor: desconcentrar las tropas y otorgar a su ejército ciertas libertades en cuanto a información y modos de hacer; o cerrar a cal y canto el éter, prohibir el acceso a Internet procurando —lo han intentado— un “Intranet” estilo chino.

Con relación al mensaje, en el trabajo anterior se discutió acerca de por qué era intrínsecamente inefectivo en el caso del régimen cubano: al final no podía mover el receptor, a quien iba dirigido. Pero el mensaje mismo del Castro-Canelismo hace aguas por doquier. Aquí es necesario aclarar que toda comunicación tiene una doble función: información y mandato.[iv] La información es algo nuevo, desconocido, interesante. Es lo que se llama contenido. El contenido puede obviarse. Lo más importante es el proceso: por qué y para qué suceden las cosas. El mandato —metacomunicación— es una información sobre el contenido, es proceso: qué hacer y qué no hacer.

Al estudiar la comunicación social en regímenes totalitarios observamos una regularidad histórica: es más mandato que información, más propaganda[v] que noticia. Busca mantener al receptor en un estado de no-cambio, de obediencia y conformidad. No despierta la curiosidad, la duda, la búsqueda de alternativas. No por gusto Lenin, uno de los primeros lideres totalitarios que convirtió la propaganda en método de lucha, advirtió que sin ejercer un control absoluto sobre los medios de comunicación el socialismo no podría sobrevivir[vi].

Hoy es fácil advertir en los medios cubanos las líneas ideológicas —estancos inviolables— por donde discurren todos los mensajes-información. Como comunicación humana es sobre todo conducta, la población cubana está leyendo más la pobreza, la ausencia de libertades y los globulosos vientres responsables que toda la necrofilia propagandística: la “batalla” está en revivir muertos, en usar héroes y batallas de la Revolución; palabras como aleyas o divinas revelaciones del Difunto; el Designado una, dos, tres veces en la página central, discursando en una bodega donde promete lo que hace más de medio siglo antes prometieron otros. El Dictador-de-mi-corazón en una reunión con campesinos en un palacio lleno de vitrales y plantas exóticas sobre cómo hacer producir una tierra llena de marabú, salinizada y en usufructo. El “misil” del bloqueo no puede faltar. Solo que la parábola que describe hoy cae sobre sus propias cabezas.

En este punto es necesario detenerse. La propaganda Castro-Canelista ha logrado el milagro de derrotar la máxima Goebeliana: mientras más mienten, y siembran odio y rechazo contra Estados Unidos, más cubanos “aman” ese país a veces con una visión acrítica, inocente de la sociedad norteamericana. Las mentiras se han repetido con insistencia indecorosa y funcionan al revés. Con sus mensajes-propaganda, han hecho que muchos cubanos hoy reprochen a los bisabuelos por no ser Cuba otro Estado Libre asociado como Puerto Rico; miles o millones deseen renunciar a una ciudanía que en sus vidas solo les ha traído destrucción, miseria y exilio. Un pasaporte cubano, lo sabemos quienes vivimos afuera, es una desgracia para viajar por el mundo.

Comisarios, intelectuales orgánicos e inorgánicos, ideólogos y vividores continúan imaginando como ganar una “batalla” que ellos mismos han hecho perder. Seguirán acusando a quienes se fueron de “batistianos” —apenas quedan con vida unos cientos—, y a quienes tienen ideas diferentes de “platistas” por aquello de la enmienda aprobada hace más de un siglo. Estructura y mensaje equivocados.

Si Cuba ha vivido un régimen “batistoide” ha sido, en parte, gracias a la lucha —esta sí triunfal— por perpetuar la mentira y ocultar toda posibilidad de alternativas. Fulgencio, en el más delirante de sus arrebatos autoritarios jamás hubiera soñado gobernar el país por medio siglo y hacerse con un periódico-propaganda como el Órgano Oficial. Si algún día un grupo de jóvenes pide al gobierno norteamericano ser ciudadanos y parte de su territorio —casi el 10 % de los cubanos y sus descendientes lo son—, deberemos darles crédito a los comisarios, intelectuales orgánicos e inorgánicos, ideólogos y vividores castro-canelistas que tanto han luchado por eso… nada, es el poderoso y traidor inconsciente que obra de manera impredecible y caprichosa, diría el maestro del psicoanálisis. Solo le faltó añadir que la ausencia de un simple vasito de leche para desayunar es el mensaje más claro que una dictadura puede trasmitir.


[i] Desgraciadamente para Cuba se ha hecho realidad la profecía martiana de que un país regentado por militares se convertiría en un campamento. No por casualidad desde que se inauguró la república independiente los tres gobiernos autoritarios cubanos han estado dirigidos por militares cuyas manos de hierro es bien conocida y al inicio, profusamente aplaudida.

[ii] El texto de Cartwritgh D. Dinámica de grupos: investigación y teoría (1975), es un texto imprescindible para comprender como funcionan los grupos autoritarios y los democráticos, y los estilos de liderazgo. Como la comunicación social se produce entre grupos humanos, es esencial conocer los distintos procesos de grupo.

[iii] La lógica indica que proveer Internet libre a la Isla inclinaría la balanza a favor del cambio. Pero este paso, a no dudarlo, será interpretado por el régimen como una grave agresión y el conflicto podría escalar. Recordemos el “topo” colado en Radio Martí, y los esfuerzos por bloquear TV Martí, hasta ahora productivos y a bajo costo.

[iv] Paul Watzlawick (1921-2007), miembro del llamado Grupo de Palo Alto fue un lingüista y filósofo que se interesó por la psicoterapia y la comunicación humana. Junto a J. Jackson definieron que en la comunicación puede haber un nivel de contenido —lo digital— y un nivel de relación o mandato, que define al primero –metacomunicación —el proceso en sí: que se quiere lograr. De ese modo una frase como “la calle es peligrosa” informa y a la misma vez sugiere, ordena no salir a la calle. En el caso de la comunicación en sistemas cerrados como las dictaduras, la información suele estar en función de metacomunicar mensajes que restringen, limitan, ralentizan las libertades y alternativas al discurso oficial.

[v] La palabra propaganda se ajusta perfectamente a los medios totalitarios. Deriva de la palabra propagar, extender. Casi tan antigua como las primeras sociedades sedentarias, es básica para el comercio y el intercambio de servicios. La propaganda está centrada en vender un producto, aunque para ello deba mentir, ocultar defectos y exagerar virtudes. Se cree que los primeros en sistematizar y dar coherencia a la propaganda como método proselitista fueron los misioneros católicos en los albores del cristianismo.

[vi] V. I. Lenin (1870-1924) dio importancia esencial a los llamados órganos de agitación política y propaganda para conquistar el poder político y mantenerlo. Quizás nadie antes del líder comunista vio con tanta claridad el “peligro” de varios medios de comunicación con diferentes y opuestos criterios para tener el control de la sociedad toda. Ver: ¿Qué hacer? (1901-1902).


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