Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Economía

La crisis según San Lage

Diez años después del último congreso comunista, el 'perfeccionamiento empresarial' es un fracaso y la recentralización el peor camino.

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El V Congreso del Partido Comunista de Cuba, efectuado en 1997, acordó extender la experiencia del perfeccionamiento empresarial desde las Fuerzas Armadas a la maltrecha economía civil. Partiendo de la convicción de que el factor clave para salir adelante era "la resistencia" y el mantenimiento de la "preeminencia de la propiedad estatal socialista", se inició un proceso que al cabo de diez años se ha extendido sólo a 797 empresas, de un total de 2.732.

El pasado 30 de agosto, en la clausura del seminario nacional con los directores de dichas entidades, el secretario ejecutivo del Consejo de Ministros, Carlos Lage Dávila, planteó que los aspectos negativos del proceso radicaban en "no haber podido incorporar más empresas al proceso" y en los "problemas de las empresas que ya están en el proceso".

La pobre incorporación, dijo, se debe a la falta de disciplina e insuficiente control presentes en el funcionamiento de la economía, las deficiencias de la contabilidad y la atención superficial y poco sistemática a las empresas por parte de los organismos de la Administración Central del Estado y de los Consejos de Administración.

De las 797 empresas en proceso, más del 13% tiene resultados deficientes en la contabilidad y el control interno, causa por la cual han tenido que suspender a 38; el 40% no ha logrado certificar o avalar los sistemas de calidad; de 625 sistemas de pago revisados, 138 presentaron problemas por estar mal concebidos o mal aplicados.

También reconoció que 389 empresas planificaron en 2007 menos utilidades que las obtenidas el año anterior, mientras que al cierre del primer semestre otras 220 (27,6%) ya habían cumplido sus planes de utilidad del año. Ello significa que planificaron mal 609 empresas, más de las tres cuartas partes. Teniendo en cuenta las cifras anteriores, la afirmación de Lage de que "lo que no es eficiente no es socialista", expresa que prácticamente nada es socialista.

Desde Lenin hasta Deng

La comprensión equivocada de la tesis leninista de que la política es la expresión concentrada de la economía y no puede menos que tener supremacía sobre ella, ha llevado a ignorar que el papel activo de la economía es directamente proporcional al grado de autonomía que esta goce respecto a los intereses políticos o ideológicos.

En fecha tan temprana como 1921, Lenin, refiriéndose a los fracasos, reconoció que "no puede caber la menor duda de que hemos sufrido una derrota muy grave en el frente económico". De ese reconocimiento surgió en Rusia la "Nueva Política Económica"; fracasos que se repitieron en la Unión Soviética, en los países socialistas de Europa Oriental, Corea del Norte, China y Vietnam. Los ejemplos de estos dos últimos son ilustrativos de la afirmación anterior.

En China, el primer plan de economía centralizada comenzó en 1953 y terminó en el estancamiento. Ante el fracaso, se aplicaron reformas en la agricultura que se extendieron a las pequeñas empresas y la industria. Como resultado, el PNB creció entre 1979 y 1993 al 9% anual. Hoy, China, con el 7% de la tierra cultivable del mundo, alimenta al 21% de la población mundial, su industria crece al 12% anual, ocupa el primer puesto en la producción de televisores a color y equipos de audio y telefónicos. La electrónica y las comunicaciones constituyen su mayor industria de exportación.

En Vietnam, después de 1976 se generalizó el sistema de economía planificada, el cual sumió al país en el hambre. En 1986 emprendieron la denominada "Renovación Vietnamita": mecanismos de mercado, autonomía de los productores, derecho de los nacionales a ser empresarios y entrega de tierra a las familias campesinas.

A pesar de la devastadora guerra con Estados Unidos, en la que se arrojaron sobre su territorio tres veces más bombas que durante la Segunda Guerra Mundial, y del bloqueo el económico y los ataques fronterizos posteriores, los vietnamitas lograron con las reformas crecer de forma sostenida, producir alimentos para más de 76 millones de habitantes y ocupar el segundo lugar en la exportación mundial de arroz.

Durante la transición en todos esos países, surgieron desigualdades y conflictos. En China, por ejemplo, se generó una ola de disturbios y protestas que culminaron en la conocida matanza de la Plaza de Tiananmen. A pesar de ello, la voluntad política se impuso y optaron por profundizar las reformas.

El camino de Cuba

En Cuba, con la desaparición del campo socialista, la crisis de los años noventa obligó a iniciar transformaciones: despenalización de la tenencia y uso de divisas, cooperativización de una parte de las granjas estatales, apertura de mercados agropecuarios, ampliación del ejercicio del trabajo por cuenta propia, autorización de las remesas de divisas, y entrega de tierras en condiciones de usufructo familiar a productores de tabaco, café y cacao, entre otras.

Dichas medidas fracasan si no se aplican en el nivel requerido. Estas tímidas reformas, como ocurrió en el resto de los países de economía centralizada, generaron contradicciones, ante las cuales el Estado cubano optó por dar marcha atrás e impedir la formación de una clase media. Los resultados de tal política son harto conocidos.

En Cuba, cualquier intento real de perfeccionamiento tiene que partir de la necesaria descentralización. Sin embargo, según Lage, entre las medidas adoptadas al inicio de la actual década destacan la creación de la cuenta única en divisas convertibles para todos los ingresos del país, la aprobación centralizada de todas las inversiones, la revisión de las facultades de importación otorgadas, la concentración de las compras de los productos estratégicos y el mayor control del presupuesto. Es decir, mayor centralización.

En lugar de tal empeño, el Estado debería concentrarse en una parte de las empresas que ya están en el proceso de perfeccionamiento y retirarse de las restantes (casi 2.000), vendiéndolas a los trabajadores o particulares para su gestión. En definitiva, ¿no son los trabajadores los verdaderos dueños?


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