Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Cambios

La reorganización laboral se dilata

En Cuba durante muchos años se había desarrollado una política laboral equivocada, con el propósito de mostrar un pleno empleo ficticio

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La reorganización laboral, una de las piezas centrales de las reformas acometidas por el general Raúl Castro, necesitará más tiempo para aplicarse. Marino Murillo, vicepresidente del Gobierno, expuso en la Sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, efectuada el 1 de agosto, que “hay que avanzar en un cronograma que abarca un quinquenio, en materia de reordenamiento laboral, de manera más gradual y aplanada que lo concebido inicialmente”.

El cronograma inicial, anunciado en septiembre de 2010, establecía la racionalización de 1,3 millón de trabajadores sobrantes, aproximadamente el 25 % de la fuerza de trabajo ocupada, en un período de tres años, con una primera etapa hasta abril de 2011 para 500.000 empleados estatales. Este programa esperaba que, con la ampliación del trabajo por cuenta propia y otras medidas, se crearan suficientes puestos para asumir la masa de desempleados.

En la práctica el cuentapropismo con solo 178 oficios de limitada relevancia permitidos, cargado de excesivos impuestos, sin mercado mayorista para adquirir los insumos, y un futuro incierto, no generó los empleos esperados. Ciertamente la cantidad de cuentapropistas ha crecido a más de 325.000, el doble del existente en octubre al comenzar la ampliación, pero la mayoría sin empleados y en un 66 % se trata de personas que han legalizado su status. Esto provocó que, ya a finales de febrero, el Gobierno reconociera la imposibilidad de cumplir el despido de 500.000 trabajadores hasta abril, y recientemente haya señalado la dilatación del proceso de reestructuración a 5 años.

En Cuba durante muchos años se había desarrollado una política laboral equivocada, con el propósito de mostrar un pleno empleo ficticio. En años recientes se sostenía de forma ridícula que el desempleo abierto era inferior al 2 %, mientras las calles y parques permanentemente mostraban a infinidad de personas en edad laboral ociosas y era ocultado un colosal desempleo encubierto. Estudios[1] efectuados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe con la ayuda de funcionarios cubanos indican que la tasa de desempleo equivalente de la población económicamente activa era de 25,1 % a fines de los noventa. Entendido este indicador como la suma de las tasas de desempleo abierto y la referida al sobrante de personas en los centros de trabajo a causa de la brecha de productividad, calculada con respecto al nivel de 1989, por cierto considerablemente baja en aquel entonces.

Por supuesto si la base usada por la CEPAL hubiera sido la productividad existente en países como Chile, Brasil, Uruguay y otros de desarrollo medio, la brecha habría sido superior y fácilmente rondaría el 50 % de la población económicamente activa. Un escenario de improductividad que hasta ahora debe haberse mantenido, y si cambió, sería para empeorar con la continuada descapitalización y el crecimiento del atraso tecnológico del país.

Por lo anterior, la reestructuración de la fuerza de trabajo es indispensable para poder salir de este calamitoso panorama. Con las plantillas infladas en tal magnitud, resulta imposible reorganizar los centros laborales y frenar el desorden y la indisciplina existente, reflejados en las bajas tasas de productividad del trabajo que a su vez impide el crecimiento del pobre salario medio mensual. Esto crea un círculo vicioso que impide el crecimiento real del salario y, por tanto, liquida la motivación que éste debe generar en los trabajadores.

Según ha señalado el vicepresidente Marino Murillo “en las estructuras de los ingresos de la población cubana solo el 50 % de ellos dependen del salario… y ello refleja los problemas de ineficiencia de nuestra economía.” Esta situación, además, es uno de los factores que con mayor fuerza impide terminar la perjudicial dualidad monetaria. Un fenómeno derivado de la crisis, que a su vez genera nuevos problemas y obstáculos para emerger de ella, en particular debido a que la mayoría de los trabajadores reciben su salario en una moneda no reconocida en las tiendas estatales, alimentando aún más el desinterés laboral, además de otros males.

Por ello, la dilación del reordenamiento laboral resulta una mala noticia. Sin duda alguna, este será un proceso doloroso para muchas personas, quienes tendrán que rehacer sus vidas. Sin embargo, visto desde el punto de vista económico la corrección de los errores del pasado es inevitable y tendrá que realizarse a un plazo menor o mayor. Al prolongarse los plazos de la reestructuración los efectos nocivos de las plantillas infladas continuarán acumulándose, haciéndose más difíciles y lacerantes las soluciones.

Por supuesto, la demora no es una solución, si no se acompaña con verdaderos cambios estructurales en la economía, se reducen sustancialmente los exagerados impuestos al trabajo por cuenta propia, se crea un mercado mayorista para ofertar insumos a los nuevos negocios, se abren totalmente las profesiones para ejercer el trabajo por cuenta propia, se permiten las pequeñas y medianas empresas (PYMES) y finalizan los dogmas y prohibiciones contra el desarrollo de la iniciativa privada y la negación del mercado como categoría económica objetiva. Todo ello acompañado por la dejación de los fracasados métodos de gestión centralizados, que han burocratizado la sociedad, impedido el desarrollo de las fuerzas productivas y ahogado la creatividad de los cubanos.



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