La batalla de los palos secos
¿Qué dicen las feministas y los homosexuales 'oficiales' en un país donde los gays siguen arrinconados detrás de la zeta en la escala social?
Una ácida expresión de homofobia caricaturiza entre nosotros el modo de hablar de ciertos amanerados a los que llamamos "locas de carroza". Con el énfasis de una orden de combate, la frase en cuestión convoca: "A la lucha, a la lucha, que somos locas pero somos muchas".
Resultaría más graciosa si no fuera agresiva para con las individualidades del prójimo, pero hay que reconocerle su gracia, no queda otro remedio. Y este es el único motivo por el cual viene a colación la frase.
No menos cómica, aunque en otro sentido, parece ser la batalla de un grupo de feministas con capa y espada y de unos cuantos homosexuales ridículamente tapiñados (por ridículos y por tapiñados) que hoy forman parte del contingente de sombras que defienden la dictadura totalitaria en primera línea y que, claro, medran a su costa.
Tales señores y señoritas se muestran muy conformes con haber depuesto adargas ante un sistema que primero los domesticó con el poder de convicción de los cilindros, y ahora los recluta bajo tutela oficial, siempre que sean capaces de demostrar fidelidad de la única manera que al parecer saben hacerlo: guardando las apariencias.
Se diría que hay un tope (de enajenación) en el cual las víctimas llegan a sentirse a gusto en su papel, entonces olvidan el motivo que las convirtió en víctimas, dejan de ser responsables ante su historia, devienen palos secos sobre la corriente.
Es el cuadro que pintan los de marras (algunos músicos, periodistas, escritores, poetas, plásticos, cineastas, actores y actrices, presentadores de televisión…), los cuales, si bien no son muchos, ni aparentan ser tan locas, continúan llevando su lucha, sólo que en plan peones de brega, adaptados al ruedo machista leninista como se adaptan los virus a los entornos más hostiles.
Distraer la perdiz
Si feministas, se llenan la boca para proclamar el ejercicio de la plena igualdad de los sexos en la Isla, mientras viran el rostro hacia otro lado para no ver de frente, por ejemplo, la penosa situación de las mujeres negras, marginadas doblemente en la práctica (que siempre contradice testaruda los panfletos); o mientras no reconocen, Dios las libre, el derecho de las Damas de Blanco, no ya a ser respetadas y atendidas como madres y esposas que reclaman justicia para su familia, sino al menos a no ser agredidas, abusadora, impunemente, por las hordas del régimen.
Si homosexuales, distraen la perdiz con el elogio a la apertura en La Habana de exposiciones fotográficas dadas a mostrar falos más y menos impúdicos; o de alguna que otra puesta en escena trasnochada y timorata; o de películas, novelas, canciones que, según ellos, evidencian una nueva actitud de la muy macha tiranía ante las debilidades del género.
Historia antigua, muerta y enterrada parece ser para los tales señoritos, no ya la de los campos de concentración en Camagüey, ni la del homofóbico Congreso de Educación y Cultura, o la del dantesco período de los parametrados (expulsados en masa de sus empleos bajo el cargo de homosexualidad), sino la situación de este mismo minuto, cuando los gays siguen arrinconados detrás de la zeta en la escala social, para nada confiables, por su naturaleza "floja", y mucho menos respetables, debido a sus meros gustos.
Sería para reír si no resultara tan triste el panorama de este ejército de menopáusicos (menstruales y/o mentales), entregados con la mayor frescura a confirmar aquello de que no hay peor cáscara que la del mismo palo.
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