La gerontocracia se aferra a las mieles del poder
Cultiva cardos y ortigas para quien les ofreció una rosa blanca
Pocas novedades en el finalizado congreso del Partido Comunista. Circo que podría resumirse con cuatro palabras: más de lo mismo.
Desde el monótono Informe Central presentado al inicio por Raúl Castro —y aprobado por unanimidad, naturalmente—, hasta la incoherente intervención en la clausura de lo que queda de Fidel Castro (quien ya parece haberse dado cuenta de que no es inmortal), todo sería de interminables carcajadas si no fuera tan dramático con lo que están jugando los mayorales de Birán que se robaron el poder hace más de 57 años: el futuro no solamente del pueblo cubano, sino incluso de la esencia misma de la nación cubana.
Buena parte de las intervenciones de los participantes en el congreso se dedicó a dos temas: uno de ellos intentar desacreditar por todos los medios el impacto de la visita a la Isla del presidente estadounidense Barack Obama y su discurso en el Gran Teatro de La Habana, que equivale a cultivar cardos y ortigas para responder a quien llegó a Cuba hablando de una rosa blanca y enterrando el hacha de la guerra. Porque “la revolución” no puede vivir sin un malvado “enemigo” al que pueda culpar de todo lo que sale mal, que a fin de cuentas es casi todo.
El otro tema de desvelo y tensión en el congreso fue cómo hacerle insoportable la vida a quienes trabajan por cuenta propia y resuelven problemas de la población que el Gobierno no ha sido capaz de resolver en más de medio siglo. Mientras en China la consigna que alentó los avances económicos fue “enriquecerse es glorioso”, en la Cuba de los hermanos Castro la consigna evidente es “enriquecerse es delito” (si no eres miembro de la familia o de la pandilla en el poder).
Muy poco de lo que de verdad interesa a la población: libertades reprimidas, derechos humanos sistemáticamente violados, escasez de alimentos, precios, salarios y pensiones insuficientes, transporte en crisis, viviendas derrumbándose, escasez de medicinas y médicos, educación lamentable, carreteras y calles colmadas de huecos y baches, escasez de vestuario y calzado, y tutti quanti.
A pesar del enfoque triunfalista —como siempre— de las informaciones oficiales desde la Isla sobre el aquelarre que acaba de terminar, solamente fueron aprobados el Informe Central y el “perfeccionamiento” de los Lineamientos, es decir, modificar algunos, desechar otros y añadir alguno que otro más. En definitiva ni se han cumplido ni se cumplirán, porque muchos de ellos no tienen sentido al fundamentarse en principios contra natura, como que el peso principal de la economía nacional debe determinarlo la “empresa estatal socialista”, absurdo engendro organizacional que durante casi un siglo ha demostrado su inutilidad e ineficacia, no solamente en Cuba-Macondo, sino en todo el mundo donde ha existido, para convertirse siempre en pesada y costosa impedimenta para cualquier economía.
Sin embargo, las “Bases del Plan Nacional de desarrollo económico y social hasta 2030”, y la llamada “Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista” fueron discutidas, pero no aprobadas, pues deben ser “perfeccionadas” posteriormente mediante rondas de análisis con militantes, “organizaciones de masas” y “población”. En otras palabras: los presentes en el cónclave, ni siquiera los autores de los mamotretos, no sabían exactamente qué se estaba proponiendo ni qué se pretendía. ¿Qué sentido tiene discutir un plan hasta 2030 cuando nadie sabe concretamente cómo garantizar la recogida de basura esta misma semana?
El proyecto de límites de edad para integrar el Comité Central y ocupar cargos de dirección, para garantizar “el rejuvenecimiento” partidista, al que la prensa extranjera dio tanto realce, comenzaría en 2021: no afecta a la actual gerontocracia, que continuará disfrutando las mieles del poder.
Tampoco deben perderse de vista las palabras de Raúl Castro de que en febrero de 2018 traspasará sus cargos de Presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros. Sin embargo, no mencionó su cargo de primer secretario del partido, para el que acaba de ser electo hasta 2021.
Suponiendo que la biología no se interponga, y llegue hasta esa fecha, lo dicho indica que a partir del 2018 Cuba tendría un Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y un primer secretario del Partido en personas diferentes, con el poder real, naturalmente, en el secretario del Partido.
Nada sorprendente en la finca que se presenta ante el mundo como si fuera un país: de 1959 a 1976 hubo dos presidentes —Manuel Urrutia y Osvaldo Dorticós— pero Fidel Castro era dueño y señor, mientras los presidentes jugaban un papel decorativo folclórico. Y esa situación no es exclusiva de “la revolución”: entre 1933 y 1940 hubo varios presidentes en Cuba, pero el verdadero poder lo ostentaba el jefe del ejército, entonces Fulgencio Batista.
Debe analizarse también la composición del nuevo Buró Político. Más allá de que Alejandro Castro Espín no apareció ni en los centros espirituales en las listas de miembros del politburó o el Comité Central —para desconcierto de aprendices de brujo que lo señalaban como heredero “natural”— hay elementos significativos en la nueva jerarquía establecida a partir del 19 de abril de 2016. Téngase en cuenta que mientras el listado de miembros del Comité Central se hace público en orden alfabético, el de los miembros del Buró Político se presenta en orden jerárquico.
Los dos primeros mencionados son Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura, primer y segundo secretario del Partido. El tercero listado es Miguel Díaz-Canel, lo que refuerza el criterio de que sería el preferido de la gerontocracia para el cargo de presidente en 2018, si desde ahora hasta allá no cae en desgracia. Hay quien ha destacado que no ascendió a segundo secretario del Partido, pero eso no estaba en el plan. Aun “electo” en 2018 jefe de Estado y Gobierno no sería el máximo dirigente del Partido.
Aparecen después, en ese orden, Esteban Lazo, Ramiro Valdés y Salvador Valdés Mesa. Ramiro, “histórico” desde el asalto al Moncada, y Lazo y Valdés figuras de carácter étnico-decorativo, ambos de la raza negra, guardando las formas para que no digan que hay discriminación.
Posteriormente aparecen “Polo” Cintras, ministro de las FAR, Bruno Rodríguez, canciller y talibán, y Marino Murillo, dice la prensa extranjera que “zar” de la economía, supongo que “zar” después de octubre de 1917, cuando ya Lenin y sus bolcheviques habían dejado a los zares sin poder alguno.
El resto de la comparsa, los de siempre, menos “Furry”, con la salud deteriorada, y Adel Yzquierdo, hoy ministro de Transporte, pero en baja hace años. Los nuevos ingresos fueron, en este orden, el secretario general de la CTC, el ministro de Salud Pública, la rectora de la Universidad de Ciencias Informáticas, la presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, y una vicedirectora del centro de Ingeniería Genética y Biotecnología. No resolverán demasiadas cosas, pero ayudan a las estadísticas, porque ahora el Buró Político de 17 miembros tiene 4 negros o mulatos y 4 mujeres (23,5 % en cada caso), que no refleja la verdadera composición racial y de género de la población, pero sirve para la propaganda y para alimentar tontos útiles y “revolucionarios” y “antiimperialistas” en todo el mundo.
Así que, según el proyecto castrista, se verá rejuvenecimiento de la dirigencia partidista y estatal en 2018, y “pinos nuevos” a cargo del país en 2021.
Hasta entonces, seguirán con un gato “comunista”, aunque no cace ratones.
A menos que la inexorable biología determine otra cosa.
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