Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Crónicas

La fuerza de la costumbre

Con perdón de los esperanzados: En 2009, la revolución estará todavía en pie, esperando los cambios para entrar en el verdadero siglo XXI.

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Hablaba en una crónica reciente de los cincuenta años de existencia de la revolución (a cumplirse en 2009), sin darme cuenta que al decirlo daba por sentado tal aniversario, diciendo que habría revolución todavía por entonces. Ha sido, lo sé, un juicio que ni dentro ni fuera de Cuba me perdonarán los muy esperanzados en que Dios no ha de permitir algo así. Y los comprendo. Los comprendo.

Sin embargo, aunque no puedo asegurarlo (ya sabéis cuán mudable es la fortuna), creo que sí: no lo creía en 1994, pero hoy creo que en 2009 la revolución estará todavía en pie, tal vez no en la forma en que actualmente la conocemos, pero la revolución, o lo que de la revolución pueda quedar por entonces, estará ahí en pie esperando los cambios (o el acontecimiento inesperado) que, sin violencia, caminando ella por sus propios pasos, la lleven a entrar en el verdadero siglo XXI —en el que ya desde el siglo pasado, dándole al mundo una lección de decencia y de justicia social, viven en Dinamarca, Suecia, Finlandia, y en el cual, por buenos y capaces, lograríamos hacernos los cubanos también un huequito donde cantar y reír y contarle al mundo este cuento de Las mil y una noches que nos ha tocado vivir.

En todo caso, es admisible no tomar en serio mis pronósticos. En definitiva, soy uno de los de entonces, es decir, uno de los del año '59; uno de los que fueron uno con la revolución y durante años; lejos de sentir la alegría del sobreviviente, sentía la tristeza de no haber muerto entonces, la pena de haberme perdido el privilegio de ser uno de los muertos de aquel tiempo.

Además, cincuenta años, que en la historia de la Tierra no son ni una millonésima de segundo, en la vida de un hombre son casi toda su existencia; y en Cuba, en esos cincuenta años, todo lo ha ocupado la revolución. Todo y en todas partes. Y tan acuciosamente, que a menudo uno se asusta al descubrirse pensándola como algo inconmensurable en el tiempo y el espacio, deidad, planeta o galaxia que ha existido siempre.

Páginas de la historia

Luego entonces, como la eternidad existe tanto hacia atrás como hacia delante, el episodio de Carlos Manuel de Céspedes alzándose en el ingenio La Demajagua en 1868 y el de Martí cayendo en Dos Ríos en 1895, la explosión del buque La Coubre, la declaración del carácter socialista de la revolución, la ley de embargo económico, la noche de los misiles, la muerte del Che y el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, son ya, de algún modo quizá inexplicable pero cierto, páginas de la historia de estos cincuenta años cuya conmemoración ya comenzó.

Colón mismo pasó hace poco por el desaire (y la sorpresa) de descubrir Cuba después del Asalto al Moncada. Y aun eso que llaman el Big Bang, aquí a nadie engaña, eso ocurrió con posterioridad al Moncada. En el principio no fue el Verbo, fue el Moncada. Entonces comenzó la historia de Cuba, y la del mundo.

Por eso miles por ahí (no sólo dirigentes) declaran reverentes: "Fidel es nuestro padre". Y son sinceros. Se entiende por supuesto que en estos casos no está siendo pensado el Comandante como padre biológico, ni siquiera como padre ideológico. Está siendo pensado en el sentido bíblico.

Son cosas que fueron gestándose solas. Resultantes de un variado proceso. Primero, el amor con que la revolución fue recibida. Mucho más grande cuanto más atacada era desde afuera. Después, los tantos años oyendo uno las mismas cosas y viendo las mismas caras. Sintiendo uno que se acostaba y se levantaba en el mismo día. Después, y hasta el momento mismo en que empezaron a llegar las remesas del exterior, el hecho de que el proveedor nacional en todo, hasta del sarcófago, Padre, Hijo y Espíritu Santo de los nacidos y los por nacer, era la revolución. Sin ella, nada, con ella, quién sabe.

Unido a tan decisivos factores (o como expresión de estos mismos factores), el entusiasmo con que del alba al toque del alba de nuevo, han venido trabajando durante estos casi cincuenta años los medios masivos de comunicación, con la igualmente entusiasta e ingeniosa colaboración de los autores de libros de textos del Ministerio de Educación y, completando este morral de prodigios para el camino (casi como el libreto de una gran aventura escrita por Dios para medirse con Homero), el talismán bajado del Cielo, llave que abre todas las puertas, que para la revolución ha sido transcurrir en un mundo en el cual, excepto Estados Unidos, el odio al imperialismo norteamericano es unánime.

Por todo esto, señores esperanzados, queridos compatriotas que dentro y fuera de Cuba viven encendiendo velas y haciendo promesas de ir a pie al Cobre, si ocurriera que las velas y las promesas lo pudieran, y en 2009, juiciosa (o misteriosamente) la revolución le hubiera ya cedido el paso a la esperanza de un mundo mejor, no digan que me equivoqué, digan que me equivocó la fuerza de la costumbre.


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